Las imágenes más escabrosas del atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid impactaron en la retina de las niás y niños de Castellón, causando en una cascada de reacciones emocionales, infravaloradas en muchos casos por padres y profesores. Ésta es la principal conclusión de un estudio de la Universitat Jaume I que demuestra la elevada reactividad emocional de los escolares ante desastres seguidos por televisión.
Las imágenes más escabrosas del atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid impactaron en la retina de los escolares de Castellón causando en ellos una cascada de reacciones emocionales, infravaloradas en muchos casos por padres y profesores. Esta es la principal conclusión de un estudio de la Universitat Jaume I que demuestra la elevada reactividad emocional de los niños ante desastres seguidos por televisión.
La reciente sucesión de acontecimientos internacionales impactantes como los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos o el tsunami que arrasó el sudeste asiático, ha despertado el interés de los investigadores por conocer cómo los desastres afectan a la salud mental de los niños. Ese es el objetivo del estudio que ha dado lugar a la tesis titulada El 11M. Un estudio sobre su impacto psicológico desde el entorno familiar y escolar en escolares de infantil y primaria, realizada por Mónica García Renedo y co-dirigida por los profesores del Departamento de Psicología Evolutiva, Educativa, Social y Metodología de la UJI José Manuel Gil Beltrán y Antonio Caballer Miedes.
Para ello, los investigadores estudiaron el estado emocional de 116 alumnos de un colegio público de Castellón de la Plana con edades comprendidas entre 8 y 12 años un mes después del atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid a partir de un cuestionario, de las redacciones y dibujos que elaboraron. «Un suceso de tales características, poco frecuentes e inesperados, nos brindaba una oportunidad para estudiar cómo los niños perciben estas situaciones de violencia desmesurada y qué reacciones muestran ante tales hechos. Del mismo modo, nos interesaba conocer cómo se había abordado esta situación desde el entorno escolar y familiar», explica Mónica García Renedo, autora del estudio.
Los resultados no dejan lugar a dudas sobre el impacto de las imágenes emitidas por las televisiones tras el suceso. El 89% de los niños encuestados afirmó haber visto las imágenes del atentado que se mostraron por televisión frente a un 12% que aseguró no haberlas visto. Los niños que vieron las imágenes por televisión mostraron más reacciones emocionales que aquellos niños que no las vieron. Un 20,4% de los escolares que vieron las secuencias sintió miedo, frente a un 0% de los que no las vieron; un 40,8% sintió tristeza frente al 23,1%; y un 34% de los niños que vieron las imágenes sintió pena frente a un 15,4% de los que no las vieron.
«Fueron las imágenes de los muertos y heridos (77,2%) y los trenes destrozados (29,7%) las que más impactaron a los niños. De hecho, un 40% de aquellos niños a los que les impactó la visión de cuerpos y heridos nos dieron detalles escabrosos e imágenes muy concretas de muertos y heridos que retuvieron en su memoria un mes después del suceso», comenta García Renedo.
El impacto de estas imágenes queda reflejado en los dibujos que los niños trazaron sobre el 11M. En ellos el 54% de los niños dibuja personas muertas y heridas con partes mutiladas extendidas por todo el folio. Además, los niños refuerzan esta situación pintando charcos de sangre alrededor de los cuerpos mutilados. «Estos resultados son consistentes con otros estudios e indican el impacto negativo de la televisión en la salud mental de los niños en estos casos. Aquellos niños que vieron las imágenes mostradas por televisión experimentaron más reacciones emocionales», señala la autora del estudio. Unas reacciones emocionales que persistían un mes después del atentado en el 60% de los casos.
La televisión fue, con diferencia, la principal fuente de información sobre el suceso para los niños. El 77% de los escolares recibieron algún tipo de información desde el entorno familiar, principalmente motivada por las cuestiones que los niños les iban planteando, aunque ni los profesores ni los padres fueron conscientes del efecto del atentado en los menores. «Los adultos tienden a infravalorar la respuesta emocional de los más pequeños pensando que su desarrollo cognitivo y emocional no les permite entender la magnitud de la situación. En nuestro estudio, a pesar de que los niños nos informaron de intensas emociones, los padres y los profesores nos indicaron que la respuesta de los niños fue escasa y que apenas observaron ninguna emoción en ellos», explica García Renedo.
Para cubrir estas carencias, los investigadores han desarrollado una página web especializada para padres que proporciona información y asesoramiento a personas adultas para que ayuden a sus hijos/alumnos a hacer frente a una situación de desastre como la del 11M.
La web podrá ser visitada en breve desde el Observatorio Psicosocial de Recursos en Situaciones de Desastre (OPSIDE) de la Oficina de Cooperación al Desarrollo y Solidaridad de la UJI: www.opside.uji.es