El mayor estudio genético realizado hasta ahora sobre ictus, con más de 1.500.000 participantes y unos 110.000 pacientes, ha permitido identificar 89 regiones cromosómicas relacionadas con el riesgo de padecerlo. El avance puede ayudar a desarrollar nuevos fármacos y tratamientos frente a esta enfermedad cerebral.
Un estudio internacional, en el que ha participado el Instituto de Investigación del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (IIB Sant Pau) ha encontrado 89 genes implicados en el riesgo de desarrollar un ictus, de los cuales, 61 no se habían descrito previamente. Se trata del estudio más amplio y completo realizado hasta ahora.
El trabajo, que publica la revista Nature, ha analizado datos por medio de estudios de asociación del genoma completo (GWAS, por sus siglas en inglés) de más de 100.000 pacientes que habían sufrido un ictus y más de un millón y medio de controles sanos.
Además, es la primera vez que una investigación de estas características analiza diferentes etnias, algo que no se había realizado previamente porque la mayoría de los estudios habían incluido únicamente muestras de personas de origen europeo. Aunque los factores genéticos de riesgo se correlacionan entre las diferentes etnias, este estudio ha demostrado que el uso de diferentes poblaciones facilita encontrar nuevos factores de riesgo genético.
El investigador del IIB Sant Pau Israel Fernández Cadenas, uno de los coautores de este trabajo y coordinador del análisis de los datos de la cohorte española, explica que estos resultados aportan información muy importante y útil no solo para predecir qué personas presentan un alto riesgo de ictus y así poder tomar las medidas preventivas necesarias, sino que también para conocer mejor las bases biológicas de la enfermedad. Además, plantean la utilización de nuevas terapias mediante fármacos no empleados hasta la fecha en el ictus.
Estos resultados aportan información muy importante para predecir qué personas presentan un alto riesgo de ictus y así poder tomar las medidas preventivas necesarias, y también para conocer mejor las bases biológicas de la enfermedad
Hasta ahora se sabía que los procesos inflamatorios o de coagulación tenían un papel importante en el ictus. “Ahora hemos visto, por ejemplo, que los niveles de lípidos que nosotros considerábamos que podrían ser relevantes, quizá no son tan esenciales en el desarrollo de esta enfermedad. En cambio, estamos viendo que algunos genes relacionados con otros procesos, como la hipertensión arterial o la formación de vasos sanguíneos (angiogénesis), tienen un rol más importante en el riesgo de ictus”, comenta Fernández Cadenas.
El ictus es una de las principales causas de muerte en todo el mundo. Hasta ahora, los estudios de factores de riesgo genéticos de esta enfermedad habían analizado principalmente muestras de personas de origen europeo y el trabajo más grande tenía datos de 67.000 pacientes y 500.000 controles sanos.
En este estudio, se realizaron análisis de asociación del genoma completo en 1.503.898 participantes, que incluyeron 110.182 pacientes con ictus de cinco ascendencias diferentes con la participación del consorcio internacional International Stroke Genetics Consortium, del que forma parte el consorcio español GeneStroke Consortium y la cohorte española GCAT|Genomes for Life.
Además de identificar los 89 loci o regiones cromosómicas independientes relacionadas con el riesgo de ictus, se pudo comprobar que gran parte de las características genéticas eran compartidas por todas las personas, sin importar su procedencia.
“Este hallazgo será importante para que los profesionales médicos puedan identificar los riesgos y los tratamientos idóneos en el camino hacia la medicina predictiva y de precisión”, dice el coautor Rafael de Cid, director científico de GCAT| Genomes For Life, investigador del IGTP.
Los investigadores analizaron, además, datos de 52.600 personas con enfermedad cardiometabólica y demostraron que la suma de los factores de riesgo genético predecía el riesgo futuro de ictus, independientemente de los factores de riesgo clínicos.
El investigador del IIB Sant Pau, Israel Fernández, explica que los estudios de asociación genética son herramientas muy útiles para la investigación porque los datos que ofrece no son sesgados: “Es decir, miramos polimorfismos repartidos por todo el genoma sin una hipótesis previa. Y lo que observamos es que aquellas mutaciones y aquellos genes que encontramos realmente están asociados con la enfermedad que estamos estudiando”.
Esto es mucho más preciso cuanto más número de pacientes y controles sanos se analicen y también tiene mucha relevancia poder analizar datos de personas de diferentes procedencias y orígenes étnicos, ya que algunas mutaciones son más comunes en algunas regiones del mundo y de otra forma se necesitarían analizar muestras muchísimo más grandes para poder encontrarlas. “Todos los genes que encontramos nos ayudan a entender mejor qué procesos biológicos son realmente importantes en la enfermedad”, subraya.
Lo importante de conocer mejor los mecanismos implicados en el desarrollo del ictus es que no solo se pueden buscar nuevos tratamientos dirigidos a esos procesos, también se pueden hacer estudios con fármacos ya aprobados para otras enfermedades que pueden servir para tratar a estos pacientes y para hacer prevención en personas que tienen alto riesgo por sus características genéticas. “Y el proceso de investigación en el caso de los fármacos ya existentes (que es lo que llamamos reposicionamiento farmacológico) es mucho más ágil siendo más fácil y rápido llegar a su aplicación en un paciente”, recuerda este investigador.
Refererencia:
Aniket Mishra et al. "Stroke genetics informs drug discovery and risk prediction across ancestries". Nature, 2022.