La Cátedra de Medio Ambiente de la Fundación General de la Universidad de Alcalá (UAH) estudia la evolución de una laguna de más de 30 hectáreas de superficie formada de manera natural en medio de un polígono industrial de Meco (Comunidad de Madrid) a raíz de la construcción de la carretera R-2 y de la puesta en marcha de una nave industrial. Los científicos han detectado más de 130 especies de aves distintas en el humedal.
A un lado la R-2, al fondo una nave de Inditex –de unos 30.000 m2–, a lo lejos los muros de la cárcel de Alcalá-Meco y en el centro de este paraje "típicamente" industrial surge el poder de la naturaleza en todo su esplendor: un humedal de 30 hectáreas y una profundidad de entre 40 y 150 centímetros en el que, de momento, se han detectado más de 130 especies de aves, algunas de ellas criando por primera vez en la Comunidad de Madrid, como el fumarel cariblanco. La pregunta es ¿cómo y por qué ha surgido esta balsa de agua ingente?
El director técnico de la Cátedra de Medio Ambiente de la Fundación General de la Universidad de Alcalá, Juan Luis Aguirre, que estudia la laguna desde su aparición en 2008, explica que “con la construcción de la R-2 se sacó mucha graba de esta zona del polígono y se dejó casi al descubierto la capa freática de las terrazas del río Henares. Eso coincidió con la construcción y puesta en marcha de la inmensa nave de Inditex. Las aguas pluviales de la nave han ido vertiendo al agujero y de forma natural se ha creado esta laguna”. La naturaleza, que camina sola y, cuando no encuentra obstáculos, sigue su curso.
Aguirre explica que este fenómeno no es "tan extraordinario". De hecho, enumera otras lagunas de menos tamaño que han aparecido en distintos entornos agredidos por la extracción de tierra, pero lo verdaderamente llamativo es el valor de las especies detectadas en la laguna de Meco. “Hay lagunas más pequeñas en Arganda (Madrid) y en Azuqueca de Henares (Guadalajara), por ejemplo, pero son más profundas. Lo bueno de esta laguna es que es más superficial y eso propicia la llegada de las aves más interesantes”, apunta.
En la Cátedra de Medio Ambiente observan desde hace tres años el ir y venir de especies ornitológicas. Aves migratorias que ya han establecido parada en la laguna y otras que, incluso, nidifican: “Las aves acuáticas se adaptan muy bien. Vuelan muy alto, detectan con mucha facilidad las zonas húmedas y rápidamente las colonizan. También las especies vegetales ligadas a estos medios son especialmente eficaces en la colonización”, asegura el director técnico de esta cátedra.
De momento, se han registrado más de 130 especies distintas, de las que unas 40 disponen de algún nivel de protección o están en listados de especies amenazadas. Algunas, como el fumarel cariblanco, del que se han localizado 22 ejemplares, no habían criado nunca en la Comunidad de Madrid y otras, como la gaviota reidora, hacía años que no lo hacía.
Culebras y corzos
Las huellas de otros animales, como la culebra o el corzo, auguran un futuro optimista para esta balsa de agua en la que la vegetación no para de crecer y multiplicarse. El problema es que esta laguna se ubica en un polígono industrial, aprobado en un Plan General de Ordenación Urbana que prevé usos logísticos para esa zona.
La Cátedra de Medio Ambiente ya se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento de Meco y con Arpegio, el organismo público de la Comunidad de Madrid propietario del terreno, y ha solicitado que se apruebe un convenio en el que se especifiquen los cambios de uso de suelo necesarios para que la laguna sea respetada en la configuración futura del polígono, o se adopten las medidas necesarias para adecuarla a los espacios verdes y de dotación del nuevo polígono.
Según Aguirre, la solución pasaría por respetar la laguna en su lugar original o trasladarla un poco más hacia el sur del polígono industrial, donde los terrenos están calificados para equipamientos. El Ayuntamiento ya ha dado el visto bueno, apoyando el mantenimiento o traslado de la laguna. Arpegio lleva meses estudiando el caso, y aún no se ha pronunciado.
Mientras tanto, en la Cátedra de Medio Ambiente Alejandro Aparicio, Carlos Talabante, Gustavo Díaz, Alberto Larrán y Aguirre siguen haciendo trabajo de campo en la laguna. Casi todas las semanas registran nuevas aves que llegan hasta Meco, ajenas al hecho de que alguien, en su día, proyectó en su interior un polígono industrial.