El origen de los meteoritos microscópicos que componen el polvo cósmico ha sido revelado por vez primera en un estudio científico publicado por la revista Geology. La investigación revela que parte del polvo cósmico que cae a la Tierra procede de un antiguo cinturón de asteroides situado entre Júpiter y Marte y contribuye a mejorar nuestro conocimiento del Sistema Solar. Según los investigadores del Imperial College de Londres podría constituir un método innovador y de bajo coste para comprender el espacio.
El autor del estudio, Mathew Genge, del Departamento de Ingeniería y Ciencias de la Tierra del Imperial College de Londres, ha recorrido el globo recogiendo polvo cósmico. “Existen cientos de miles de millones de partículas de polvo extraterrestre que caen del cielo. Ese abundante recurso es importante porque los pequeños fragmentos de roca nos permiten estudiar objetos distantes del sistema solar, sin el coste de miles de millones de dólares de las misiones espaciales”.
El origen del polvo cósmico que llega a la Tierra nunca ha estado claro. Los científicos pensaban que analizar el contenido químico y mineral de las partículas de polvo individuales era la clave para rastrear su origen. No obstante, este estudio sugiere que la comparación de un gran número de partículas proporciona mejores resultados.
Con el fin de identificar el origen del polvo cósmico, Genge analizó más de 600 partículas, catalogando meticulosamente su contenido químico y mineral, y reensamblándolas como si fueran un rompecabezas gigante. “Llevo estudiando estas partículas bastante tiempo y tenía todas las piezas del rompecabezas, pero había estado tratando de comprender las partículas por separado. Sólo cuando di un paso atrás y examiné el contenido de minerales y las propiedades de cientos de partículas, se hizo evidente su procedencia. Fue como dar la vuelta al sobre y encontrar la dirección del remitente en el reverso”.
Identificando el polvo cósmico
Genge encontró que el polvo cósmico procede de una familia de antiguas rocas espaciales denominadas asteroides de Koronis, entre los que está 243 Ida, fotografiado numerosas veces por la sonda Galileo de la NASA. Las rocas se encuentran en un cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter y se formaron hace aproximadamente 2.000 millones de años, cuando un asteroide de tamaño muy superior se rompió en pedazos.
Un análisis más detallado muestra que el polvo procede de un agrupamiento más pequeño de 20 rocas espaciales de la familia Koronis, denominados asteroides de Karin. Procede de roca antigua de condrita, común en los asteroides de Karin, que se formó en el espacio durante el nacimiento del Sistema Solar.
A menudo caen a la tierra meteoritos de contrita. El investigador británico pudo establecer una correspondencia entre la mineralogía y la química de las partículas de polvo, con las muestras de meteoritos de contrita recopiladas anteriormente. Respaldó el origen del polvo cósmico con datos astronómicos en la banda de infrarrojos, que mostraban asteroides de Karin en contacto unos con otros, y haciendo impacto entre sí, para crear el polvo cósmico.
Genge afirma que “su investigación ofrece interesantes posibilidades para comprender con mayor profundidad las primeras etapas del Sistema Solar”. Está de acuerdo en que el estudio del polvo cósmico nunca sustituirá completamente a las misiones espaciales, pero añade que es posible que no necesitemos visitar tantos lugares diferentes.
"En esta investigación hemos demostrado por primera vez un modo de localizar el origen de estas pequeñas pero importantes partículas. La respuesta a muchas preguntas importantes, como porqué estamos aquí y si estamos solos en el Universo, podría perfectamente estar en el interior de una partícula de polvo cósmico. Debido a que están en todos los sitios, incluso en el interior de nuestros hogares, no es necesario despegar de la Tierra para encontrar esas respuestas. Quizás ya estén junto a nosotros, aquí y ahora”.
Las partículas de polvo cósmico procedentes de asteroides y cometas, son fragmentos minúsculos de roca pulverizada. Pueden medir hasta una décima de milímetro y rodean el sistema solar formando una tenue nube. Su estudio es importante debido a que su contenido mineral registra las condiciones en las que se formaron los asteroides y los cometas hace entre 4.000 y 500 millones de años y proporcionan información sobre las primeras etapas del Sistema Solar.
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