Científicos de todo el mundo han realizado la evaluación más exhaustiva de los vertebrados del planeta. Las conclusiones, publicadas en Science y presentadas en el marco de la X Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica que se celebra hasta el viernes en Nagoya (Japón), demuestran que una quinta parte de las especies está amenazada. Según los expertos, la situación podría ser peor si no fuese por los esfuerzos actuales de conservación ambiental.
El estudio ha recopilado datos de 25.780 especies de La Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para analizar el estado de los vertebrados (mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces) y cómo ha cambiado este estado en el transcurso del tiempo.
Los resultados muestran que 50 especies de mamíferos, aves y anfibios se acercan cada año a la extinción debido a los impactos de la expansión agrícola, la tala de árboles, la sobreexplotación y la aparición de especies invasoras.
Según los expertos, el porcentaje de especies de vertebrados amenazados varía entre un 13% de aves y un 41% de anfibios. Aunque el estudio está centrado en los vertebrados, los investigadores también informan de los niveles de amenaza de otros grupos evaluados por la Lista Roja: 14% de las praderas marinas, 32% de los cangrejos de río de agua dulce y 33% de los corales que forman los arrecifes.
“La columna vertebral de la biodiversidad se está erosionando. Un pequeño salto hacia arriba en la Lista Roja supone un enorme salto en el camino hacia la extinción. Es solo una pequeña muestra de las pérdidas que están teniendo lugar en la actualidad en el planeta”, declara Edward O. Wilson, ecólogo y escritor americano, y profesor en la Universidad de Harvard (EE UU).
La siembra de cultivos de exportación como la palma aceitera, las operaciones comerciales de madera, la agricultura y la caza no sostenibles, convierten al sudeste asiático en la región del mundo que mayores pérdidas de biodiversidad ha experimentado.
En ciertas zonas de Centroamérica, los Andes tropicales de Sudamérica e incluso en Australia, se han experimentado también pérdidas importantes, sobre todo por el impacto del hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), mortal para los anfibios.
Casos de éxito de recuperación
El estudio, que se publica en Science, presenta por primera vez los efectos positivos de la conservación de la diversidad biológica en todo el mundo. Según el trabajo, el estado de la biodiversidad podría haber disminuido al menos un 20% más si no se hubiesen realizado las acciones de conservación.
“La historia nos ha enseñado que la conservación puede lograr lo imposible, como sabe cualquier persona que conozca la historia del rinoceronte blanco del sur de África”, apunta Simon Stuart, coautor del estudio y presidente de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN. “No obstante, esta es la primera vez que podemos demostrar el impacto positivo total de estos éxitos en el estado del medio ambiente”, añade.
En total, unas 64 especies de mamíferos, aves y anfibios han mejorado su estado gracias a acciones de conservación con éxito. Entre ellas, tres especies, que se habían extinguido en la naturaleza, han sido reintroducidas: el cóndor de California (Gymnogyps californianus), el hurón de pies negros (Mustela nigripes) en EE UU, y el caballo de Przewalski (Equus ferus przewalskii) en Mongolia.
Los esfuerzos de conservación han logrado un éxito importante en la lucha contra las especies invasoras de las islas. Un ejemplo de ello es la población global del zorzal cantor de las Islas Seychelles (Copsychus sechellarum) que aumentó hasta los 15 individuos en 1965 y hasta los 180 en 2006 a través del control de depredadores introducidos, como la rata parda (Rattus norvegicus), y de los programas de cría en cautividad y reintroducción.
En la Isla Mauricio se han recuperado seis especies de aves, entre ellas el cernícalo de Mauricio (Falco punctatus), cuya población ha aumentado desde los cuatro ejemplares en 1974 hasta cerca de los 1.000 individuos.
En Sudamérica, las áreas protegidas, gracias a la colaboración de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestres (CITES) y del Convenio de la Vicuña, han fomentado la recuperación de la vicuña (Vicugna vicugna), especie de camélido sudamericano.
Por otra parte, la legislación promulgada para prohibir la caza comercial de ballenas ha logrado que la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) pase de ser una especie “vulnerable” a de “preocupación menor”.
Sin embargo, muy pocos anfibios han mostrado algún signo de recuperación. Los expertos señalan que los esfuerzos internacionales están aumentando, e incluyen un programa para la reintroducción de la rana endémica tanzana, Nectophrynoides asperginis, en la fauna salvaje de Tanzania.
Según los investigadores, el estudio representa una “mínima” estimación del impacto real de la conservación. “Cerca de un 9% de las especies en peligro de extinción han aumentado su población”, declaran.
Los resultados muestran que la conservación da sus frutos cuando se le destinan recursos y compromiso. “Habría que incrementar la respuesta internacional de forma considerable, dado que las acciones de conservación actuales no están a la altura de la magnitud de las amenazas”, manifiestan los autores.
“Esta es una prueba clara de por qué es imprescindible salir de Nagoya con un plan estratégico que guíe nuestros esfuerzos en favor de la biodiversidad durante la próxima década”, apunta Julia Marton-Lefèvre, directora general de la UICN. “La conservación da resultado, pero necesita nuestro apoyo y lo necesita ya”, concluye.