La mayoría de los pergaminos en los que se escribieron los Rollos de Qumrán son de piel de oveja, y alguno de vaca. Ahora investigadores israelíes han conseguido analizar su material genético, lo que ha permitido juntar piezas de una misma piel y separar otras que estaban mal unidas en este milenario rompecabezas.
Los más de 25.000 fragmentos de los cerca de 930 Manuscritos del Mar Muerto, también llamados Rollos de Qumrán por haberse encontrado en cuevas de esta región de Palestina, llevan textos escritos entre el siglo III a.C. y el I d.C., como las copias más antiguas conocidas de algunos libros de la Biblia.
Desde que se encontraron a mediados del siglo pasado, los especialistas tratan de unir las piezas de este complejo rompecabezas, una tarea a la que ahora puede ayudar el ADN de las pieles con las que fueron fabricadas. Investigadores de Israel y Suecia informan sobre ello en la revista Cell.
"El hallazgo de los Rollos del Mar Muerto es uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes jamás realizados", subraya uno de los autores, Oded Rechavi, de la Universidad de Tel Aviv, “sin embargo, plantea dos grandes retos”.
“Por una parte –explica–, la mayoría no se encontraron intactos, sino desintegrados en miles de trozos, que tuvieron que clasificarse y reconstruirse, sin saber cuántas piezas se perdieron para siempre, o, en el caso de las obras no bíblicas, cómo debería leerse el texto original. Según clasifiques cada fragmento, la interpretación de lo que pone puede cambiar drásticamente”.
“Y el segundo reto es que la mayoría de los pergaminos no se recogieron directamente en once cuevas de Qumran cerca del Mar Muerto, sino a través de traficantes de antigüedades –advierte Rechavi–. Por tanto, no está clara su procedencia, lo que dificulta mucho juntar las piezas en el contexto histórico adecuado”.
Hasta ahora, el criterio más habitual para unir los fragmentos había sido observar las características visibles que relacionan unos con otros, pero Rechavi y sus colegas, incluidos el profesor Noam Mizrahi, también de la Universidad de Tel Aviv, y Mattias Jakobsson de la Universidad de Uppsala, decidieron buscar pistas más ocultas a través del ADN.
Análisis del ADN de los Manuscritos del Mar Muerto. / Rechavi Lab (TAU Storage)
“Uno de los logros técnicos de nuestro estudio, ha sido poder secuenciar el ADN de muestras minúsculas y muy degradadas”, destaca Mizrahi a SINC, “de hecho, la Autoridad de Antigüedades de Israel, el custodio oficial de los manuscritos y nuestro socio en el proyecto, nos proporcionó algunas que a veces no eran más que el ‘polvo’ de los rollos, raspado cuidadosamente de su parte posterior”.
El análisis genético de ese material, así como el de piezas de cuero de la misma época ya identificadas como de oveja, vaca y cabra, han permitido confirmar que la mayoría de los fragmentos analizados de los Rollos del Mar Muerto están hechos de piel de oveja, algo que no se conocía, excepto dos que eran de vaca.
Poder distinguir la piel de ambos animales ha permitido separar fragmentos que se creía que encajaban, pero que han resultado ser diferentes: unos pertenecían a pergaminos de oveja y otros de vaca. Esto se ha podido comprobar con los restos de las copias del Libro de Jeremías, uno de los rollos bíblicos más antiguos, cuyos textos ya sugerían diferentes versiones.
"El hecho de que los manuscritos que son más divergentes textualmente también estén hechos de una especie animal distinta indica su distinta procedencia", explica Mizrahi, “y lo más probable es que los fragmentos de vaca se escribieran en otros lugares porque no era posible criar vacas en el desierto de Judea”.
Según los investigadores, este descubrimiento con el Libro de Jeremías también tiene implicaciones mayores: “si las diferentes versiones circularan en paralelo implica que la santidad de la obra no se basaba en la precisión de su texto, a diferencia de las versiones exclusivas adaptadas más tarde por el judaísmo y el cristianismo”.
Pero más allá de poder diferenciar pieles de especies distintas, los análisis de ADN permiten distinguir la de individuos concretos, es decir, la de una oveja de otra, lo que sin duda ayuda a reunir fragmentos de un mismo pergamino.
“Esto lo hemos podido hacer en algunos casos cuando la cobertura genética se ha preservado lo suficiente”, aclara Mizrahi, “y en nuestro artículo discutimos varios ejemplos en los que lo hemos aplicado, como en fragmentos de las Canciones del Sacrificio del Sabbat”.
De esta obra no bíblica se han encontrado piezas tanto en Qumrán, al norte del Mar Muerto, como en Masada, al sur. Los análisis de ADN muestran que las de las cuevas de Qumrán están estrechamente relacionadas genéticamente, pero que las de Masada son distintas. Para los especialistas, esto tiene implicaciones en la historia de la liturgia judía y el misticismo occidental.
Los resultados del estudio también han servido para confirmar que trozos de origen incierto, como algunos del Libro de Isaías, proceden posiblemente de sitios distintos a las cuevas de Qumrán, lo que sugiere la existencia de lugares arqueológicos por descubrir.
En cualquier caso, miles de piezas de este rompecabezas esperan todavía su correcta identificación, aunque para afrontar este reto, el ADN se suma ahora a los tradicionales estudios lingüísticos e históricos. Los investigadores esperan analizar muchas más muestras para conseguir el ‘genoma’ más completo de los Rollos del Mar Muerto.
Dos de los más de 25.000 fragmentos en los que están divididos los Rollos de Qumrán. / Rechavi Lab (TAU Storage)
Referencia:
Sarit Anava, Moran Neuhof, Hila Gingold, Or Sagy, Arielle Munters, Emma M. Svensson, Ebrahim Afshinnekoo, David Danko, Jonathan Foox, Pnina Shor, Beatriz Riestra, Dorothée Huchon, Christopher E. Mason, Noam Mizrahi, Mattias Jakobsson, Oded Rechavi. "Illuminating Genetic Mysteries of the Dead Sea Scrolls" Cell, 2 de junio de 2020.