El seísmo de magnitud 7,6 que sacudió el 1 de enero la tranquila prefectura de Ishikawa ya ha dejado cerca de 80 muertos y otros tantos desaparecidos. Construcciones antiguas y una población envejecida en este territorio, alejado de grandes urbes como Tokio, han contribuido a que el impacto fuera mayor en uno de los países mejor preparados del mundo para este tipo de desastres.
Los equipos de rescate han protagonizado este jueves una carrera contrarreloj para encontrar a los que probablemente sean los últimos supervivientes del terremoto que sacudió el lunes el centro de Japón y que ha dejado al menos 82 muertos y 79 desaparecidos.
La prefectura de Ishikawa, en la franja occidental del centro de la isla de Honshu (la principal del país), fue donde se produjo el seísmo y actualmente concentra las principales pérdidas humanas y materiales reportados por las autoridades locales.
Localidades como Wajima (27.000 habitantes ) o Suzu (14.000) están siendo el principal foco de militares y equipos de rescate, puesto que hoy se cumplieron 72 horas (el plazo tras el cual se considera muy difícil hallar a supervivientes enterrados bajo los escombros) desde el temblor de magnitud 7,6 que tuvo su epicentro a pocos kilómetros de ambas poblaciones.
Destrozos causados por el terremoto en una de las poblaciones afectadas. / EFE/EPA/FRANCK ROBICHON
El primer ministro nipón, Fumio Kishida, ha pedido "el máximo esfuerzo" para tratar de hallar personas con vida en esta región. Wajima por sí sola suma 48 fallecidos y 36 desaparecidos, mientras que 23 perdieron la vida en Suzu y 32 de sus vecinos siguen en paradero desconocido.
Los problemas de acceso son el otro gran problema para los rescatadores y la población, ya que solo en estos dos municipios hay 750 personas aún incomunicadas debido a que el terremoto, que llegó a levantar el suelo provocando desniveles de cuatro metros, ha destruido infinidad de carreteras y caminos.
Los expertos han alertado además de réplicas durante toda esta semana y la siguiente que podrían ser de gran intensidad, además de advertir que las lluvias que están azotando la zona podrían provocar deslizamientos de tierra y dificultar aún más las tareas de rescate.
A día de hoy el número de heridos supera en Ishikawa los 300, entre lesiones graves y leves, al tiempo que en toda la prefectura, donde se calcula que se derrumbaron más de 200 construcciones, permanecen en centros de evacuación unas 34.000 personas.
Más de 200 construcciones se han derrumbado por el seísmo. / EFE/EPA/FRANCK ROBICHON
El hecho de que el terremoto se produjera durante el 1 de enero, cuando mucha gente se había desplazado a la región para celebrar con su familia el Año Nuevo, ha supuesto que haya más personas evacuadas de las normalmente estimadas por las autoridades locales. Además, informaciones de la cadena japonesa NHK hablan de escasez de comida, agua o ropa de abrigo en algunos refugios.
Hasta este jueves unos 2.000 efectivos de las Fuerzas de Auto Defensa (Ejército) han sido desplegados en la región, además de 22 aviones y ocho barcos para las actividades de rescate y recopilación de información de daños, el doble de los recursos que se desplegaron en un inicio.
Como efecto colateral, el martes una aeronave de la Guardia Costera que se disponía a transportar comida y agua para los afectados por este terremoto chocó en la pista del Aeropuerto Internacional de Tokio contra un avión comercial, con 379 ocupantes a bordo. Todos lograron ser evacuados y ponerse a salvo cuando se incendió el avión, pero no así cinco de los seis pasajeros de la pequeña aeronave, que perecieron durante el accidente.
El choque ocurrido en la pista del aeropuerto de Haneda (Tokio) involucró a un avión comercial y a una aeronave que llevaba suministros para los afectados por el terremoto. / EFE/EPA/JIJI PRESS
El Ejecutivo japonés ha dicho que hará uso de unos 4.000 millones de yenes (unos 28 millones de dólares) de fondos de emergencia para incrementar la ayuda en Ishikawa, lo que incluye duplicar el actual despliegue de miembros de las Fuerzas de Auto Defensa hasta los 4.600 efectivos.
El terremoto golpeó el entorno de la península de Noto -una zona en la que se sabe que hay fallas activas- a las 16.10 hora local y tuvo su epicentro a 30 kilómetros al noreste de Wajima, alcanzando el nivel máximo 7 en la escala sísmica de la Agencia Meteorológica de Japón (JMA).
Esta se centra en el poder destructivo del temblor y considera que en uno de rango 7 es imposible mantenerse en pie y que solo es posible moverse si uno se arrastra por el suelo. El terremoto del lunes es el primero de nivel 7 en registrarse en el país desde 2018, cuando un seísmo alcanzó ese rango en una zona muy poco poblada de la isla de Hokkaido.
Al igual que existe una España vaciada, también ocurre lo mismo en el país nipón. El vaciado Japón rural ha sido el epicentro de este terremoto. Construcciones antiguas y una población envejecida han contribuido a que el impacto fuera mayor en un país altamente preparado para este tipo de desastres.
El área más afectada por el potente seísmo, la tranquila prefectura de Ishikawa, a unos 500 kilómetros de Tokio, encarna a la perfección el problema demográfico que sufre el país. Refleja además los pocos puntos vulnerables de Japón frente a los frecuentes terremotos.
La escasa y envejecida población de la región afectada, con dificultades para seguir protocolos de evacuación con rapidez, se suma a la antigüedad de unas casas que no están preparadas para resistir temblores del calibre del último, a diferencia de las viviendas de zonas urbanas.
A su vez, cualquier otro lugar habitado del mundo podría con alta probabilidad ser más susceptible de vivir una tragedia considerablemente mayor después de un terremoto como este.
Varias placas tectónicas convergen bajo Japón, por lo que, acostumbrado a los temblores, que normalmente no suelen dejar tanta destrucción a su paso como el del pasado 1 de enero, ha implementado un urbanismo resiliente y una gestión de desastres a la altura de su situación geográfica.
Movimientos sísmicos han causado durante la historia del país dolorosos desastres, como el terremoto y tsunami de 2011 o el Gran Terremoto de Kanto hace 100 años, que dejó 105.385 muertos y desaparecidos y provocó llamas en las que ardieron la mitad de Tokio y parte de la vecina Yokohama.
Tras ellos, el país ha ganado un alto conocimiento en evaluación de riesgos y formulación de contramedidas que lo han llevado a poseer una planificación urbana para mitigar potenciales desastres en lugar de responder a ellos una vez ya han ocurrido.
Áreas de evacuación en cada vecindario, bloques separados por espacios amplios como avenidas o canales que actúan de cortafuegos y edificios a prueba de incendios son los tres pilares que sostendrían las urbes en caso de catástrofe.
Un ejemplo visible en Tokio de esta planificación es la construcción de grandes bloques de viviendas o edificios altos en primera línea de terrenos residenciales, de tal modo que los colosos rodean hogares más bajos, sirviendo de "pared" para impedir que las llamas puedan avanzar.
El moderno Tokio contrasta con las zonas rurales de Japón. / Benh Lieu Song
Sin embargo, las zonas rurales del país no están tan preparadas y las características de sus construcciones antiguas impiden que puedan soportar fuertes temblores y sobreponerse a ellos.
Casas caídas, asfalto roto y familias conmocionadas dibujan días de tragedia humana en Japón, que ha recibido el nuevo año de forma accidentada.
El campo japonés, que concentra alrededor del 8 % de la población nipona, cuenta con numerosos "pueblos fantasma". Estadísticas oficiales apuntan que hay alrededor de 8,5 millones de hogares abandonados (conocidos como 'akiya') en Japón, aunque estimaciones señalan que la cifra real ser cercana a los 11 millones.
El gobierno calcula que los 'akiya' representarán el 30 % de las viviendas japonesas en la próxima década e intenta revertir la situación desde hace ya algunos años con programas para evitar el éxodo, sobre todo de personas jóvenes.
En enero del año anterior, el Ejecutivo que encabeza el primer ministro Fumio Kishida anunció que las familias que se mudasen de Tokio al campo recibirían una compensación de un millón de yenes por niño. La iniciativa fue cuestionada por muchos, pues dudan de la capacidad del plan para alejar de la capital a los habitantes de la gran Tokio.
Ahora, lejos de la capital, el seísmo del pasado lunes ha sido el más devastador en Japón desde el de 2016 en la prefectura de Kumamoto (que dejó más de 200 muertos).
Además, el temblor también obligó a activar durante horas una alerta por tsunami de la máxima categoría (aquellas que se implementan cuando se prevén olas de más de tres metros), la primera vez que esto sucede en el país desde el terremoto de 9 grados Richter que golpeó el noreste del país en 2011.
Aquel sismo deparó un tsunami que dejó más de 20.000 muertos y provocó la fusión parcial de tres reactores en la central nuclear de Fukushima Daiichi, el peor desastre atómico desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986.