Uno de los principales responsables del cambio climático es la agricultura animal, pero ¿qué ocurría si abandonáramos la producción de ganado en todo el mundo? Un equipo de científicos se ha hecho esta pregunta y revela que su eliminación progresiva durante los próximos 15 años tendría el mismo efecto que la reducción del 68 % de las emisiones de CO2 hasta el año 2100.
Las soluciones a la crisis climática se están abordando desde diferentes perspectivas, pero no hay ningún ingrediente “mágico” que logre limitar el aumento de temperaturas a 2 ºC para finales de siglo. Una cosa sí está clara entre la comunidad científica: es necesario acabar con la dependencia de los combustibles fósiles para evitar emisiones.
Teniendo en cuenta que los gases de efecto invernadero que emite la ganadería contribuyen al calentamiento global, un equipo de científicos de la Universidad de Stanford y la Universidad de California en Berkeley, ambas en EE UU, se hizo una simple pregunta: ¿Cuál sería el impacto de la eliminación global de esta práctica agrícola?
La respuesta se publica ahora en la revista PLoS Climate, donde revelan que el abandono gradual de la ganadería, combinado con un cambio de dieta basada en plantas, detendría durante 30 años el aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.
“Si la agricultura animal se eliminara gradualmente en 15 años y todas las demás emisiones de gases de efecto invernadero continuaran como ahora, la eliminación crearía una pausa de 30 años en las emisiones netas de gases de efecto invernadero y compensaría casi el 70 % del efecto de calentamiento de esas emisiones hasta el final del siglo”, señala Patrick Brown, profesor emérito del departamento de bioquímica de la Universidad de Stanford.
Según el modelo analizado por los científicos, el abandono de la ganadería permitiría reducir el 68 % de las emisiones de dióxido de carbono hasta el año 2100. Esto supondría el 52 % de la reducción neta de emisiones necesaria para limitar el calentamiento global a 2 ºC. El estudio revela que el 90 % de las reducciones de emisiones podría lograrse solo con la sustitución de rumiantes como el ganado vacuno y el ovino.
Los resultados del trabajo muestran que estos cambios se derivarían de la descomposición espontánea del metano y el óxido nitroso, y de la recuperación de la biomasa en los ecosistemas naturales en el más del 80 % de la huella terrestre de la humanidad que actualmente se dedica a la ganadería.
La reducción o eliminación de la agricultura animal debería estar en lo más alto de la lista de posibles soluciones climáticas
“La reducción o eliminación de la agricultura animal debería estar en lo más alto de la lista de posibles soluciones climáticas”, apunta Brown. “Espero que otros, incluidos los empresarios, los científicos y los responsables políticos mundiales, reconozcan que esta es nuestra mejor y más inmediata oportunidad de invertir la trayectoria del cambio climático, y aprovechen la oportunidad”, continúa.
La investigación sugiere que este cambio supondría una oportunidad climática con la disminución de las emisiones mediante la eliminación de la ganadería. “El efecto combinado es asombrosamente grande y, lo que es igual de importante, rápido, ya que la mayor parte de los beneficios se obtendrían antes de 2050”, afirma el investigador estadounidense.
“A medida que disminuyan las emisiones de metano y óxido nitroso procedentes de la ganadería, los niveles atmosféricos de estos potentes gases de efecto invernadero descenderán drásticamente en unas décadas”, afirma Brown. “Y el CO2 que se liberó a la atmósfera cuando los bosques y las praderas silvestres se sustituyeron por cultivos forrajeros y tierras de pastoreo puede volver a convertirse en biomasa a medida que se vaya eliminando el ganado y se recuperen los bosques y las praderas”, añade.
Junto al científico trabajó Michael Eisen, profesor de genética y desarrollo de la UC Berkeley. Los científicos utilizaron los datos disponibles públicamente sobre la producción ganadera, las emisiones relacionadas con el ganado y el potencial de recuperación de la biomasa en las tierras que actualmente se utilizan para la ganadería, para predecir cómo la eliminación progresiva de toda o parte de la producción agrícola animal mundial alteraría las emisiones antropogénicas netas, o causadas por el ser humano, a partir de los niveles de 2019.
A continuación, utilizaron un modelo climático sencillo para proyectar cómo afectarían estos cambios a la evolución de los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera y al calentamiento durante el resto del siglo. Para ello, examinaron cuatro escenarios sobre la dieta: una sustitución inmediata de toda la agricultura animal por una dieta exclusivamente vegetal; una transición más gradual y, según los autores, más realista, de 15 años a una dieta global exclusivamente vegetal; y versiones de cada uno en las que solo se sustituía la carne de vacuno por productos vegetales.
Para cada escenario hipotético, los científicos partieron de la base de que las emisiones no agrícolas se mantendrían constantes y de que la tierra que antes se utilizaba para la producción ganadera se convertiría en pastizales, praderas, bosques y similares que absorberían el CO2 atmosférico.
Aunque el trabajo no profundiza en los detalles de la eliminación global de la ganadería, sus autores reconocen que los impactos económicos y sociales de una transición global a una dieta basada en plantas serían crítica en muchas regiones y lugares. “Es probable que se requiera una inversión global sustancial para asegurar que las personas que actualmente viven de la agricultura animal no sufran cuando esta se reduzca”, plantea Brown.
Pero ¿la sociedad está realmente preparada para pasar a una dieta exclusivamente vegetal en los próximos 15 años? Los investigadores recalcan que otras revoluciones se han producido en menos tiempo.
“Pasamos de no tener teléfonos móviles a que estos sean omnipresentes en menos tiempo que eso. La electricidad, los coches, los paneles solares... todo se generalizó en un periodo de tiempo relativamente corto”, señala Eisen, asesor de la empresa Impossible Foods –fundada y dirigida por el científico de la Universidad de Stanford– que desarrolla alternativas a los animales en la producción de alimentos.
Los científicos asumen que las actitudes frente a la comida son muy variables. “Hace 500 años, nadie en Italia había visto nunca un tomate. Hace 70, nadie en China había bebido nunca soda. El cordero era la carne más popular en EE UU”, ejemplifica Eisen.
Brown y Eisen han puesto a disposición del público todos los datos brutos que utilizaron, así como sus cálculos y el código informático empleado para realizarlos, para que otros puedan formarse su propia opinión. “Lo bueno de la ciencia es que, al final, todo se reduce a si las conclusiones están respaldadas por las pruebas”, concluye Brown. “Y en este caso, lo están”.
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