Investigadores del Institut de Recerca de l’Hospital de la Vall d’Hebron han publicado los resultados de un estudio que concluye que los trasplantes hepáticos, además de ser necesarios para mejorar la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes con fallo hepático, tienen un efecto beneficioso sobre la función cognitiva del cerebro de estos pacientes.
De esta investigación, inicialmente publicada en la revista Transplantation, hoy se hace eco la Research Highlights sección de la revista Nature Reviews Gastroenterology & Hepatology.
Los pacientes que se encuentran en fases avanzadas de enfermedad hepática, como puede ser la cirrosis, sufren un trastorno llamado encefalopatía hepática. "Cuando un hígado presenta algún grado de cirrosis hay un aumento de la acumulación de diversas sustancias que actúan como compuestos tóxicos que acaban afectando al sistema nervioso central", explica el doctor Juan Córdoba, responsable del estudio y médico especialista del Servicio de Hepatología del Hospital Universitario de la Vall d'Hebron. Normalmente, después del trasplante de hígado, se normalizan toda una serie de anomalías, como cierto grado de edema cerebral. Pero hay casos en que, posteriormente al trasplante de hígado, persisten los déficits cognitivos. El grupo del doctor Córdoba también acaba de publicar un trabajo donde detalla cómo se producen estos mecanismos en modelos animales.
Este estudio explica el porqué de esta paradoja. Después de un seguimiento durante 10 años de pacientes con un trasplante hepático se constata que la función cognitiva mejora globalmente en los pacientes trasplantados. Pero, aquellos casos con enfermedad hepática grave, que tienen varios episodios de encefalopatía hepática, presentan un deterioro irreversible de la función cognitiva. "Este punto tiene especial relevancia, sobre todo si tenemos en cuenta que entre los criterios para seleccionar al candidato a un trasplante hepático no se incluyen los episodios, aunque sean repetidos, de encefalopatía hepática", subraya el doctor Córdoba.
Pero, a pesar de controlar estos episodios y conseguir hacer un trasplante en pacientes que presentan muy poco deterioro de la función cognitiva, en los años posteriores al trasplante (10 años aproximadamente) aparece un envejecimiento cerebral acelerado. Este rápido envejecimiento se asocia a factores de riesgo cardiovascular favorecidos por la toma de fármacos inmunosupresores. Después de un trasplante es imprescindible tomar estos fármacos que suprimen el sistema inmunitario para que el organismo no ataque al nuevo órgano. “Estos fármacos, a medio plazo, favorecen la presencia de hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo II, etc. Es decir, enfermedades que aumentan el riesgo cardio y cerebrovascular y que acaban provocando lesión de los pequeños vasos y la sustancia blanca del cerebro favoreciendo este envejecimiento cerebral acelerado y, por tanto, un deterioro de la función cognitiva”, aclara el doctor Córdoba.
Este estudio ha seguido durante 10 años a pacientes con un trasplante hepático en las pruebas antes del trasplante, al cabo de un año del trasplante, y entre los 6 y 9 años post-trasplante. Además de tests psicológicos para evaluar este deterioro cognitivo, se han realizado resonancias magnéticas seriadas para establecer el grado de atrofia y las lesiones de sustancia blanca. Se ha evidenciado cómo mejoran estas lesiones después del trasplante y cómo, al cabo de 10 años, vuelven a aparecer de forma progresiva.
Sin embargo, el mensaje es claro: "Después de un transplante de hígado los pacientes mejoran su función cognitiva, pero hay que tener muy presente el efecto, sobre el cerebro, del riesgo cardiovascular. De este estudio también se extrae una conclusión importante: en la encefalopatía hepática, a pesar de no estar entre los parámetros que determinan la urgencia de un trasplante, hay que tenerla muy en cuenta y hay que controlar y minimizar sus episodios al máximo. Cuanto mejor sea la situación cognitiva del paciente, previa al trasplante, más se evitarán problemas futuros e irreversibles", explica el doctor Córdoba. En esta población de pacientes trasplantados hay que incidir en el cuidado de los riesgos cardio y cerebrovasculares, pues su control es clave para evitar o minimizar el envejecimiento cerebral acelerado.
El estudio aporta datos que, a pesar de ser insuficientes para replantear los criterios actuales de priorización de trasplantes, indican que hay que tener muy presente las secuelas postrasplante de la encefalopatía hepática. Estos hallazgos subrayan la importancia de prevenir los episodios de encefalopatía hepática con medidas terapéuticas que ya están disponibles.