Un estudio ha constatado que el 95% de los usuarios de los bancos del tiempo participan en estas iniciativas buscando tener relaciones sociales integradoras. El sentimiento de pertenencia y la responsabilidad social son también motivaciones por las cuales forman parte de estos mercados alternativos donde se ofrecen y se demandan todo tipo de servicios. Aun así, esta reciprocidad no siempre se da y genera desequilibrios, lo que supone uno de los retos de estas iniciativas.
Una investigación ha estudiado algunos bancos del tiempo españoles para fijarse en aspectos como la estructura, la gestión y el perfil de los usuarios. El estudio ha sido elaborado por Eleni Papaoikonomou, del grupo de investigación social y empresarial de la Universidad Rovira i Virgili (URV), junto con Carmen Valor, de la Universidad Pontificia Comillas. Los resultados se han publicado en la Revista Internacional de Sociología del CSIC.
A través de 270 cuestionarios a usuarios y de entrevistas en profundidad a los gestores de 27 bancos del tiempo diferentes, se ha realizado un análisis cuantitativo y cualitativo de estas entidades cuyos resultados han puesto de relieve qué piensan sus miembros, cómo actúan y cuáles son sus problemas y retos más frecuentes.
Los usuarios de los bancos del tiempo son mayoritariamente mujeres (68,3%), de entre 30 y 49 años (58,7%), con estudios universitarios (71,2%) y con empleo (59,6%). El 25% de los usuarios encuestados no ha hecho ninguna transacción en los bancos del tiempo y, por lo tanto, se consideraría inactivo.
Un propósito mayoritario entre los usuarios de los diversos bancos del tiempo analizados es la cohesión social. El 95,1% de los encuestados ha asegurado que las relaciones sociales integradoras son una de sus intenciones a la hora de decidir entrar como miembros. Los motivos pueden ser el sentimiento de pertenencia (59,5%), la responsabilidad social (60,3%), la igualdad (56,2%) o la provisión de recursos y servicios al resto de los usuarios (77,7%).
De hecho, en general, los bancos del tiempo han sido creados por ayuntamientos y gobiernos municipales, asociaciones de vecinos, otras entidades sin ánimo de lucro o asambleas locales de vecinos sin ninguna entidad asociada. Según el estudio, los bancos del tiempo están «orientados a mejorar el tejido social del barrio a través de una estructura que desarrolle relaciones sociales, genere confianza y refuerce los lazos sociales».
Protesta contra el sistema
Otra motivación es la que comparte el 69,4% de los usuarios de los bancos del tiempo: expresarse y mostrar su actitud frente a la sociedad actual. Algunos de ellos deciden formar parte de ellos como protesta contra el sistema (55,4%) y otros pretenden enseñar al resto a ser responsables (43,8%). Sin embargo, los miembros que entran con estas intenciones no son tan activos como otros.
La finalidad política, de toma de decisiones y reivindicativa, no se había considerado hasta ahora en una investigación científica a la hora de analizar el perfil de los usuarios de los bancos del tiempo.
Entre los objetivos de los integrantes de estos mercados alternativos también figuran la provisión de servicios o productos a la comunidad (77,7%) y, en menor medida (7,4%) la adquisición de recursos. Esta diferencia cuantitativa tan acentuada que señalan los cuestionarios se refleja en el día a día de los bancos del tiempo, lo que genera un desequilibrio generalizado que provoca un mal funcionamiento de estos mercados.
Lo cierto es que la reciprocidad es la base de estas iniciativas y está resultando ser “el reto más grande que tienen los bancos del tiempo”, según la investigadora Eleni Papaoikonomou. La experiencia de los bancos del tiempo nos dice que no se da esta relación recíproca, ya que hay más personas que ofrecen servicios de las que los demandan. Podríamos decir que hay muchos miembros con horas a su favor (para gastar) y esto no es adecuado, porque genera cierto desencanto y descompensación.
Tras analizar 27 bancos del tiempo diferentes, las investigadoras concluyen que no hay un modelo generalizado de gestión y funcionamiento de estas iniciativas, ya que recaen en personas del barrio que se organizan de maneras muy diversas, ofrecen servicios íntimamente ligados a las personas que participan en ellas, valoran las horas y el tiempo de diferentes maneras, controlan los intercambios utilizando distintos sistemas, pueden comprender solo un barrio o toda una ciudad, etc.
En cambio, sí han detectado que, en general, estos bancos del tiempo no se crean como un espacio de voluntariado, sino que son mercados donde todos pueden ofrecer y pedir lo que necesiten. De hecho, según Papaoikonomou «la razón por la que estas entidades nacen es para salir de la idea del voluntariado y del altruismo y hacer que todos los miembros, aunque no tengan recursos económicos, puedan sentir que “pagan” los servicios que reciben, sin que sea un acto de caridad».
"Los bancos del tiempo todavía están en modo prueba-error", ya que les falta superar «algunos retos», añade la investigadora. Por ejemplo, asegura que es necesario que encuentren la forma para que los usuarios sean más activos y no generen desequilibrios, ya que la pérdida de ilusión provoca que la bolsa de servicios sea inferior y que los usuarios activos reciban negativas y se puedan sentir desmotivados.
Además, la incorporación de la tecnología es un reto importante para la mayoría de los bancos del tiempo, de modo que los usuarios puedan autogestionar a través de internet las peticiones sin intermediarios y con un sistema virtual para controlar el crédito de horas.
Referencia bibliográfica:
Valor, C. y E. Papaoikonomou. 2016. Time banking in Spain. Exploring their structure, management and users´ profile. Revista Internacional de Sociología, 74 (1): e028. Doi: http://dx.doi.org/10.3989/ris.2016.74.1.028