Un invertebrado simbiótico marino puede controlar un territorio que se extiende más allá de su propio huésped, llegando a controlar más de uno. Es la primera vez que se describe un comportamiento simbiótico extremadamente complejo en un animal aparentemente ‘simple’ como un gusano de mar.
Investigadores del Centro de Estudios Avanzados de Blanes del Consejo superior de Investigaciones Científicas (CEAB-CSIC) y del Instituto de Ecología y Evolución (IEE–RAS) de Moscú (Rusia) han descrito por primera vez el comportamiento de dos organismos marinos del grupo de los anélidos poliquetos o gusanos marinos: Ophthalmonoe pettibonae, en el papel del simbionte, y Chaetopterus cf. appendiculatus, actuando como huésped. Los resultados del estudio publicado en la revista Scientific Reports se obtuvieron a partir de observaciones y experimentos realizados tanto en el campo como en el laboratorio.
El trabajo, firmado por los investigadores Daniel Martin, del CEAB–CSIC y Temir A. Britayev IEE–RAS, revela por vez primera la existencia de un comportamiento extremadamente agresivo en los simbiontes, que se deriva en feroces luchas para controlar el territorio, en este caso un huésped o, incluso en algunos casos, varios huéspedes, lo cual explica la distribución uniforme (un simbionte por cada huésped) observada en poblaciones naturales.
En condiciones naturales, ambos gusanos viven juntos, enterrados a unos 20 cm de profundidad en el sedimento marino y dentro del tubo construido por el Chaetopterus. Dicho tubo, que está formado por una substancia mucilaginosa que se solidifica al contacto con el agua adquiriendo el aspecto de un pergamino envejecido, puede alcanzar unos 80 cm de longitud y 4 cm de diámetro y presenta dos aberturas (llamadas sifones), que permiten la comunicación con el agua y que miden 1 cm de diámetro.
Por su parte, el cuerpo del Chaetopterus (el huésped) puede alcanzar los 20 cm de longitud, mientras que el del Ophthalmonoe (el simbionte) apenas llega a 4 cm. Según han observado los dos científicos, el simbionte localiza uno de los sifones gracias a la corriente de agua que el huésped expulsa continuamente para respirar y comer. Así, Ophthamonoe accede al interior y se coloca cerca de la cabeza de Chaetopterus, con el vientre pegado al tubo y el dorso de cara al cuerpo del huésped.
“Las observaciones realizadas en las poblaciones de Vietnam nos llevaron a pensar que debía de existir un comportamiento territorial entre los simbiontes, que podrían incluso llegar a luchar entre ellos para mantener el control de su huésped, ya que este representa un recurso vital para su supervivencia”, dicen los autores del estudio.
Los dos científicos estudiaron experimentalmente la influencia de la relación del número de huéspedes disponibles en el comportamiento de los simbiontes. Para ello trasladaron a los gusanos hospedadores de su tubo natural (opaco) a uno artificial de plástico transparente que permitía observar lo que ocurría en su interior.
Los experimentos demuestran la existencia de un comportamiento extremadamente agresivo en los simbiontes, que se deriva en feroces luchas para controlar el territorio, en este caso un huésped o, incluso en algunos casos, varios huéspedes, lo cual explica la distribución uniforme (un simbionte por cada huésped) observada en poblaciones naturales.
Además, muestran que los simbiontes pueden entrar y salir del tubo del huésped y que las luchas territoriales para alejar a posibles competidores ocurren también fuera del tubo. Esto constituye la primera demostración empírica de que un invertebrado simbiótico marino puede controlar un territorio que se extiende más allá de su propio huésped, incluso incluyendo otros huéspedes vecinos.
Los ataques territoriales entre ejemplares de Ophthalmonoe muestran un claro componente agresivo, donde el propietario del tubo, tras localizar a un intruso que pretende ocupar su mismo tubo y acercarse a él protegido por el cuerpo del huésped, lo agrede mediante una potente trompa evaginable dotada de un par de mandíbulas con forma de pico de loro. Ambos contendientes, unidos por el mordisco del propietario del tubo, dan vueltas sobre si mismos durante largo rato, hasta que el agresor llega a separar un pedazo del cuerpo del agredido. De hecho, cada episodio de lucha (que puede incluir entre uno y tres combates), acaba dando lugar a lesiones corporales.
“A veces ambos contendientes muestran lesiones”, dicen los científicos “ya que, si el intruso es de mayor tamaño, puede responder al ataque del propietario con otro ataque y llegar a forzar que este abandone su propio huésped”. Y es que, aparentemente, Ophthalmonoe carece del comportamiento ritualizado que otras especies simbiontes (por ejemplo, cangrejos) han desarrollado para reducir el riesgo de sufrir lesiones.
El estudio proporciona la primera evidencia empírica de que las lesiones corporales de los simbiontes fueron causadas durante las luchas territoriales. Tabién demuestra que las lesiones encontradas durante los experimentos fueron idénticas a las observadas en condiciones naturales, por lo que los científicos concluyen que la presencia de lesiones corporales permite predecir la existencia de enfrentamientos intraespecíficos en poliquetos simbióticos.
Referencia:
Britayev, T. A. & Martin, D. "Behavioral traits and territoriality in the symbiotic scaleworm Ophthalmonoe pettiboneae". Scientific Reports