Una investigación descubre restos del camachuelo picogrueso, perteneciente a los bosques árticos del norte de Europa, en dos cuevas del Mont-ral, en Tarragona. Este hallazgo aporta una evidencia paleoclimática directa sobre el clima frío que afectó al sur de Europa durante el Pleistoceno.
La presencia del ave boreal camachuelo picogrueso en las Muntanyes de Prades indica que el clima en la zona tarraconense era mucho más gélido y seco que en la actualidad, con bosques abiertos y condiciones boreales, según un nuevo estudio publicado en la revista Geobios.
El trabajo, liderado por IPHES-CERCA, aporta pruebas inéditas de cómo llegaron estas especies a la península ibérica hace más de 30 000 años, cuando los ecosistemas vivieron condiciones climáticas mucho más severas. Actualmente, este tipo de ave habita en las zonas árticas del norte de Europa.
“Lo que hemos encontrado en las Muntanyes de Prades es un archivo natural excepcional que nos permite reconstruir con gran precisión cómo eran los ecosistemas durante uno de los períodos más fríos del Pleistoceno”, explica Mario Marqueta, autor principal del estudio. “La presencia de especies boreales en estas latitudes demuestra hasta qué punto los enfriamientos climáticos globales transformaron los hábitats del sur de Europa”, añade.
El registro fósil de aves hallado en las cuevas tarraconenses permitió reconstruir con precisión este escenario. En el Pleistoceno tuvieron lugar una serie de desprendimientos masivos de hielo conocidos como Eventos Heinrich, que provocaron un repentino enfriamiento en todo el hemisferio norte.
En concreto, el Evento Heinrich 3, producido hace unos 30.000 años, fue especialmente intenso y transformó los ecosistemas del sur de Europa en paisajes propios de la tundra nórdica.
La investigación se centró en dos cavidades cercanas a Mont-ral: la Cova del Cudó y la Cova dels Galls Carboners; y analizaron un total de más de 450 restos de aves.
El equipo investigador hizo un análisis de los procesos de fosilización para entender cómo se acumularon los restos y qué depredadores intervinieron. “Con estudios podemos entender mejor no sólo el clima del pasado, sino también el comportamiento de los animales que vivían con ellos y sus relaciones ecológicas”, añade Rosa Huguet, investigadora del IPHES-CERCA y coautora del estudio.
En la Cova del Cudó, la mayoría de los restos eran de pequeños pájaros, especialmente del orden de los paseriformes, con un 41% de huesos que muestran marcas de digestión. Los datos indicaron que especies nocturnas como el búho real, y diurnos como los halcones, utilizaban las cuevas como lugar para alimentarse o descansar.
Huesos de aves con marcas de consumo (marcas de pico y alteraciones por digestión) típicas de rapaces diurnas y nocturnas, como halcones o búhos. Restos de la Cova del Cudó y Cova dels Galls Carboners. / Mario Marqueta
Por el contrario, en Cova dels Galls Carboners la acumulación de palomas bravía (Columba livia) sugiere que podía haber sido una zona de cría. Las marcas de dientes presentes en muchos huesos indican una existencia de pequeños carnívoros como el zorro o el lince ibérico, que aprovechaban la vulnerabilidad de las crías en los nidos.
Este patrón de depredación sobre crías de aves es poco habitual en yacimientos europeos del Pleistoceno, y abre nuevas vías de estudio sobre las estrategias de caza y alimentación de estos animales en entornos de cueva. Además, muestra cómo estos espacios eran multifuncionales en antiguos ecosistemas, donde se encontraban especies nidificantes, rapaces y carnívoros que competían por los recursos.
Referencia:
Marqueta, et al. The end of the Pleistocene in south-western Europe: the avian assemblages from Heinrich event 3 to the Last Glacial Maximum in the Prades mountains (north-eastern Iberian Peninsula). Geobios (2025).