Los agricultores de Castilla y León recordarán el año 2007 por los daños que causó la plaga de topillos. Según el patrón casi cíclico que han presentado las plagas de estos roedores en la región desde los años '80, se podría esperar una nueva plaga a partir de 2010-2011, una hipótesis que barajan investigadores como Juan José Luque en la Escuela de Ingenierías Agrarias del Campus de La Yutera de la Universidad de Valladolid, en Palencia. Este investigador, participa junto a otros expertos españoles del CSIC en el proyecto europeo Ecocycles, con grupos de trabajo de Noruega, Reino Unido y Francia.
El objetivo de esta iniciativa, que comenzó en 2009 y tiene una duración de tres años, es aunar a gran parte de los expertos europeos en ciclos de topillos, y sus efectos en los ecosistemas para debatir qué está ocurriendo, ya que cada vez hay menos ciclos de topillos en el continente, donde solían ser frecuentes, y eso afecta a la biodiversidad y a los procesos biológicos de estos roedores.
Sin embargo, “en Castilla y León se ha observado que las plagas han ido aumentando en frecuencia y extensión durante los últimos 20 años”, señala el investigador.
El fin de su participación, es “determinar por qué se están produciendo explosiones demográficas de topillos en España” y, a partir de ahí, diseñar una estrategia de gestión para abordar el problema, aseguró Luque. La primera dificultad “en España no tenemos programas de monitorización previos que nos informen sobre dónde y cuándo ha habido plagas, y se necesitan series temporales largas para elaborar unala reconstrucción histórica”, apunta.
Por el contrario, muchos países con el mismo problema de plagas de roedores “cuentan con largas series temporales de datos que les permiten identificar con precisión los posibles efectos causales”, apunta.
Plagas en España
Las plagas de topillos en España parecen seguir un patrón cíclico, con explosiones demográficas (plagas) cada tres o cinco años. En Castilla y León, hay que recordar las que aparecieron en 1988-1989, 1993-1994, 1997-1998, con un pequeño repunte en 1999-2000 y una última, la más importante en términos de extensión geográfica, en 2006-07.
“Es necesario saber con exactitud dónde y cuándo ha habido plagas y a partir de ahí el papel causal de distintos factores ecológicos, como la cantidad de alimento, la proporción de regadíos o los tipos de cultivos favorables”, apunta Luque, ya que la evidencia científica indica que “las plaga en áreas agrarias se ven favorecidas por alteraciones de usos del suelo”.
Desde un principio, “nos preguntamos por qué el topillo campesino ha ampliado tan rápidamente su área de distribución, ocupando el centro de la submeseta norte donde hace tres décadas no existían poblaciones”. Una de las hipótesis es que el continuo aumento del regadío en nuestras tierras junto con la simplificación del paisaje fomentado por la concentración parcelaria favorecen respectivamente un aumento de hábitats para este roedor y reducen la idoneidad de éstos para sus depredadores”, asevera.
Para los topillos campesinos, una “vaca en miniatura”, como afirma Juan José Luque, “las alfalfas son un hábitat idóneo en nuestra latitud, ya que el terreno no se ara durante largo tiempo, por lo que se pueden estabilizar sus colonias y aumentar el número de individuos; además es una leguminosa muy verde y muy nutritiva, ciertamente el tipo de cultivo preferido de esta especie”.
El proyecto incluye estudios de gestión experimental con depredadores. El problema es que “debido a la ausencia de matorral y arbolado en el paisaje agrario, existe un déficit de refugios para que los depredadores puedan instalarse y reproducirse, por lo que las poblaciones de topillos crecen con facilidad”, señala.
Para saber qué posibilidades prácticas tiene el aumento de los depredadores como método de control biológico, “estamos aumentando la disponibilidad de cajas-nido para rapaces (lechuzas y cernícalos) en zonas agrícolas”, explica Luque, ya que “debemos evaluar si así se reduce la severidad de las plagas”.