Incluso cuando no estamos en compañía de otros, podemos sentirnos obligados a mantener ciertos estándares de conducta. Simplemente pensar en nuestros padres o en nuestra pareja, por ejemplo, es suficiente para recordar cómo debemos comportarnos. Éstas son las conclusiones de una tesis realizada por Janneke Joly, que se doctoró el pasado 27 de marzo en la Universidad de Groningen (Holanda).
Parece evidente que la conducta de las personas se ve influida por las normas sociales generalmente aceptadas, aunque en realidad no es así. Incluso cuando las personas son conscientes de dichas normas, no siempre las cumplen. En estudios previos se ha demostrado que las normas influyen en la conducta fundamentalmente cuando se hacen más accesibles en nuestra memoria de modo temporal.
La tesis, titulada Las personas en nuestra mente. Cuando los contextos humanizados activan las normas sociales, concluye que nuestra conciencia de las normas se incrementa en ‘contextos humanizados’ y no se produce automáticamente. En otras palabras, que son los otros los que nos inducen a asignar importancia a una norma concreta en un momento concreto.
Todos hemos aprendido que debemos guardar silencio cuando estamos en una biblioteca. Pero según Joly, esa norma adquirirá más importancia para nosotros cuando estemos rodeados de otras personas en la biblioteca. La norma ‘guardar silencio en la biblioteca’ adquiere así más importancia debido a la presencia física de otros.
Pero incluso si no están físicamente presentes pero hacen que se sienta su presencia, otras personas pueden inducirnos a cumplir las normas actuales de otros modos, por ejemplo, mediante una mesa preparada para varios comensales en un restaurante. Es más probable que recordemos la norma ‘comer con cuchillo y tenedor’ si están presentes otras personas, o si sentimos la presencia de esas personas.
También es posible que una persona se asocie fuertemente a una norma concreta. San Nicolás (el equivalente neerlandés a Papá Noel) es un ejemplo de ese ‘símbolo normativo’. Una prueba que realizó la investigadora con niños mostró que asocian al santo con la norma de ‘compartir y compartir igual’. El resultado de esta novedad fue difundido ampliamente en los medios de comunicación en noviembre de 2006.
Joly determina que incluso la ‘representación mental’ de personas desconocidas o, especialmente, amigos o familiares, aumenta nuestra conciencia de las normas. La presencia física de personas, o la evidencia de su conducta, no son esenciales para hacer destacar las normas. Aparentemente, la memoria de otras personas es suficiente para estimular la conducta de cumplimiento de las normas. En resumen, simplemente pensar en su madre hace que las personas tiendan a cumplir las normas sociales.
Asimismo, la investigación muestra que las personas establecen una fuerte asociación de las normas entre sí. En general, la conciencia de las normas se incrementa cuando un contexto humanizado recuerda una norma a la persona. Por ello, cuando está en una biblioteca y la presencia de otras personas le recuerda que debe guardar silencio, será más consciente de las normas en general, y es probable que al mismo tiempo jerarquice su importancia.