La vegetación no compensa el efecto invernadero en sistemas forestales con escasez de agua

Un estudio publicado en la revista Oecología concluye que sistemas forestales como el mediterráneo, donde la escasez de agua es un agente limitante del crecimiento, no pueden responder como sumideros de dióxido de carbono (CO2) para compensar el efecto invernadero.

El investigador Juan Carlos Linares es responsable del estudio publicado en Oecología
El investigador Juan Carlos Linares es responsable del estudio publicado en Oecología

La investigación, liderada por Juan Carlos Linares desde la Universidad Pablo de Olavide, ha analizado los bosques de pinsapo (Abies pinsapo), con el fin de conocer su eficiencia en el uso del agua, es decir, el cociente entre cuánto carbono toma la planta en relación con el agua que pierde. El estudio de este relicto abeto, con una presencia reducida al sur de España y el norte de Marruecos, tiene su base en sus particulares características, además de en su sensibilidad ante posibles cambios en el entorno. Esto le hace, según los investigadores, un modelo ideal para predecir el comportamiento futuro del sistema mediterráneo.

“La hipótesis de la que partimos en este estudio se centra en que, si estamos aumentando la cantidad de CO2 que hay en la atmósfera, las plantas crecerán más, perdiendo la misma cantidad de agua, o crecerán lo mismo, perdiendo menos”, señala Juan Carlos Linares. La conclusión final a la que han llegado los investigadores apunta a que la vegetación puede responder al aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, pero hasta cierto límite. Según el estudio, cuestiones como la competencia entre individuos y el estrés hídrico impiden que la captación del principal gas de efecto invernadero se incremente al mismo nivel al que crece su emisión.

En su trabajo, los científicos han valorado la eficiencia en el uso del agua en poblaciones de zonas secas y en poblaciones de zonas más frescas y húmedas. Los resultados obtenidos se han contrastado con una curva teórica que refleja el crecimiento óptimo en el uso de este recurso. En este sentido, los cambios observados en poblaciones no limitadas por el estrés hídrico se asemejan bastante al trazado de manera teórica. No es el caso de las poblaciones situadas a menor altitud, con mayor competencia y problemas de acceso al agua.

Hasta bien pasada la mitad del siglo XX los valores están en torno a la curva teórica, pero a partir de ahí se sitúan por debajo, “especialmente desde 1980 coincidiendo con el efecto combinado del incremento de la temperatura y de la presencia del CO2 en la atmósfera”, afirma el investigador. Y es que los resultados publicados en Oecologia muestran cómo desde la década de los 80 los individuos con mayor limitación hídrica encuentran límites para seguir aumentando su capacidad de uso de agua.

“Llega un momento en el que el efecto del estrés hídrico, reforzado con el aumento de la temperatura, prevalece sobre la compensación que el dióxido de carbono de la atmósfera podría ejercer. Esto se traduce en que en sitios donde lo más limitante es la sequía, como es el caso de los sistemas mediterráneos, no es en absoluto realista esperar que la vegetación pueda compensar el efecto de la creciente emisión de gases de efecto invernadero”, señala Juan Carlos Linares.

En esta línea, el estudio concluye que el supuesto papel de sumidero de carbono es algo que no tiene un soporte empírico, ya que cuando otro elemento pasa a ser limitante no se puede continuar aumentando esa eficiencia en la captación del gas.

Fuente: Andalucía Innova
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