Un equipo de investigadores de diferentes universidades, con participación de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), ha realizado un estudio científico que analiza la discapacidad funcional de las personas mayores de 65 años y su relación con la edad, el género y la educación, entre otros parámetros. Los resultados obtenidos indican que en España las mujeres y las personas con un bajo nivel educativo suelen presentar mayores incapacidades y limitaciones funcionales.
Según los autores del estudio, la educación y el nivel de instrucción son factores muy relacionados con la dependencia de los ancianos. “Las personas mayores que tuvieron bajos niveles de educación han tenido mayores privaciones a lo largo de su vida, estando más expuestas a la adversidad social y económica y teniendo menor acceso a recursos tales como una buena nutrición y una buena vivienda”, explica una de las autoras del estudio, Victoria Zunzunegui, del departamento de Medicina Social y Preventiva de la Universidad de Montreal (Canadá). “Estas exposiciones – añade -aumentan el riesgo de trastornos crónicos y de discapacidad en la vejez”. Por otra parte, existen factores que aumentan el riesgo de determinados trastornos crónicos en el género femenino. “Debido a la estratificación por género, las mujeres tienen menor instrucción, peores ocupaciones, menores ingresos y pocos recursos sociales y económicos a lo largo de su vida, por lo que suelen tener una mayor incapacidad funcional en la vejez”, comenta Zunzunegui.
Para realizar esta investigación se aprovecharon los datos de un estudio que se inició en 1993 y que tenía por título “Envejecer en Leganés”, que pretendía evaluar el apoyo y el papel de las redes sociales en el mantenimiento de la salud y la funcionalidad de la población anciana española. Para ello, se realizó un seguimiento de 1.540 personas mayores en esta localidad de la Comunidad de Madrid entre los años 1993 y 1999. “El tamaño de la muestra es lo suficientemente grande como para aportar resultados interesantes, pero lo importante no es sólo el tamaño”, explica María Durbán, una de las investigadoras del proyecto, del departamento de Estadística de la UC3M. “Según la encuesta nacional de salud del año en que se inició dicho estudio – continúa -, la distribución por sexo, estado civil y educación de la población anciana de Leganés era similar a la de España en su totalidad, con lo cual se puede suponer que esta muestra es representativa de la población anciana española”, concluye.
Otra conclusión que se puede extraer del artículo, publicado en la revista Aging Clinical and Experimental Research, es que la edad a la que aparece la discapacidad se ha retrasado en España, donde se está produciendo un envejecimiento poblacional importante. “En 1999 la probabilidad de presentar discapacidad en actividades cotidianas a los 80 años era alrededor del 20 por ciento, mientras que en 1993 era del 28 por ciento”, señala María Durbán. De esta forma, al retrasarse la edad a la que aparece la discapacidad y alargarse la esperanza de vida, aparecerá un nuevo grupo de personas muy mayores, mayoritariamente mujeres, que concentrarán grandes niveles de discapacidad y que necesitarán ayuda para permanecer en su hogar. “La meta es morir mayor y sin discapacidad – precisa Zunzunegui -. La incógnita es si tendremos una clase de centenarios con una mala calidad de vida que consumirán muchos recursos con gran concentración de discapacidad”.
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