Hace entre 4.000 y 4.500 años, una invasión de descendientes de pastores esteparios de Europa del Este reemplazó a cerca del 40 % de la población y a casi el 100 % de los hombres de la Península. Lo sabemos gracias a un estudio internacional, liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Harvard (EE UU), que reconstruye la historia de los últimos ocho siglos en la zona.
A través del análisis de ADN antiguo de más de 270 ibéricos de diferentes épocas, un equipo internacional de investigadores ha reconstruido la historia genética de 8.000 años de la península ibérica. Los científicos extrajeron el ADN antiguo de fósiles humanos –principalmente dientes– para poder comparar estos restos ibéricos con 1.107 individuos antiguos y 2.862 modernos.
Una de las conclusiones más relevantes es que hubo un reemplazo de casi todos los varones de la Península durante la Edad de Bronce. “No hemos muestreado toda la población masculina de esa época, así que no podemos decir que el 100 % fuese reemplazada. Sin embargo, como todos los hombres muestreados tienen el linaje paterno traído por nuevas poblaciones, y ninguno tiene los linajes locales presentes anteriormente, sabemos que el reemplazo fue prácticamente total”, explica a Sinc Íñigo Olalde, científico de la Universidad de Harvard (EE UU) y colider del estudio.
Esas poblaciones, que llegaron entre el 2.500 a.C y el 2.000 a.C, tienen origen estepario. Al atravesar el continente europeo se mezclaron con las poblaciones locales y cuando llegaron a la península ibérica ya poseían también ascendencia europea. Tampoco tenían ya la misma cultura que las poblaciones esteparias de origen.
El ADN revela que los linajes masculinos locales desaparecieron y fueron sustituidos por este linaje foráneo llamado R1b. Hoy en día R1b sigue siendo el linaje mayoritario en la península ibérica. Sin embargo, no se sabe cómo sucedió ni qué procesos generaron dicho patrón genético.
“Los resultados genéticos son compatibles con varias explicaciones y se necesitarán más investigaciones en arqueología y antropología para entender los procesos sociales que pudieron resultar en la pérdida de los linajes paternos locales. La hipótesis más simplista es que estos hombres foráneos eliminaron de manera violenta a los locales y se reprodujeron con las mujeres. El problema con esta hipótesis es que no cuadra con el registro arqueológico, ya que no hay evidencia de violencia generalizada durante ese período”, argumenta el científico.
Otra hipótesis es que estas poblaciones trajeran enfermedades para las que las poblaciones locales no estaban preparadas, pero tampoco existen pruebas de enfermedades infecciosas que afecten a los hombres y no a las mujeres. Sin embargo, los linajes maternos locales sí permanecieron.
La posibilidad que plantean es la existencia de una estratificación social muy fuerte por la que los hombres foráneos tenían un estatus social mucho más alto que los hombres locales (hereditario de padres a hijos) y unas tasas de reproducción mucho más altas. Eso hizo que, tras cinco siglos, la huella genética del hombre local desapareciera.
“Estas poblaciones que entran en la Península eran nómadas y tenían una estructura jerarquizada y social que no existía anteriormente”, explica Carles Lalueza-Fox, que colidera el estudio y es investigador del Instituto de Biología Evolutiva (Centro Mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra).
“Todavía no sabemos cómo ocurrió y nuestros resultados animan a otras disciplinas a seguir investigando en este periodo tan fascinante”, recalca Olalde.
Como ejemplo de este fenómeno de reemplazo, el estudio documenta una tumba encontrada en un yacimiento de la Edad del Bronce en la localidad de Castillejo del Bonete (Ciudad Real). De los dos individuos hallados en el enterramiento, el hombre presenta ascendencia de la estepa, mientras que la mujer es genéticamente similar a los ibéricos anteriores al Neolítico tardío. “Es representativo de esta sustitución, un ejemplo de primera generación de este tipo de contactos”, asegura Lalueza-Fox.
Desde hace años, gracias a estudios genéticos de poblaciones actuales, se sabía que la ascendencia de los vascos era algo distinto a la del resto de poblaciones que habitan la península ibérica. Este estudio aporta una explicación de por qué los vascos tienen estas diferencias.
“Lo que hemos encontrado es que es muy parecida a la de las poblaciones de la península ibérica durante la Edad del Hierro (del 900 a.C. hasta la conquista romana), mientras que para explicar la ascendencia del resto de poblaciones actuales se necesitan capas adicionales que incorporaron durante los últimos 2.000 años mediante la interacción con los distintos pueblos que llegaron a la Península, como fenicios, cartagineses, romanos y norteafricanos.
Estos pueblos afectaron menos en términos demográficos al área vasca, y por eso han permanecido más similares a las poblaciones de la Edad del Hierro. “También nos da una posible explicación de por qué de todas las lenguas que se hablaban en la Península antes de la llegada de los romanos, solo el euskera se ha mantenido hasta nuestros días”.
El resto de lenguas, tanto las no indoeuropeas (por ejemplo el íbero en la región mediterránea) como las lenguas célticas indoeuropeas en la zona central y el oeste de la Península, desaparecieron.
“En este estudio mostramos las complejidades de la península ibérica, donde hay paleolenguas de tipo indoeuropeo, como el celtíbero, y no indoeuropeas, como el íbero, así como el euskera, que es la única lengua preindoeuropea de Europa todavía hablada. Nuestros resultados indican un mayor componente de las estepas en celtíberos que en íberos; pero en todo caso hay una cierta disociación entre lengua y ancestralidad”, añade Lalueza-Fox.
El territorio que hoy abarca España y Portugal se encuentra en una encrucijada entre el norte de África, Europa y el Mediterráneo. Según los científicos, ofrece por ello una oportunidad ideal para estudiar el impacto genético de las migraciones en el continente europeo, desde el Mediterráneo oriental y el norte de África.
En el caso de África, han detectado al menos tress periodos en los que hubo una conexión clara. “El primero es durante la Edad del Cobre (entre el 3000 y el 2000 a.C), en el que hemos encontrado un hombre enterrado en el yacimiento de Camino de las Yeseras (San Fernando de Henares, Madrid) con ascendencia 100% norteafricana, lo que nos indica que él mismo o todos sus ancestros recientes tenían ese origen”, declara el científico de la Universidad de Harvard.
Inhumaciones individuales de época andalusí Sagunt de Valencia enterrados con el cuerpo depositado sobre el costado derecho y mirando hacia el sur (donde creían que estaba La Meca) / Guillermo Pascual Berlanga
Este individuo que proviene de África y que acabó enterrado en Madrid, es el único de todos los que analizaron del mismo yacimiento (algunos enterrados junto a él) y de otros yacimientos del mismo período (más de 100 individuos) que tiene este tipo de ancestros. Según los investigadores, esto significa que había movimiento de personas entre el norte de África y la Península en esta época, pero que probablemente eran eventos esporádicos que no afectaron de manera significativa a las poblaciones locales en términos demográficos.
El segundo contacto se produjo la época romana, ya que existen individuos procedentes de varios yacimientos de la provincia de Granada con un porcentaje alto de ascendencia norteafricana. Por último, el ya conocido impacto durante la época musulmana. “Lo interesante es que las poblaciones actuales tienen mucha menos ascendencia norteafriacana que las de la época musulmana en el sur de la Península, y esto se debe a la expulsión de gran parte de la población musulmana (oficialmente cristiana en el momento de la expulsión) y la repoblación con poblaciones del centro y norte de la Península”, argumenta el experto.
Los investigadores también han estudiado las profundas modificaciones de población en épocas más recientes. Según sus hallazgos, al inicio de la Edad Media al menos un cuarto de la ancestralidad ibérica había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental, de romanos, griegos y fenicios, lo que revela que las migraciones durante este periodo seguían teniendo una gran fuerza en la formación de la población mediterránea.
Uno de los ejemplos de este fenómeno mencionado en el trabajo es la colonia griega de Ampurias, en el noreste peninsular, entre los años 600 antes de nuestra era y el periodo tardorromano. Los 24 individuos analizados se dividen en dos grupos de herencia genética distinta: uno compuesto por individuos con una ancestralidad típica griega y otro compuesto por población genéticamente indistinguible de los íberos del cercano poblado de Ullastret.
Lalueza-Fox concluye: "Cuando era niño, solía leer viejos libros de historia de Iberia que estaban en casa. Siempre me pregunté quiénes eran realmente estas personas, qué marca habrían dejado en la gente moderna y lo que significaron todos estos movimientos en términos numéricos. Ahora, por primera vez, podemos estudiar genéticamente los restos de esas personas e integrar la genética no solo con la arqueología y la antropología, sino también con relatos históricos".
Referencia bibliográfica:
Iñigo Olalde et al. The genomic history of the Iberian Peninsula over the past 8000 years. Science. DOI:0.1126/science.aav1444