Un artículo del semiólogo ruso Yuri M. Lotman analiza cómo funcionan las epidemias de miedo mediante el estudio de los procesos de caza de brujas que se cobraron miles de víctimas en países católicos y protestantes de la Europa de los siglos XVI y XVII.
“Lotman toma un acontecimiento histórico para ver cómo funciona una pasión humana”, señala a SINC el director del Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura, Jorge Lozano, quien conoció de la existencia del texto, guardado en el archivo del hijo de Lotman, en un congreso celebrado en Venecia el pasado mayo, y se empeñó en difundirlo en España.
En el artículo, publicado en el último número de Revista de Occidente, el máximo representante de la semiótica cultural en España destaca que la curva de intensidad de la persecución de brujas “coincide paradójicamente con el progreso en el ámbito de la cultura y de la ciencia”. A medida que se extienden las ideas renacentistas, aumenta también el miedo y los procesos”, asevera el experto.
Durante el racionalismo “los horrores de varios siglos se desvanecen tanto en tres o cuatro décadas que cuesta creer que hayan existido” y entonces aparece “el mito de que el miedo y el fanatismo son fruto de una época casi prehistórica”, pero en la Edad Media, los juicios contra las brujas eran fenómenos aislados, concluye Lotman, que analizó numerosos documentos donde quedaron recogidos los procesos.
El semiólogo español señala que “no es la amenaza la que crea el miedo, sino el miedo el que crea la amenaza”. Esta amenaza, la brujería, es “una construcción social, la creación de códigos semióticos con cuya ayuda la sociedad en cuestión se codifica a sí misma y al mundo circundante”.
La “nube de miedo” hace que las personas consideren como normales actos que fuera de esta atmósfera parecerían una insensatez”. Al aumento del miedo contribuyeron el éxito de la imprenta, que facilitó la difusión de la literatura demonológica, la influencia de Oriente y el descubrimiento de América, pero las propias víctimas no eran conscientes de estas causas.
Lozano, que introdujo la obra del autor ruso en España a finales de los ‘70, señala la importancia de que el estudio semiótico, que examina, entre otras cosas, cómo se construye el discurso histórico, preceda al análisis del historiador. “No es lo mismo plantear la caza de brujas como un accidente o como el resultado de una epidemia de miedo”, resalta.
Lotman afirma que es la voz de la “masa anónima”, los rumores y chismes que nacen en una atmósfera de miedo y sin los cuales ésta no existiría, la que acusa. Y el acusado es una minoría: “la sociedad elige verdaderamente su parte más indefensa”, en este caso, las mujeres, y “la eleva a la categoría de enemigo”. Las víctimas tienen una “diversidad extrema”: viejos y jóvenes, monstruosos y bellos, muy pobres y muy ricos: la masa de nivel medio, carente de rasgos marcados está “dominada por el miedo, el odio y la envidia” hacia los que poseen alguna cualidad sobresaliente.
El valor científico de la traducción
Lotman trabajó durante muchos años y con un largo paréntesis sobe este tema, elaboró dos versiones y su hijo ha dado coherencia a su obra, explica a SINC Margarida Ponsatí, encargada de traducir la obra de este autor del ruso al castellano. Señala que el semiótico es “sorprendentemente claro para todo el mundo”, hasta el punto de que tenía un programa en televisión sobre cultura rusa y “tiene muchísimos lectores”. El artículo que tradujo "es realmente un texto de divulgación por la claridad con que está escrito", añade. En él Lotman, "recurre de un lado a los tropos y del otro a unos giros que, a menudo, son más propios de la lengua hablada que de la escrita, por eso te da la impresión de estar conversando con él".
Lotman explica que las acusaciones contra las brujas se repiten. Son un colectivo con una fe “puesta al revés” que parodia la verdadera: las oraciones diabólicas son plegarias corrientes leídas en sentido opuesto, y son elementos de la liturgia las velas negras hechas de grasa humana y con la llama hacia abajo, las parodias de oraciones o comulgar con sangre de niño u orina.
Pero las brujas también se representan como una “comunidad nociva”, a la que se le imputaba, como a las primeras comunidades de cristianos, el asesinato de recién nacidos –la sociedad se veía reflejada en esos bebés inocentes-. Otra acusación repetida es la de tener un tipo de lujuria especial y desenfrenada que se relaciona con el intento de privar a las demás personas de la actividad sexual.
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Referencia bibliográfica:
Yuri .M. Lotman. “Caza de brujas. La semiótica del miedo”. Revista de Occidente (10-33), OCTUBRE 2008.
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