Solo un 2% de los recursos de investigación en hepatología se destina a enfermedades de origen alcohólico

Ramón Bataller, experto en hepatología de la Universidad de Carolina del Norte, alertó durante una conferencia en el Centro de Investigación Médica Aplicada de la Universidad de Navarra del estigma que sufren las personas que padecen patologías de origen alcohólico y de la necesidad de instaurar medidas de detección precoz.

Solo un 2% de los recursos de investigación en hepatología se destina a enfermedades de origen alcohólico
Los doctores Ramón Bataller, experto de la Universidad de Carolina del Norte, y Matías Ávila, director del Programa de Hepatología del CIMA de la Universidad de Navarra. / Manuel Castells

“Solo un 2% de los recursos de investigación en hepatología se destina a enfermedades de origen alcohólico”, aseguró Ramón Bataller, investigador de la Universidad de Carolina del Norte y del Bowles Center para Estudios sobre el Alcohol, durante la conferencia que impartió en el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra. El grupo de Bataller colabora con el Programa de Hepatología del CIMA en el estudio de los mecanismos de la enfermedad hepática.

Existen dos grandes grupos de enfermedades del hígado: las producidas por virus y el hígado graso. “En las patología virales se ha avanzado mucho: existen vacunas y tratamientos orales para la hepatitis B y los últimos tratamientos orales para el virus C son uno de los avances más importantes de la medicina, si bien son muy caros y actualmente son un motivo de conflicto social”.

Por el contrario, el hígado graso es la asignatura pendiente de los especialistas en hepatología. Según el investigador, “esta enfermedad viene originada por el síndrome metabólico (obesidad, diabetes…) o por el consumo abusivo de alcohol y es la causa más importante de enfermedad hepática grave, como la cirrosis alcohólica. El único tratamiento aprobado es tratar la causa; es decir, perder peso o dejar de beber. Y para ello es necesario contar con equipos multidisciplinares de médicos, psicólogos, dietistas que trabajen conjuntamente para fomentar hábitos de vida saludable en los enfermos”.

El único tratamiento aprobado por el momento es tratar la causa, es decir, perder peso o dejar de beber

Otro problema con el que se encuentran los hepatólogos es el estigma asociado a la enfermedad alcohólica. “La publicidad sobre alcohol es engañosa, y muchas veces se vincula con el éxito deportivo y de las relaciones sociales, etc. Pero el consumo abusivo conduce a la marginación del enfermo, sobre todo debido a que es una patología autoinfligida, y cuando acuden a la consulta suele ser en estadios avanzados de la enfermedad”.

Detección precoz

Bataller alertó durante su visita de la necesidad de instaurar medidas de detección precoz de la hepatología alcohólica. “Los síntomas (piel amarilla, distensión abdominal…) se manifiestan cuando la enfermedad ha evolucionado hacia una cirrosis avanzada. Por eso, es fundamental desarrollar programas tanto en los servicios de Atención Primaria como en los grupos de adicción para saber si una persona que bebe en exceso tiene ya una enfermedad incipiente del hígado”.

Una vez que evoluciona a su forma más grave, la hepatitis alcohólica, el tratamiento es el mismo que en 1971, los corticoides. Con el objetivo de desarrollar nuevas terapias, la investigación en EE UU se está centrando en buscar qué moléculas provocan el fallo hepático en una persona que ha consumido alcohol.

“Hasta ahora se pensaba que la hepatitis alcohólica era solo una inflamación del hígado, por lo que los tratamientos se dirigían a reducir la inflamación. Sin embargo, el proceso inflamatorio es clave para las defensas, de manera que si eliminas la inflamación expones al enfermo a padecer infecciones graves. Ahora se sabe que hay un fallo de las células del hígado, los hepatocitos, por lo que la investigación se basa en cómo modular la inflamación ‘mala’ y en buscar medidas para regenerar ese hígado”, explicó Bataller.

Tradicionalmente un alcohólico no podía ser trasplantado si no había estado seis meses de abstinencia

Una de las novedades que se ha producido recientemente se basa en la selección del paciente candidato al trasplante. “Tradicionalmente un alcohólico no podía ser trasplantado si no había estado seis meses de abstinencia. Sin embargo, un estudio europeo liderado por Mathurin ha mostrado que en muchos pacientes el desarrollo de hepatitis alcohólica es el primer síntoma de una enfermedad hepática. En los casos graves, la mortalidad de esta enfermedad es de casi el 50% a los tres meses, por lo que los pacientes no pueden esperar 6 meses al trasplante", afirmó.

Según el investigador de la Universidad de Carolina del Norte, "en este estudio se realizó un trasplante hepático precoz en pacientes muy seleccionados y se pudo salvar muchas vidas, en numerosas ocasiones de pacientes jóvenes. Es importante recalcar que la mayoría de pacientes no volvió a beber. Esta medida se ha convertido en una alternativa que ya se está instaurando lentamente en la mayoría de países”.

Fuente: CIMA de la Universidad de Navarra
Derechos: Creative Commons
Artículos relacionados