Hay diferencias entre los humanos, gorilas, orangutanes, chimpancés y bonobos que saltan a la vista, pero otras no son tan evidentes. Un nuevo estudio revela que los humanos tienen una tasa metabólica más acelerada que sus parientes, lo que les ha permitido desarrollar cerebros de mayor tamaño. Puede que aquí resida el secreto de la longevidad humana.
Los humanos gozan de vidas más largas que el resto de los primates, una tasa de reproducción mayor, más grasa corporal, barrigas más disimuladas y cerebros más grandes, unos rasgos que son metabólicamente caros. Según un nuevo estudio publicado en Nature, esto se produce gracias a un metabolismo más rápido que el de sus parientes evolutivos.
“Nuestro metabolismo acelerado proporciona la energía necesaria para permitir este nivel de actividad”, explica a Sinc Herman Pontzer, investigador en el Hunter College de Nueva York (EE UU) y coautor del estudio.
El equipo de investigadores midió durante diez días el gasto energético de 141 personas y de 56 especies de grandes simios (27 chimpancés, 8 bonobos, 10 gorilas y 11 orangutanes). Los humanos evolucionaron con un metabolismo más rápido y un mayor gasto energético total, consumiendo 400 calorías más que los chimpancés y los bonobos, 635 más que los gorilas y 820 más que los orangutanes.
Los expertos consideran que el incremento del gasto energético es atribuible a una mayor tasa metabólica basal –la cantidad de energía requerida para mantener el cuerpo funcionando en reposo– lo que implica una mayor actividad metabólica de los órganos.
Energía para vivir más
El estudio también explica que para ayudar a cubrir la alta demanda de energía que requieren nuestros cuerpos, el ser humano evolucionó con un porcentaje de grasa corporal mayor al de sus ancestros –22,9% en hombres y 41,7% en mujeres–, que actúa como reserva energética.
Así, este metabolismo acelerado podría ser el secreto de la larga longevidad de los humanos. “Vivir más requiere que nuestros cuerpos inviertan más energía en reparar y mantener nuestro sistema inmune, nuestras células y tejidos. Creemos que una de las razones por las que vivimos más que otros simios es que gastamos más energía en estas tareas", concluye el autor.
El trabajo muestra que el gasto energético no es fijo, sino que varía –se puede ampliar o reducir– con la evolución. Sin embargo, los expertos consideran que aún son necesarios más estudios para encontrar exactamente cuáles son los mecanismos y actividades que requieren más energía y qué diferencias existen respecto a otras especies.
Referencia bibliográfica:
Herman Pontzer et al. "Metabolic acceleration and the evolution of human brain size and life history" Nature doi:10.1038/nature17654