Un grupo internacional de investigadores ha desarrollado un modelo matemático que localiza cuantitativamente las anomalías en unas elecciones. Mediante estadística, distingue entre irregularidades progresivas y extremas.
Un equipo de científicos ha decidido medir estadísticamente hasta qué punto fenómenos como el pucherazo pueden afectar los resultados electorales. Los resultados de su estudio, en el que ha participado la Universidad Médica de Viena, se publican ahora en la revista Proceeedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
En primer lugar, los investigadores desarrollaron un modelo matemático que utiliza dos parámetros. Observaron que cuando ambas variables eran cero, las elecciones habían sido justas, mientras que si su valor era positivo, había razones para sospechar algo anómalo. En ese caso, “se debería analizar cuidadosamente si hay algo extraño en el proceso electoral”, explica a SINC Stefan Thurner, de la Universidad de Medicina de Viena.
Además, descubrieron que, en ocasiones, los parámetros tienen valores mayores que cero aunque no se produzca fraude. Es el caso de Canadá, un país con una población muy heterogénea – francesa e inglesa -, lo que explica los resultados irregulares.
Fraude gradual o extremo
Ese sistema sugiere que la manipulación electoral puede ser gradual o extrema. En el primer caso el fraude se produce cuando, con una tasa dada, se añaden papeletas a un partido o candidato particular y se retiran las de otros aspirantes. El fraude extremo, en cambio, se observa cuando el 100% de la participación electoral recoge la mayoría de los votos a favor de un partido o candidato concreto.
Thurner y sus colegas aplicaron su modelo paramétrico a los últimos procesos electorales de países como Rusia, Austria, Canadá, República Checa, España y Suiza, donde “los resultados electorales están disponibles en una base de datos simple”, comenta Thurner. Se centraron en los datos de la distribución de voto en distritos electorales con menos de 5.000 personas circunscritas.
Aunque hay muchas formas de manipular los resultados de una votación –como eliminar límites en los distritos electorales o retirar el derecho a voto a ciertos grupos sociales– “algunos de estos métodos de fraude dejan rastros que pueden detectarse con procesos estadísticos”, explican los investigadores.
Así, tras observar que algunas regularidades estadísticas están presentes en todos los procedimientos electorales justos, los científicos diseñaron test que midieran el incumplimiento de esas características. “Cuando no se observan esas propiedades estadísticas, se puede intuir la presencia de algo incorrecto dentro del proceso electoral”, asegura Thurner. En concreto, las pruebas evaluaron el porcentaje de votos que recibió el partido o candidato ganador y la proporción de personas que votaron en cada distrito electoral.
Al analizar los datos de la distribución de voto de acuerdo a esos test vieron que, mientras en países con elecciones justas, como España o Suiza, la distribución de voto al partido ganador seguía una distribución aproximadamente gaussiana, esto no se observaba en otros casos. En Rusia la asimetría de la distribución estaba por debajo de la del resto de países, lo que según los investigadores indica la presencia de alguna anomalía, es decir, de fraude.
Este modelo estadístico puede ayudar a hacer más justos los procesos electorales en los sistemas democráticos ya que “permite hacer un análisis cuantitativo para detectar posibles irregularidades”, concluye Thurner. Los responsables del estudio quieren con su investigación llamar la atención para que “organizaciones como la OSCE o las Naciones Unidas creen una página web donde se encuentren los datos electorales de cada nación”.
Referencia bibliográfica:
Peter Klimek, Yuri Yegorov, Rudolf Hanel, Stefan Thurner. “Statistical detection of systematic election irregularities”. PNAS. 24 de septiembre de 2012.