Expertos en biología subterránea de varios centros de investigación de España, EE UU, Italia y Finlandia piden en una carta publicada en la revista Nature Climate Change que los ecosistemas subterráneos sean considerados en las agendas internacionales de conservación de la biodiversidad y mitigación del cambio climático.
El cambio climático se presenta como una amenaza creciente para la conservación de la biodiversidad. En un futuro cercano, la provisión de múltiples servicios ecosistémicos que son críticos para el bienestar humano podrían estar comprometidos y, también, el logro de la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Para hacer frente a este desafío, se han avanzado varias iniciativas globales a caballo entre la ciencia y la política para delinear agendas internacionales sobre biodiversidad y cambio climático, más allá de 2020. Por ejemplo, la red de seguridad global (Global Safety Net, en inglés) tiene como objetivo que el 50 % de la Tierra esté protegida formalmente para detener la pérdida de biodiversidad, reducir las emisiones de CO2 y fomentar la eliminación de carbono por la naturaleza.
En la misma línea, la Estrategia de Biodiversidad 2030 de la Unión Europea es un plan obligatorio a largo plazo que tiene como objetivo transformar el 30 % de las tierras y mares de Europa en áreas protegidas, al tiempo que impulsa el desarrollo económico y la mitigación del clima. Para ser efectivas, estas agendas internacionales deben considerar cuantas más especies y ecosistemas sean posibles. Sin embargo, en una carta publicada recientemente en la revista Nature Climate Change, que hay una omisión recurrente: el medio subterráneo.
A pesar de que este es probablemente el ecosistema no marino más extendido de la Tierra (se encuentran bajo el 20 % de la superficie global) su porcentaje de solapamiento con áreas protegidas es de tan solo un 7 %. El olvido de los ecosistemas subterráneos de los planes globales de conservación margina su importancia ecológica y económica, además de obstaculizar la voluntad política de protegerlos.
La sociedad típicamente reconoce las cuevas –que representan solo la fracción accesible a los humanos del medio subterráneo– por su inherente belleza y misterio, así como por contener tesoros de materiales paleontológicos y arqueológicos. Aquí es donde generalmente termina nuestra comprensión general del medio subterráneo, pero la importancia del medio subterráneo va mucho más allá.
En primer lugar, se estima que el 95 % del suministro de agua dulce líquida disponible en el mundo se encuentra en el medio subterráneo y más de una cuarta parte de la población humana depende total o parcialmente de ella.
Los ecosistemas subterráneos albergan organismos altamente especializados, con unas adaptaciones impresionantes a vivir en la oscuridad y que son de gran interés tanto desde una perspectiva evolutiva como de conservación. Esta biodiversidad proporciona una serie de servicios a la humanidad de incalculable valor, por ejemplo, participan en la polinización (murciélagos cavernícolas), en la renovación del carbono, la atenuación y degradación de contaminantes peligrosos, pudiendo incluso, eliminar virus y microorganismos patógenos.
En resumen, parece que el aforismo “ojos que no ven, corazón que no siente” haya dirigido hasta ahora tanto el interés científico como las decisiones políticas. Casualmente, 2021 es el Año Internacional de las Cuevas y el Karst. Dada su importancia, es el momento de que los ecosistemas subterráneos asuman el lugar que les corresponde en las estrategias y agendas internacionales sobre cambio climático y conservación de la biodiversidad global.
David Sánchez-Fernández es investigador en el departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia y autor principal de la carta publicada en Nature Climate Change.