Los científicos recomiendan libros

‘El sueño de África’, la quimera de una matemática

Como buena matemática, a Clara Grima (Sevilla, 1971) le fascina el tempo de este libro de Javier Reverte, El sueño de África. Desde el primer momento, quedó atrapada entre sus páginas y con ganas de conocer el África negra. Soñadora incansable, uno de sus mayores anhelos es conseguir que las matemáticas iluminen nuestras vidas.

La matemática Clara Grima sueña con el África negra que relata en este libro Javier Reverte. Imagen: SINC.
Clara Grima recomienda el libro ‘El sueño de África’. Foto: O.C

Como buena matemática, Clara Grima (Sevilla, 1971) quedó fascinada por el tempo de este libro de Javier Reverte, El sueño de África. Desde el primer momento, quedó atrapada entre sus páginas y con ganas de conocer el África negra. Soñadora incansable, uno de sus mayores anhelos es conseguir que las matemáticas iluminen nuestras vidas.

Hace apenas unos días, la noche del 25 de agosto de 2012, conocimos la noticia de la muerte de Neil Armstrong, el hombre que alcanzó el sueño de otros muchos hombres y mujeres, pisar la Luna, aquella que según Lorca vino a la fragua con su polisón de nardos.

Yo no he soñado nunca con tamaña empresa. De hecho, me da vértigo incluso pensarlo. Pero sí tengo un sueño bastante más asequible, el de visitar el África negra que describe Javier Reverte en El sueño de África.

"Tengo un sueño bastante más asequible, el de visitar el África negra que describe Javier Reverte en El sueño de África"

No es el único libro de viajes de este autor que he leído y que recomiendo, pero sí fue el primero para mí. Me fascinó la estructura del mismo y me atrapó desde la primera hasta la última página.

No se trata sólo de la descripción del viaje que Reverte hizo por esas tierras, sino que se va entrelazando con las historias de aquellos exploradores, conquistadores o cazadores que quedaron fascinados por la magia de aquel trozo del mundo.

Desde mi punto de vista el tempo es perfecto, es como si Reverte te llevase de la mano por África y de vez en cuando, se parase a contarte la historia de estos aventureros mientras te tomas una bebida refrescante bajo un ventilador ruidoso en Nairobi o sentado en Ripon Falls, frente al borde roto del lago donde nacía el Nilo.

El libro comienza transportándonos a 1869 y a una pensión en la madrileña calle de la Cruz, donde un joven Stanley recibe un telegrama que le cita para oír aquello de Encuentre a Livingstone. Comienza la aventura para él y para nosotros. Aterrizamos en Kampala...

A cualquiera que afirmase que Kampala es una ciudad bonita lo tomarían por loco. Yo la encontré hermosa. A primera vista, es fea y desgarbada. Pero es necesario aprender a comprenderla. A Kampala debe mirársela desde sus colinas, pero hay que vivirla en sus hondonadas.

A partir de ahí y a lo largo de las páginas del libro, Reverte nos invita a recorrer a través de sus palabras los bellos paisajes africanos que fueron escenario de aquellas aventuras románticas, crueles y sanguinarias. Uno se transporta a cualquiera de las ciudades que el autor visita en su periplo, se huele la tierra y la hierba, se puede oír el agua en el bosque tropical, se puede ver el brillo en los ojos de un animal...

La mirada de aquel búfalo guardaba algo de humana, escondía la conciencia de un ser que sabe a matar y que se siente satisfecho de poder hacerlo.

Pero aunque el libro valdría la pena sólo por la forma de Javier Reverte de contar su propio viaje, es incluso más apasionante el relato de las historias de aquellos hombres y mujeres blancos que descubrieron y fueron seducidos por el continente negro: Lugard, Speke, el diablo Burton, Baker, Krapf y Rebmann, Livingstone y Stanley, Thomson y tantos otros cuyas aventuras y desventuras son narradas por el autor con una prosa novelada, haciendo de cualquiera de ellas una trepidante historia de aventuras. También Karen Blixen tiene su hueco en el libro, aquella danesa que rescató para nosotros el perfume de aquellos días de África, logró detener el tiempo en sus páginas, apostó por lo intangible y nos regaló sus Memorias de África.

"Reverte nos invita a recorrer los bellos paisajes africanos que fueron escenario de aquellas aventuras románticas, crueles y sanguinarias"

Y África los cambió a todos, haciendo de Livingstone un explorador, de Baker un formidable narrador de historias, de Burton un neurótico vagabundo, de Speke un héroe trágico y de Stanley un conquistador. A la postre, uno por uno cayeron seducidos por el mal de África. Y todos murieron soñando con regresar.

Una de mis partes favoritas del libro es la dedicada a la campaña africana de Paul von Lettow-Vorbeck durante la Primera Guerra Mundial. La narración de Reverte de la guerra de un caballero como Lettow y sus guerreros askaris es una de las más bellas que ha caído en mis manos. Os invito a disfrutarla, seguro que me lo agradecéis. Bueno, a mí no, a Javier.

Mientras que en Europa el gas y los bombardeos de las trincheras acababan con todos los nobles sentimientos de una generación de europeos, Lettow dejaba libres a los oficiales enemigos que capturaba a cambio de su promesa, bajo palabra de honor, de que no lucharían contra Alemania en todo el tiempo que durase el conflicto.

Aventureros, mercenarios, exploradores, soñadores, cazadores... Hombres y mujeres que con sus vidas fueron dando forma al mito del África negra, arrastrando a otros muchos tras de ellos. Incluido el propio Reverte, que aunque viajó en 1992 y ya no quedaba casi nada por descubrir, pudo aún disfrutar de la aventura de volar con Air Tanzania, la compañía aérea que los anglosajones llamaban 'Air May be'.

A la compañía 'Air May be' la distinguen tres características: nunca cumple los horarios de salida, nunca cumple los de llegada y en muy pocas ocasiones tampoco los itinerarios anunciados. No obstante, posee una cualidad especial, sus aviones casi nunca se caen, aunque parece que todos van a derrumbarse desde el momento en que despegan.

Además, también se encuentran pasajes del libro en los que analiza con un exquisito y moderado sentido del humor las infraestructuras y el comportamiento social en este continente tan cercano, tan lejano. Asimismo, Reverte nos acerca al sentimiento de los habitantes de África que va conociendo durante su particular odisea. Y en este sentido, uno desea viajar hasta allí para poder conocer de cerca, por ejemplo, a los masais.

"Me parece una mezcla exquisita de libro de viaje, aventuras, naturaleza, culturas y, sobre todo, historias románticas"

La religión de los masai carece de normas. Su dios, Ngöi, es poco más que una referencia de la creación y no promete a los hombres otra cosa que la soledad.

La soledad. ¿Qué queréis que os diga? A mí me suena mucho más hermoso y menos cruel que lo del fuego eterno y un juicio final que te tenga toda la vida tensa y cohibida. Puestos a venerar a seres imaginarios, éste es más poético.

El alma swahili vuelve siempre sobre sí misma, galopando sobre los monzones. Salimos del pasado y volvemos al pasado después de darnos una vuelta por el futuro. Ustedes son distintos: gastan su vida destruyendo el pasado y cuando alcanzan el futuro ya están viejos y cansados. El hombre es sólo memoria y regreso, señor.

Hay mucho, muchísimo más en las casi 400 páginas del libro. Os lo recomiendo porque me parece una mezcla exquisita de libro de viaje, aventuras, naturaleza, culturas y, sobre todo, historias románticas.

El sueño de África tal vez no sea más que un afán de aventura, la resistencia infantil del corazón a aceptar la vulgaridad y rutina del mundo.

Clara Isabel Grima Ruíz es catedrática (CEU) del departamento de Matemática Aplicada I de la Universidad de Sevilla. Además de ser docente en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática, investiga principalmente en Geometría Computacional y Teoría de Grafos. Desde hace algún tiempo, dedica sus esfuerzos a hacer llegar las matemáticas a la sociedad con el exitoso blog ‘Mati y su matiaventuras’, así como en 'Mati, una profesora muy particular' y sus colaboraciones en 'Amazings.es'.

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Referencia bibliográfica:

Javier Reverte. “El sueño de África”. 2003

Fuente: SINC
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