Bacterias contra el cáncer

Bajo los zapatos florecen microorganismos que son el origen de nuevos compuestos contra el cáncer. Los actinomicetos, un tipo de bacterias que viven en el suelo, concentran buena parte del trabajo del grupo de investigación de la Universidad de Oviedo que dirigen José Antonio Salas, catedrático de Microbiología y Carmen Méndez, profesora titular de la misma materia. Estas bacterias producen varios tipos de compuestos antitumorales que los investigadores modifican con un doble objetivo: obtener efectos más potentes contra las células cancerosas y reducir al máximo sus posibles efectos secundarios. Aunque aún quedan años de trabajo hasta su posible aplicación en humanos, los primeros ensayos arrojan interesantes resultados.

Grupo de investigación de Biosíntesis de Moléculas Antitumorales.
Grupo de investigación de Biosíntesis de Moléculas Antitumorales. Carmen Méndez es la segunda, y José Antonio Salas, el sexto empezando por la izquierda. Imagen: J.A. Salas.

“Se ha constatado recientemente en ensayos sobre ratones que la mitramicina SK, que nació en nuestro laboratorio, es altamente efectiva contra el cáncer de colon”, sintetiza José Antonio Salas. La mitramicina SK es un compuesto muy similar a la mitramicina convencional, que se utiliza en el ámbito clínico como antitumoral. “No obstante, la mitramicina no es una primera opción para los médicos, por su elevada toxicidad”, explica José Antonio Salas.

Lo que ha conseguido este equipo, que se integra en el Intituto de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA), es una nueva forma de la molécula de mitramicina menos tóxica y muy efectiva. José Antonio Salas, que recuerda en varios momentos que la investigación que desarrolla el grupo aún está lejos de sus primeras aplicaciones en humanos, explica los últimos resultados: “se ha observado que en todos los ratones a los que se les habían inyectado células de cáncer de colon y que siguieron el tratamiento con mitramicina SK, los tumores detuvieron su expansión y en algunos de ellos, el tumor sufrió una regresión total y desapareció por completo”.

Detrás de estos resultados hay muchas horas de trabajo. Como explica Carmen Méndez, “para llegar hasta aquí, primero tuvimos que conocer toda la ruta que permitía a la bacteria generar el compuesto, clonar todos los genes y trabajar sobre el ADN de la bacteria para conseguir un derivado de la mitramicina más eficaz”.

Para alterar la molécula, el grupo inactivó uno de los genes del actinomiceto que produce la mitramicina, con lo que lograron localizar el cambio en uno de los extremos de la molécula. Como resultado, esa parte la cadena de carbonos que la forma es ligeramente más corta: una pequeña diferencia de estructura que influye notablemente en la acción del compuesto.

Esta misma semana han comenzado los ensayos sobre ratones en EEUU para observar los efectos de la mitramicina SK sobre el melanoma, uno de los tipos de cáncer que presentan una mayor mortalidad. Y otra de las líneas que mantiene activa el grupo es la modificación genética de bacterias que producen inhibidores de proteínas quinasas. Algunas de estas proteínas, que intervienen en el procesamiento de “órdenes” dentro de las células, “se descontrolan en los procesos cancerígenos”, explica José Antonio Salas. Por eso, a través de las dos aproximaciones del grupo, la modificación genética directa y la combinación de genes de distintas bacterias, estos investigadores mejoran los compuestos que contribuyen a restaurar la normalidad en las células.

Para avanzar en la aplicación biomédica de los nuevos compuestos que ha desarrollado este grupo de investigación, ha surgido Entrechem S.L., “una de las primeras empresas de base tecnológica o spin-off que se crearon en la Universidad de Oviedo”, afirma José Antonio Salas, socio fundador de la empresa junto a Carmen Méndez.

Fuente: FICYT
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