El clima del pasado en microfósiles del Mar de Bering

Valorar la importancia o las consecuencias del actual cambio climático tiene poco sentido si los datos científicos no se pueden comparar con lo que ha ocurrido en la Tierra a lo largo de millones de años. Por eso muchos grupos, como el de Geociencias Oceánicas del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca, se dedican a la investigación paleoclimática, para saber más de los ciclos que gobiernan las glaciaciones que se han producido de forma periódica en el planeta.

Hasta ahora, los investigadores que lideran el grupo (José Abel Flores, Francisco Javier Sierro y María Ángeles Bárcena) han recogido muestras del Mediterráneo, el Atlántico o el Ártico, pero acaban de incorporar una nueva zona gracias a la participación de Elena Colmenero en una expedición al Mar de Bering a bordo del Joides, el mayor buque oceanográfico de perforación.

De hecho, el único método para rescatar las microalgas fosilizadas de los fondos oceánicos son la perforaciones que este tipo de barcos pueden realizar a cientos y miles de metros de profundidad. El sistema se puede asemejar al funcionamiento de una enorme jeringilla, desde la torre de perforación del barco descienden unos enormes tubos a través del agua que se introducen en los sedimentos marinos acumulados a lo largo de millones de años y extraen cilindros de muchos metros de longitud y apenas unos centímetros de anchura, lo que los expertos denominan testigos. La treintena de científicos de varios países que formaban parte del viaje tuvieron la suerte de contar con nuevos laboratorios y una torre de perforación más alta, puesto que el buque americano ha sido remodelado recientemente.

El viaje

La expedición partió de Victoria (Canadá) en julio para llegar a Yokohama (Japón) en septiembre. En cada uno de los siete estacionamientos (sites, en inglés) se realizaron cuatro o cinco perforaciones en un radio de 200 ó 300 metros y las muestras se recogieron a una profundidad de entre 800 y 3.000 metros.

El trabajo de Elena Colmenero comienza en los laboratorios del Joides cuando se extrae el testigo y consiste en “identificar especies, ya que en función de los eventos de aparición o desaparición de las mismas a lo largo de la historia podemos datar los sedimentos”. Es lo que se conoce coo bioestratigrafía, los expertos reciben la muestra, la preparan y la datan; y “si se llega al objetivo, se para, por ejemplo, en un determinado punto, el propósito puede ser recoger sedimentos del Mioceno”.

De ahí, que los especialistas en este campo hicieran turnos de 12 horas para estar siempre alerta, puesto que su trabajo era determinante en la marcha de la expedición, pero una vez realizado este trabajo de campo lo más importante para la investigadora es tener muestras que llevarse a Salamanca. Ahora toca estudiarlas. “Es una pieza que no teníamos, una oportunidad única por el carácter extraordinario de esta expedición”, indica Colmenero.

Más de lo esperado

Aunque en el Mar de Bering no son abundantes los cocolitóforos que analizan, nanofósiles calcáreos, y sólo los han encontrados científicos japoneses que no han llegado a publicar nada al respecto, “había más de los que esperábamos”. El mayor problema es que dentro de los sedimentos se han transformado en otro tipo de carbonatos, lo cual dificulta su identificación.

En cualquier caso, su presencia es relevante como indicador climático. “Cuando encontramos más, significa que hay más temperatura”, indica la investigadora. Así, desde hace 1’8 millones de años, se ha visto que se producía una glaciación cada 40.000 años, pero en un momento dado este ciclo predominante cambia y pasa a ser de 100.000 años. Los científicos desconocen por qué, pero los indicadores paleoclimáticos siempre están correlacionados, puesto que hay más cocolitóforos en los periodos interglaciares que en otros.

Fuente: SINC
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