Los fabricantes de suplementos nutricionales cuentan con una regulación laxa para distribuir sus productos, lo que da pie a una feroz competencia y abre la puerta al fraude. Emprendemos un viaje al interior de la industria del próximo producto ‘milagroso’, la moringa, de la mano de su principal productor en España, quien sostiene –sin base científica– que su hierba ayudó a superar a Fidel Castro sus problemas de salud.
Una pareja de la Guardia Civil, hombre y mujer, dieron el alto a un coche en una carretera de Almería. El conductor era un bilbaíno en la cincuentena, frente amplia, gafas con cordón y un frondoso bigote entrecano.
—¿De dónde viene? —le preguntó el agente.
—De aquí, de Tíjola.
En la parte de atrás del coche, los guardias iluminaron con sus linternas dos cajones llenos de hojas secas. La mujer preguntó por la mercancía.
—Hojas de marihuana —le dijo con tranquilidad el interrogado, que respondía al nombre de José Manuel Vecilla Blanco.
—¿Cómo que hojas de marihuana? Yo conozco la marihuana y eso no es marihuana.
—¡No, hombre, esto es Moringa oleifera, una planta con propiedades medicinales! —replicó el hombre extendiendo los brazos.
“Al final les vendí moringa a los dos guardias y les di una tarjeta a cada uno, porque dijeron que me iban a seguir comprando”, recuerda Vecilla, mientras cuenta a Sinc su historia como emprendedor en el mundo de los suplementos nutricionales.
En un momento de la entrevista, desliza sobre la mesa un maletín con botes de plástico y sobres herméticos. El empresario va señalando: “Moringa sola, con ginseng, con Stevia, con graviola, con espirulina, para mascotas, hoja de moringa; extracto de moringa con un ratio de 4/1: por cada cuatro kilos de hojas obtienes uno de esto y tiene un 12% de polifenoles, lo puedes utilizar tanto en bebidas energéticas como en fertilizantes”.
Dice que en él se combinan el cultivador, el emprendedor, el naturópata, el empresario y el comunicador.
El auge del mercado de los suplementos
Hace unos meses, Vecilla cogió a su mujer y se trasladó con ella a Gran Canaria, decidido a vivir de plantar moringa ‘ecológica’ en una finca de Santa Lucía de Tirajana y comercializarla.
Hoy, su empresa familiar, Moringa S.L., que registró en 2009 en el Registro Mercantil de Almería, se ha hecho un lugar entre los principales proveedores mundiales de suplementos alimenticios basados en esta planta casi desconocida en Europa, cuya hoja, más que a la marihuana, recuerda al berro. De origen indio, la moringa ha sido bautizada en el mundillo naturópata como “el árbol de la vida” o “la planta milagro”.
En forma de polvo de hoja seca es donde, según diversos trabajos, la planta acumula más propiedades. Tradicionalmente, la Moringa oleifera, por su alto contenido proteico y el rápido crecimiento de sus arbustos, se ha empleado como forraje para alimentar al ganado.
Plantaciones de moringa de Vecilla en Gran Canaria. / Sinc
Sin embargo, en los últimos años, su popularidad se ha multiplicado en la industria de los suplementos nutricionales, que va camino de crecer vertiginosamente en la próxima década. La revista Nutrition Business Journal cifraba las ventas de estos productos en Estados Unidos durante 2012 en 32.500 millones de dólares, cantidad que esperan ver duplicada para 2021. En España la cifra es más modesta, pero importante. Según el Anuario de la Alimentación en España de 2013, las 220 empresas dedicadas a este sector facturaron en complementos alimenticios unos 225 millones de euros.
La moringa encaja como un guante en el mercado español. De acuerdo con un estudio de 2005, publicado en Anales de Medicina Interna por investigadores de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, “se estima que en España un 16% de la población consume estos suplementos, en su mayoría autoprescritos. Este consumo lo llevan a cabo en forma de multivitaminas (53%), minerales (29%) o ambos, y reconocen ingerirlos para tener más energía (22%) y sentirse mejor (18%). La mayoría consumen los suplementos vitamínicos y minerales en forma de cápsulas (65%), a diario o casi todos los días”.
De la afición al imperio
Un detalle biográfico de Vecilla fundamental para esta historia es que es diabético tipo I, insulinodependiente. Hasta 2007, fue director de un pequeño hotel de Bilbao, en el que se desempeñaba 14 horas diarias y que dejó por agotamiento para descansar una temporada en Zamora con sus padres.
Conoció por internet a una catedrática venezolana llamada Yuleida Mendoza, “jefa de laboratorio en el Instituto de Tecnología de Maracaibo”, precisa Vecilla. Una tarde, esta le habló por primera vez de la moringa: “Es buena para tu diabetes”. Le insistió tanto que, sondeando el mercado en internet, consiguió el polvo de moringa de Inglaterra. “Empecé a hacerme infusiones en una olla a presión de cuatro litros y medio. Ponía el agua, echaba tres o cuatro cucharadas soperas de polvo en un pañuelo, lo ataba y hacía una infusión durante veinte minutos”.
Una persona no diabética en ayunas tiene sus niveles de glucosa entre 70 y 140 miligramos por decilitro de sangre. Antes de probar la infusión por primera vez, Vecilla dice que tenía el azúcar en 380 y se inyectaba 85 unidades de insulina diarias, frente a las 25 que declara administrarse ahora. “Hasta entonces, había probado plantas medicinales y tratamientos naturales y nada funcionaba. Sin embargo, a partir de las infusiones de moringa, empezó a bajarme y al cabo de dos semanas ya la tenía equilibrada en torno a 110”.
La Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) clasifica a la Moringa oleifera dentro de su lista de compuestos botánicos en los que se han observado “sustancias de posible riesgo tóxico, adictivo o psicotrópico”. En particular, porque los alcaloides moringina y moringinina pueden tener efectos antifertilidad.
No obstante, uno de compuestos de la moringa, la bencilamina, ha dado algunos resultados en experimentos con roedores de laboratorio que podrían relacionarse con el testimonio de Vecilla. Un estudio del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (INSERM) francés, publicado en Pharmacological Research en 2010, demostró que la administración de bencilamina en el agua mejoraba la tolerancia a la glucosa de ratones insulinorresistentes que, al recibir una dieta rica en grasas, reducían más el peso y el colesterol que los del grupo de control.
Por aquel entonces, Vecilla desconocía todo esto. “Me decía ‘no puede ser, tiene que haber alguna trampa’. Dejaba de tomar la moringa tres días y me volvía a subir el azúcar, la volvía a tomar de nuevo y bajaba. Es una bomba”. Creó moringa.es, una página de información sobre su nuevo y feliz descubrimiento. “Esto lo tiene que conocer el mundo”, se dijo.
El modelo de negocio empezó por el regalo
La planta crece rápidamente y en cualquier parte, por pedregoso o seco que sea el terreno. Unas pocas semanas después de echar la semilla ya puede aprovecharse su hoja, pasados los seis meses da su primera cosecha de flores y en su primer año puede superar los tres metros de altura. Las hojas, las flores, la madera, las raíces y las semillas son aprovechables.
Y, aunque procede de latitudes subtropicales, la moringa también creció en aquel vivero de Zamora.
Para promocionar la planta, Vecilla regalaba semillas por internet. Enviaba paquetes de 30 y los destinatarios solo corrían con los gastos de envío. “Quería que cada uno tuviera la oportunidad de conocerla”. La promoción surtió efecto y llegó a recibir decenas de correos electrónicos diarios solicitando semillas, en su mayor parte de Sudamérica. Según sus cálculos, aquello provocó que se crearan cientos de huertos familiares en el continente. “La palabra mágica es ‘gratis’. Eso fue lo que nos lanzó”, dice el empresario.
Vecilla recuerda hoy aquello como un acto puramente filantrópico, pero lo cierto es que el germen comercial ya estaba ahí, a juzgar por el rastro digital de mensajes que dejó en algunos foros, como este:
Regalo semillas de moringa.
Además de regalar semillas de moringa, para la creación de un huerto familiar... ofrecemos la posibilidad de crearte tu propio empleo a partir del cultivo del Moringa. Solo necesitas tener un terreno o invernadero de al menos 1 hectárea y empezar a cultivar el moringa, según nuestras directrices. También ofrecemos, para los más ambiciosos, la franquicia de Moringa.
El mensaje, publicado meses antes de registrar la sociedad, detalla el modelo de negocio, que incluye la venta de productos derivados de la moringa, tanto a consumidores finales como a distribuidores franquiciados, que pagan una tasa y reciben la moringa más barata para su redistribución.
El emprendedor con sus cultivos. / Sinc
Para tejer su red, Vecilla ha registrado unas 130 páginas web. Casi cualquier combinación posible de nombres con “moringa” forma una URL de su propiedad. “A cada distribuidor le hacía una tienda on line en la que no tenía ni que tener stock”, explica Vecilla. “Tú recibes los pedidos, los cobras y me haces el mismo pedido en una tienda exclusiva para distribuidores que ya tiene aplicado el 35%”. Además, distribuyen a herbolarios, a médicos naturópatas y al consumidor final.
Pero Zamora no era buen terreno para esta especie. Al año siguiente de su experiencia iniciática, Vecilla y su mujer ya se habían mudado a la zona de Vera Playa, en Almería. “Uno de los clientes que tenía me pidió un kilo de semillas. Como tenía invernaderos, me dije ‘esta es la mía”, recuerda. Seis meses después crearon el Centro de Enseñanza de la Moringa, para instruir a agricultores de la zona que pudieran suministrar a Moringa S.L.
La delgada línea roja: nunca digas “curar”
En España, la línea roja que separa los medicamentos de los suplementos nutricionales está nítidamente delimitada por el Real Decreto 1907/1996 sobre publicidad de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria. Los suplementos no tienen que acogerse a las regulaciones estrictas de la Ley del Medicamento.
De hecho, la laxitud de la normativa hace que, en ocasiones, se incluyan en los suplementos formulaciones diferentes a las que aparecen en el etiquetado (la FDA estadounidense tiene catalogados 560 casos) y, en algunos casos, incluso sustancias químicas prohibidas, como demuestra un reciente estudio en el que los investigadores pudieron adquirir estos suplementos hasta 52 meses después de haber sido retirados.
Dado que los suplementos nutricionales tampoco necesitan pasar por tres fases de ensayos clínicos ni por un sistema de patentes, porque no son fármacos y no curan, se considera una “infracción muy grave” publicitarlos o distribuirlos como tal.
Y, como siempre que existe una línea roja, el juego está en acercarse todo lo posible. “A mí los médicos no me pueden decir nada porque desde el primer momento respeté la palabra”. Se refiere a la palabra “curar”. Fueron, dice Vecilla, muy cautelosos. “No dices que cura, que es lo que quieren los farmacéuticos, pero lo dejas caer”.
Además, la moringa cuenta a su favor con otra corriente que lo sitúa como un alimento idóneo para combatir la malnutrición en países en desarrollo. Instituciones como la FAO han promovido su uso y algunas ONG han puesto en marcha programas de desarrollo de su cultivo y consumo. Entre ellas, Moringa Sin Fronteras, una sociedad limitada registrada en 2013 a nombre del hijo de Vecilla, quien se encarga de la distribución desde Bilbao a 36 países.
Su cosmovisión para devolver al mundo lo que la moringa le ha dado incluye un proyecto de introducción de la moringa –que posteriormente su empresa recompraría– en la región de Itapúa, en Paraguay. Mientras tanto, la competencia crece. Por eso, su objetivo era lograr la certificación de moringa ecológica, que le permita imprimir distintivos verdes en la etiqueta. “Con la moringa tengo competencia. Con la moringa ecológica, no. Soy el único”.
El mayor de sus competidores está en la isla de enfrente, Tenerife, y es la empresa Moringa Garden, fundada por el alemán Bernd Efinger en abril de 2014. “Las semillas y enseñanzas que yo le enviaba a mi distribuidor se las estaba pasando a este amigo alemán, que hoy es una potencia”, resume Vecilla.
Donde no hay patentes, impera la ley del más avispado. “Tengo franquicias en Paraguay, Argentina, Nicaragua, Ecuador, Colombia y Panamá. Les cobro 5.000 euros por una hectárea y la información. Ellos aprenden, desarrollan el producto y, al final, les sobra el españolito”, dice Vecilla. “Nos dicen que somos muy desconfiados. ¿Cómo no lo vamos a ser si nos ha pasado diez veces? Y nos seguirá pasando”.
Hace unos cuatro años, cuando Vecilla y su mujer todavía estaban en Almería, recibieron una orden de compra de un kilo de semillas. “Y nosotros, como era del Gobierno de Cuba, les mandamos dos kilos”, asegura. Un año más tarde, a Moringa S.L. llegó otra carta de agradecimiento, con una propuesta de colaboración. Al parecer, Cuba tenía muchas hectáreas en las que quería sustituir moreras por moringas. Vecilla relata que incluso le ofrecieron crear una sociedad. Finalmente, el acuerdo no se produjo.
Fidel Castro había dejado el poder a su hermano año y medio antes por –según fuentes oficiales– una diverticulitis que se le complicó. Debido a la opacidad que rodea al régimen, los rumores sobre su salud eran constantes. Pero un día reapareció y el 17 de junio de 2012, escribió en una de sus Reflexiones del compañero Fidel:
“Están las condiciones creadas para que el país comience a producir masivamente Moringa Oleífera y morera, que son además fuentes inagotables de carne, huevo y leche, fibras de seda que se hilan artesanalmente y son capaces de suministrar trabajo a la sombra y bien remunerado, con independencia de edad o sexo”.
En aquel momento, Vecilla, que ya había dicho “no” a la oferta cubana, ató cabos. Aquello explicaba los pedidos de moringa desde Centroamérica. “¡Lo que no sabía el mundo es que Fidel Castro se curó con moringa!”, se apresura a adelantar Vecilla.
No puede escribirlo en sus envases, ni demostrarlo científicamente, pero lo dice. De eso va su negocio.