Fábrica de futuros 'Da Vincis'

Con siete años, un niño es capaz de construir una peonza robotizada y de preguntarse cómo funciona un ascensor. El taller “Jóvenes Inventores” potencia su creatividad a través del método científico.

Anselmo Peñas, junto a dos pequeños inventores. Imagen: UNED.
Anselmo Peñas, junto a dos pequeños inventores. Imagen: UNED.

Desconocer la respuesta a una pregunta es el comienzo de todo investigador, tenga la edad que tenga. Diez jóvenes inventores de siete años responden cada jueves, gracias a su imaginación, a las preguntas que surgen en el taller de robótica en el que participan, dirigido por Anselmo Peñas, investigador de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la UNED.

“No saber las respuestas es la excusa para explorar. Tenemos que activar su imaginación para que surja en ellos el deseo de construir”, explica Peñas, que imparte por primera vez el curso “Jóvenes Inventores” como actividad extraescolar en el Colegio de Educación Infantil y Primaria Leopoldo Calvo-Sotelo, del madrileño barrio de Las Tablas. “Se trata de poner los medios para que conviertan en realidad aquello que imaginan. Cuando construyen, surgen las preguntas: ¿Cómo funciona? ¿Por qué no me funciona? ¿Qué pasa si…?”, añade.

“No saber las respuestas es la excusa para explorar"

Con ayuda de otro instructor, priorizan lo que quiere hacer el niño, convirtiendo el conocimiento en un medio, y no en un fin. Para ello, construyen, por ejemplo, peonzas robotizadas con piezas de Lego, programadas con una aplicación informática, que ellos solos controlan.

Divididos en equipos, cada uno se encarga de un rol: responsable de material, experto constructor y experto programador. Juntos tratan de averiguar cómo funciona su invento, qué es lo que hace que se mueva el motor o de qué depende la potencia del giro.

Arquímedes vs Ronaldo

“Aprendemos cómo mover las cosas con la tecnología y corregimos los errores”, afirma Daniel, uno de los estudiantes. En su caso, este taller también ha despertado su vocación científica, porque no descarta estudiar robótica dentro de unos años, aunque todavía no lo tiene claro. “Tengo dudas porque me gusta mucho el fútbol y también la robótica, así que tengo que pensármelo”, reconoce.

La mayoría de los niños y niñas se apuntaron al curso porque les divierte poder construir lo que imaginan. En el caso de Guillermo, futuro piloto de aviones, fue su padre quien le animó: “Le encantan los Lego”.

Aprenden conceptos complicados sin darse cuenta como, por ejemplo, cómo se propaga el movimiento en un juego de engranajes, cómo espera un programa a la señal de un sensor o de qué forma se transforma la rotación del motor en otro movimiento. El taller también potencia el entrenamiento lógico-matemático, el trabajo en equipo, la inteligencia creativa, la inteligencia ejecutiva o el respeto por el material, entre otras capacidades.

“Adaptamos el método científico a su forma de trabajar. Ante una pregunta, ellos lanzan hipótesis y, para estar seguros de su respuesta, necesitan experimentar”, señala el experto. La idea de desarrollar el taller apareció en forma de preguntas cuando sus hijos empezaron a ir al colegio. “¿Cómo podemos ayudarles a desarrollar al máximo su creatividad, y hacerlo a través de materiales tecnológicos?”, se preguntó el investigador de la UNED. Y el siguiente paso fue diseñar el curso.

Para completar esta capacidad inventiva, además de construir robots, cada niño cuenta con un cuaderno del inventor en el que apunta toda aquella innovación que se le ocurre, después de habérsela explicado detalladamente a sus compañeros. Pequeños Da Vinci en potencia.

“Jóvenes inventores” se celebra cada jueves en el colegio Leopoldo Calvo-Sotelo, en colaboración con la AMPA (Asociación de Padres y Madres de Alumnos). El taller puede organizarse en cualquier centro escolar interesado.

Fuente: divulgaUNED
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