El arquitecto de la UPV/EHU Iñaki Begiristain ha estudiado al autor del Museo Guggenheim Bilbao, pero centrando su trabajo lejos de esta villa. Su objeto de interés han sido, efectivamente, tres construcciones de Frank Gehry, pero creadas en Los Ángeles en la década de los 80: el Acuario Marítimo Cabrillo, el centro Edgemar y la Escuela de Derecho Loyola. Estas tres obras guardan un relatus, un intento de atrapar el paso del tiempo.
Begiristain explica que construir en Los Ángeles es construir sin contexto ni referencias. Es decir, se trata de tres proyectos que “partieron de cero. En este vacío, el proyecto tiene que inventar su lugar”. Los tres limitan dicho vacío con una planta en forma de U, y tienen una entrada doble en el lado abierto de esta U. Además, Gehry aprovecha la abertura para crear un nuevo espacio público en el solar correspondiente: una estructura de red metálica en Cabrillo, una pequeña plaza en Edgemar y un campus en Loyola. Pero hay más similitudes, ya que los tres parecen muy normales por fuera, pero son muy diferentes por dentro. “Miran hacia dentro. Lo que por fuera son superficies corrientes y continuas, por dentro están totalmente fragmentadas, hechas en materiales diversos, y compuestas por elementos en todo tipo de escalas”, afirma el investigador.
Crear un relato
A falta de referencias, en la arquitectura de Los Ángeles se tiende a recurrir a la ficción o a la historia en busca de inspiración, y a utilizar recursos temáticos o elementos relacionados con los decorados de cine. Gehry, sin embargo, crea los interiores de sus construcciones de una manera diferente: “Ofrece al paseante algo así como un relato arquitectónico, mediante un recorrido formado por piezas de lo más diversas”. A pesar de tratarse del diseño de un único arquitecto, sus trabajos simulan ser heterogéneos. Recrea el paso del tiempo: en vez de una construcción que partió de cero, en vez de haber sido creada en un determinado plazo, parece que los elementos se han ido añadiendo poco a poco, que las obras se han hecho en varias fases, y que la construcción es el resultado de un largo proceso. Como los campos de fútbol que se van ampliando y transformando. En pocas palabras, Gehry crea un relato sin necesidad de inventarse una ficción para hacerlo.
Y es que, este arquitecto recurre a su propio catálogo, a sus propios orígenes, para conformar el relato. El catálogo está arraigado a la tradición constructora californiana moderna. “Se basa en la industria de la arquitectura y en las técnicas de construcción contemporáneas, y, por otra parte, en la crítica a la ortodoxia moderna y en la relación que él mismo tuvo con los artistas plásticos de la década de los 60. De su biografía se entiende de dónde viene ese catálogo formal. A primera vista, se suele entender como un divertimento, pero tiene unos cimientos más robustos”, afirma el investigador.
Las tres construcciones a estudio sugieren a Begiristain el paso del tiempo, el peso del pasado, la memoria… Así pues, hace una reflexión personal sobre otras obras que le producen unas sensaciones similares, y que pertenecen a disciplinas diferentes a la arquitectura. Son ejemplos de disciplinas de lo más diversas: los recuerdos insertados a los humanoides en la película Blade Runner, los escritos de Nietzsche sobre lo excesivo que puede resultar el peso de la historia para la vida… Al igual que en la arquitectura de Gehry, estos ejemplos del cine o la literatura también se refieren a elementos que conforman un recorrido o un relato.
El Museo Guggenheim
Asimismo, Begiristain ha comparado las tres construcciones sometidas a estudio con obras más modernas de Gehry, como el Museo Guggenheim Bilbao. Al contrario que en los proyectos de Los Ángeles, en este caso el arquitecto sí tenía una referencia antes de empezar con su trabajo: el puente de la Salve. “El edificio abraza el puente y ahí es donde se ancla”, explica. De todas maneras, sí parece haber alguna similitud con los proyectos de California en el otro extremo del muelle, ahí donde construyó la “valla de piedra”, en el lado que da acceso a la subida a la entrada principal del museo: “Ahí donde la escala empieza a ser otra, en esa parte delantera que en su día era un vacío sin referencias, se abre la valla, detrás de la cual se protege la diversidad fragmentada del programa”.