Mi gato tiene genes de leopardo

Todos los gatos domésticos descienden del gato salvaje africano (Felis silvestris lybica), el primero en ser domesticado en Oriente Próximo con el comienzo de la agricultura. Pero hubo un tiempo en que el gato leopardo asiático (Prionailurus bengalensis) también convivía con los humanos en China. Ahora, el felino vuelve a colarse en los hogares a través de su híbrido, el gato de Bengala.

Mi gato tiene genes de leopardo
El híbrido entre el gato leopardo asiático (Prionailurus bengalensis) y el gato doméstico (Felis silvestris catus) –tipo abisinio o birmano– dio lugar al gato de Bengala. / Jonathan Benson

El gato es la mascota más popular del mundo: cuenta con 500 millones de representantes y todos descienden de la forma africana y próximoriental del gato salvaje Felis silvestris lybica. El interés del hombre por este felino data de lejos. La historia de su domesticación se remonta a hace unos 10.000 años con el comienzo de la agricultura en Próximo Oriente.

La reciente hibridación del gato leopardo asiático, una especie salvaje, le ha introducido en los hogares de todo el mundo

Con la producción y almacenamiento de cereales y vegetales, se expandieron varias especies de ratones que pudieron justificar la aparición de gatos en los poblados humanos. “La historia de la domesticación es sin lugar a dudas una obra con tres actores que no ha dejado de interpretarse desde entonces”, señalaba en la revista francesa La Recherche Jean-Denis Vigne, del Centro Nacional de Investigación Científica del país galo.

Existen más pruebas del acercamiento de este pequeño felino al ser humano hace unos 5.500 años. Los restos óseos de gato hallados en el año 2001 en la provincia de Shaanxi, al norte de China, generaron controversia: ¿Se trataba de un nuevo ejemplo de domesticación o de una importación de gatos de Oriente Medio a China?

En un estudio publicado recientemente en la revista PLoS ONE científicos de varias nacionalidades han tratado de determinar la especie a la que pertenecían los huesos. Lo han hecho analizando su morfometría geomética, en ausencia de ADN antiguo. Los resultados sorprendieron a todos: los huesos pertenecían al gato leopardo asiático (Prionailurus bengalensis) y no a Felis silvestris lybica.

Este felino salvaje está aún muy extendido en Asia oriental frecuenta las zonas con mucha presencia humana. Hace miles de años, este pariente lejano del gato salvaje occidental pudo sentirse atraído por la proliferación de ratones que se aprovechaban de los excedentes de cereales.

El estatus doméstico del gato leopardo parece haber durado poco, ya que todos los gatos domésticos que viven hoy en China están genéticamente relacionados con Felis silvestris lybica y no con Prionailurus bengalensis, dicen los autores, liderados por Vigne. Pero el gato leopardo sigue muy vinculado al ser humano. Su reciente hibridación le ha vuelto a introducir en los hogares de todo el mundo.

Cráneo de Prionailurus bengalensis hallado en el norte de China, que demuestra que el gato leopardo fue el primero en ser domesticado en esta región. / J.-D. Vigne (CNRS/MNHN)

El gato leopardo reconvertido a mascota

El híbrido entre este gato leopardo asiático y el gato doméstico (Felis silvestris catus) –tipo abisinio o birmano– dio lugar al gato de Bengala, “un animal de imponente apariencia con el temperamento de un gato doméstico. Muchos gatos de Bengala encajan en esta descripción”, señala a Sinc Leslie A. Lyons, científica que estudia esta raza desde hace 30 años en el departamento de Medicina y Cirugía Veterinarias en la Universidad de Missouri (EE UU).

El gato de Bengala es un animal de imponente apariencia, con los colores del felino salvaje y el temperamento de un gato doméstico

Aunque existen algunas referencias de finales del siglo XIX y principios del XX sobre los primeros cruces de ambas especies, no es hasta los años 60 cuando Jean Mill, considerada la reina de los gatos de Bengala, cruzó deliberadamente ejemplares de gato doméstico y gato leopardo con un objetivo: detener el tráfico ilegal de gatos salvajes en Asia.

Estos felinos eran perseguidos por su piel y las crías enviadas a tiendas de mascotas de todo el mundo. Pero la mayoría terminaba en zoos o se escapaban. “Al poner un abrigo de leopardo a un gato doméstico, el mercado de mascotas quedaría satisfecho y disminuiría la caza furtiva de especies salvajes”, decía Mill en una revista especializada en gatos en 1991.

Pero su atractivo pelaje pardo amarillento con manchas en forma de rosetones negros, tan característico del felino salvaje, no siempre fue la razón de su hibridación. En los años 70, Willard Centerwall, licenciado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale (EE UU) y apasionado de los felinos, utilizó este híbrido para ampliar sus estudios sobre humanos con un sistema inmune comprometido por enfermedades congénitas, VIH, leucemia y linfoma; ya que la leucemia felina actúa de la misma manera que la humana.

El investigador, especializado en el estudio de estas enfermedades y autor de numerosas publicaciones en la revista Journal of Heredity, crió gatos leopardo asiáticos –que no tienen el virus de la leucemia felina integrado en su sistema– con gatos domésticos –que no presentan resistencia a este virus y trasmiten la enfermedad a sus crías– para comprobar si los híbridos heredarían la resistencia genética a la leucemia felina. Al final no resultaron ser inmunes, pero a esta primera generación de gatos de Bengala se les tuvo que encontrar un hogar. Acabaron siendo acogidos por Mill.

De forma paralela, el zoólogo William Engle, que dedicó parte de su vida a la crianza del gato de Bengala, también contribuyó a la expansión del híbrido. Para él, la única forma de mantener los genes de gatos exóticos era cruzarlos con animales domésticos. Fue el propio Engle quien dio nombre a la raza, cuyo registro fue aceptado en primer lugar en la American Cat Fanciers Association.

En 1983, la raza fue reconocida por la International Cat Association gracias a Jean Mill. Sin embargo, el gato de Bengala sigue sin estar aceptado en uno de los mayores registros de animales domésticos, el Cat Fanciers' Association, por su antepasado salvaje. ¿Pueden estos animales híbridos considerarse realmente una mascota?

El gato de Bengala tiene un pelaje único que recuerda al de un felino salvaje. / Wikipedia

Vivir con un animal medio salvaje

“Esta cuestión inofensiva se puede complicar cuando algunos introducen en sus hogares animales salvajes o cruces entre especies salvajes y domésticas”, explica a Sinc Juan Vicente Delgado Bermejo, investigador en el departamento de Genética de la Universidad de Córdoba.

Los animales salvajes y sus cruces están predispuestos a la agresividad y a respuestas imprevisibles a estímulos

“Los animales salvajes y en menor medida, sus cruces, están predispuestos a la agresividad y a respuestas imprevisibles a estímulos”, afirma Delgado Bermejo. Es lo que ocurre por ejemplo con el perro lobo, un cruce que lleva produciéndose de manera natural desde hace miles de años. Existen evidencias de que estos cruces siguen produciéndose en la actualidad en la península ibérica, lo que podría poner en peligro a las poblaciones naturales, aunque tanto perros como lobos ibéricos forman dos entidades genéticas bien diferenciadas.

Según un estudio publicado en Molecular Biology las dinámicas de hibridación en las poblaciones se producen entre perros y lobas, pero más importante aún es que el equipo, liderado por la Universidad de Oporto (Portugal), observó una población que muestra un caso continuo de clases híbridas en paquetes mixtos.

“Esto indicaría que hemos subestimado la hibridación”, sugieren los autores. De confirmarse este patrón, la introgresión (movimientos de genes de una especie a otra) estaría permitiendo que las poblaciones de lobos con genes de perros domésticos se adapten a hábitats altamente humanizados del sur de Europa.

El caso de los gatos híbridos no produce la misma inquietud que los perros lobos, porque “no son tan agresivos y no harían tanto daño al humano”, subraya Leslie Lyons. Sin embargo, cuando se eligen los híbridos para criar, se escogen los gatos con la coloración de pelaje y las marcas más llamativas. Pero “no se dan cuenta de que pueden estar eligiendo los genes del gato de leopardo: se fijan en la imagen (el fenotipo) y no en su genética (el genotipo)”, explica la genetista.

A pesar de todo, “hay muchos más genes de gato doméstico que de gato leopardo en el de Bengala, aunque algunas de las asombrosas manchas procedan del felino salvaje”, añade la experta. Para ella, la verdadera preocupación llega cuando se manipula al gato leopardo en un entorno que no es el suyo y se cuestiona la posesión legal del animal.

Perro lobo checoslovaco, un híbrido entre pastor alemán y lobo euroasiático. / Sonja Pauen

Consecuencias genéticas de la hibridación

Al cruzar especies domésticas y salvajes pueden existir barreras anatómicas que los imposibiliten. “En otros casos son incompatibilidades fisiológicas y también genéticas. No obstante, algunas de estas se pueden vencer con la manipulación genética y reproductiva”, aclara Juan Vicente Delgado Bermejo.

Por la compatibilidad de los complementos cromosómicos entre perros domésticos y salvajes, los cruces han dado lugar a crías fértiles

La mula, un híbrido entre burro y yegua, es estéril porque burros y caballos tienen distinto complemento cromosómico. “El híbrido tiene un complemento impar que dificulta la meiosis [proceso de división de las células reproductoras], aunque excepcionalmente hay casos de fertilidad mular”, admite el experto.

Por la compatibilidad de los complementos cromosómicos entre perros domésticos y cánidos salvajes, los cruces han dado lugar a crías fértiles. En el caso de la hibridación artificial entre ambas especies, como el perro lobo checoslovaco, “la primera generación presenta unos caracteres intermedios entre perro y lobo, y si en el futuro los animales van apareándose solo con perros, los caracteres salvajes se van diluyendo generación a generación hasta desaparecer”, recalca el científico de la UCO.

En otras especies puede darse la misma incompatibilidad. “Los primeros cruces entre gatos domésticos y gatos leopardo produjeron gatitos de los que los machos eran estériles y la hembras no. Y esto ocurre con la mayoría de los híbridos”, confiesa Lyons.

Una vez que la raza se afianza generación tras generación, los animales mitad domésticos y mitad salvajes entran en los hogares, y pocos dueños se cuestionan las limitaciones éticas que su adquisición plantea.

“Yo entiendo que los cruces espontáneos como el perro lobo o el cerdo jabalí son éticos en sí mismos, ya que los permite la naturaleza. También los cruces con fines zootécnicos como el mulo”, confiesa Delgado Bermejo. Pero los cruces indiscriminados que exigen manipulación genética y reproductiva siguen planteando dudas.

En el caso del gato de Bengala, la Cat Fanciers' Association ya ha empezado el proceso de reconocimiento de la raza y permitirá en el próximo espectáculo del 30 de abril de 2016 exhibir y examinar a los ejemplares, aunque aún no podrán ganar premios.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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