Comprender el inglés y hacerse entender es una de las asignaturas pendientes de los españoles, a los que les cuesta 'hacer oído'. Una situación marcada por la diferencia fonética entre ambas lenguas pero que se puede superar con voluntad, esfuerzo, práctica y la ayuda de las nuevas tecnologías.
7 de septiembre de 2013. El salón de actos del Hotel Hilton de Buenos Aires, repleto. Millones de ojos de todo el mundo observan las exposiciones de las ciudades candidatas a albergar los juegos olímpicos de 2024. Tras Tokio y Estambul, llega el turno de Madrid. Suben al estrado, entre otros, el príncipe Felipe de Borbón, el jugador de baloncesto Pau Gasol y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
El discurso del príncipe Felipe en inglés fue correcto, propio de un hombre que ha residido durante años fuera de su país natal. Pau Gasol pronunció unas divertidas palabras demostrando su manejo del idioma tras haber jugado más de una década en la NBA. Por su parte, Ana Botella subió al atril y habló en la lengua de Shakespeare a sabiendas de que su nivel distaba del de los otros ponentes.
Las palabras de la alcaldesa, que han generado bromas durante toda la semana, son el último ejemplo público de la importancia de la pronunciación. “A la hora de aprender idiomas existen dificultades, y no solo de pronunciación, aunque esta es una de las más evidentes porque es lo primero que uno oye”, explica a SINC Julia Lavid, catedrática y directora del departamento de Filología Inglesa de la UCM.
Hablar con soltura una segunda lengua requiere tiempo, esfuerzo, trabajo y voluntad. Las diferencias fonéticas entre el idioma propio y el que se aprende abren un bache en el que se cuelan los errores. “A los españoles les cuesta pronunciar las vocales de forma correcta, por la diferenciación entre largas, cortas, abiertas o cerradas que tiene el inglés y no el castellano”, enumera la catedrática.
Esta variedad de sonidos provoca que muchos hispanoparlantes confundan palabras como ‘ship’ y ‘sheep’ –barco y oveja–. “Si no haces oído de pequeño, es muy difícil diferenciarlos”, comenta.
Doug Davison, investigador del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), coincide: “Si una persona no ha aprendido los sonidos propios de un segundo idioma de una manera precisa, su capacidad para coordinar la percepción y la producción del habla será limitada”.
Pero ¿somos los españoles especialmente torpes con el inglés? A pesar de las dificultades que puedan surgir de la adquisición de una segunda lengua, “los hispanoparlantes no tenemos ninguna limitación con el inglés –asegura Lavid–. No es un idioma tan diferente al nuestro. Es una lengua germánica con palabras y aspectos latinos, con una estructura similar. No es como el chino”, recalca Lavid.
El desarrollo cognitivo para poder procesar un idioma es más efectivo a edades tempranas, cuando el cerebro es más “plástico y moldeable”. “Cuanto más joven se adquiere un idioma, más sencillo resulta; pero esto no quiere decir que no haya personas adultas con un talento especial capaces de aprender con facilidad. Además, cuanto más practicas, más dominas el idioma y más fácil resulta aprender otros”, indica la catedrática.
Por su parte, Doug Davison considera que no existe una edad ideal para aprender un idioma, sino que depende de cada persona y sus circunstancias. “Los alumnos que comienzan a aprender un poco antes de la edad adulta necesitan invertir más tiempo para alcanzar el mismo nivel de pronunciación”, puntualiza Davison.
Televisión y pronunciación
El progreso de las nuevas tecnologías ha favorecido la proliferación de herramientas útiles para mejorar ese aprendizaje. “Son instrumentos complementarios muy buenos, que pueden ayudarnos a perfeccionar tanto la escritura como la pronunciación y el vocabulario, aunque no deben sustituir a la inmersión lingüística ni a los estudios académicos del lenguaje”, indica Julia Lavid, que es autora del libro Lenguaje y nuevas tecnologías: nuevas perspectivas, métodos y herramientas para el lingüista del siglo XXI.
“Es fundamental la exposición al idioma mediante vídeos, películas, libros, cómics, música, los programas de la televisión… Eso sí, siempre que sea posible, sin subtítulos”, recalca Lavid.
“Con dar a un botón del mando de la TDT tus hijos verán los dibujos animados en versión original, puedes chatear en el ordenador con nativos, descargarte podcasts en tu teléfono, leer un periódico desde tu tableta... Las maneras son múltiples y sin coste adicional para lograr un aprendizaje incidental, el que se adquiere sin darse cuenta de ello", explica José Manuel Vez, catedrático de Didáctica de la Lengua y director del Observatorio Atrium Linguarum de la Universidad de Santiago de Compostela.
En esta línea, una nueva investigación publicada esta semana ha demostrado que la televisión puede ser un factor para el cambio en el acento de un idioma. Lingüistas de la Universidad de Glasgow encontraron dos peculiaridades de pronunciación típicamente propias de Londres cada vez más comunes en ciudadanos de Glasgow que veían la popular serie EastEnders.
"Los programas televisivos contribuyen a acelerar los cambios en la fonética del lenguaje inconscientemente”, destaca Jane Stuart-Smith, autora principal del estudio. Según creen los investigadores, ver la televisión no es suficiente. El cambio tiene una fuerte relación con la constancia y el compromiso emocional con los personajes.
A pesar de la tendencia, el cambio de acento fue mucho más notable en aquellas personas que tuvieron contacto con amigos y familiares residentes en la capital inglesa. Los investigadores del estudio aseguran que la interacción social entre iguales tiene un efecto mucho mayor en el cambio lingüístico.
Los factores esenciales para mejorar la pronunciación de un idioma son tener voluntad, poner interés, practicar y dedicarle tiempo. “O, como dicen los ingleses, ‘Practice makes progress’. La práctica lleva al progreso”, recalca Lavid.
Para aquellas personas que deseen mejorar el habla de una segunda lengua no existen trucos mágicos. Lo primero es aumentar la exposición al idioma. “Se debe escuchar más la radio en inglés, los canales de televisión, las películas, leer prensa y libros para mejorar el vocabulario. Hay que someter al oído a eseinput”, aconseja la profesora de la UCM. “Es bueno hacer oído aunque no se entienda todo palabra por palabra”.
Después, la práctica. El esfuerzo del habla debe basarse en la comunicación y no en la corrección: “La clave es expresarse y practicar con personas del mismo nivel, perder el miedo a la vergüenza. Hay que hablar y ya se irá mejorando”.
Y, en el caso de que sea posible, lanzarse a la inmersión lingüística. “Verse en la obligación de hablar es una situación fundamental”, puntualiza.
Además de la televisión, la web y los ‘smartphones’ albergan herramientas para mejorar los idiomas, desde redes sociales hasta cursos on line gratuitos, pasando por aplicaciones móviles.
Un ejemplo de ellos es Colour Trick, un método para perfeccionar la pronunciación del inglés mediante un código de color. Es un proceso que asocia los 20 fonemas vocálicos de esta lengua con diversos valores cromáticos. “No un color al azar, sino uno que contiene el sonido que representa”, señala Rosa de la Concha, una de las creadoras del método, premiado por el British Council. La aplicación se encuentra disponible en Apple Store para iPhone y iPad.
Bussu es una comunidad digital en la que se pueden optar por más de una decena de lenguas. Tiene una amplia variedad de niveles y permite mantener conversaciones on line con personas nativas. Además, incluye archivos de audio y exámenes.
En la línea de las aplicaciones para teléfonos de nueva generación se encuentra Babbel, una app para Android y iPhone que ayuda a aumentar el vocabulario por temáticas a través de fotografías y frases. Posee un sistema de reconocimiento de voz para ayudar a mejorar la pronunciación.