Puede parecer que la fregona es un instrumento universal con el que hemos convivido siempre. Sin embargo, no fue hasta finales de la década de los 50 cuando un empresario español, Manuel Jalón Corominas, comercializó esta sencillísima herramienta. En 1956 colocó un palo a una bayeta, un cubo y un escurridor de rodillos con pedal en un escaparate de Zaragoza. Su creador le puso el nombre de fregasuelos, palabra que considera más elegante, pero su primer vendedor la nombró fregona y así ha pasado al diccionario. Su objetivo era “levantar a la mujer del suelo” y erradicar las enfermedades que afectaban a la espalda, las rodillas y la piel de las amas de casa y profesionales de la limpieza.
Corominas nació en Logroño (La Rioja) el 31 de enero de 1925. Pasó la mayor parte de su vida en Zaragoza y vivió en Estados Unidos y en Finlandia, donde escribió su tesis doctoral sobre accidentes aeronáuticos. Sin embargo en 1958, de vuelta en España, le dio un giro a su vida laboral y creó la empresa de fregonas Manufacturas Rodex, para comercializar el ingenio que se le había ocurrido trabajando con aviones en los hangares, donde se caía mucho aceite y líquidos hidráulicos y se fregaba con unos cepillos de palo largo que se escurrían mediante un sistema de rodillos.
Pero este no fue su única aportación al bienestar general, entre sus múltiples creaciones están las innovaciones que introdujo en la jeringuilla desechable. Hasta 1973, las jeringuillas de un solo uso eran un instrumento muy poco habitual en España debido a su elevado coste. Gracias a sus modificaciones, que redujo el número de piezas y creó una estructura más fina y económica, en España pudieron generalizarse las jeringuillas de un solo uso, disminuyendo así el riesgo de contagio de enfermedades.
Estos dos utensilios, por cotidianos, quizá no aparenten lo que han conseguido, mejorar la vida de varias generaciones. El responsable, todo un genio de las cosas sencillas.