Con las ciudades vacías, muchos animales, que antes tenían miedo a los humanos, salen con más facilidad o cambian sus comportamientos. Para los expertos, la casi nula actividad humana crea una trampa ecológica y una falsa percepción de que las urbes son un buen lugar para vivir. Además, algunas especies pueden dejar de percibir a los humanos como un peligro.
La edad de 100 años en humanos no es frecuente, como tampoco lo es la correspondiente en perros: entre los 17 y 22 años. El análisis de ADN de dos canes ‘Matusalén’ de 22 y 27 años en Hungría, protagonistas del #Cienciaalobestia, muestra la existencia de cuatro variantes genéticas exclusivas, relacionadas con el envejecimiento.