En un mundo condicionado por la comida, la valorización de los desechos industriales podría ser otro incentivo de rentabilidad para los productores de alimentos. Investigadores estadounidenses evalúan cómo mejorar la seguridad energética y reducir el impacto ambiental, dándole una segunda vida a la basura orgánica.
El equipo de las universidades Politécnica de Madrid y de Castilla-La Mancha indica en un estudio que este biocombustible emite un 55 % menos de hollín, lo que supondría “un prometedor avance en la reducción de emisiones tanto en aviación como en automoción”.
Científicos de la Universidad de Córdoba han creado un combustible apto para su uso comercial a partir de los desperdicios de alimentos que tiran los restaurantes. En concreto, se reutilizan los ácidos grasos empleando ultrasonidos y una técnica llamada transesterificación.
Investigadores de la Universidad de Huelva han logrado mejorar la producción de microalgas con el uso de desechos agroindustriales en su alimentación. Además, han aumentado la eficiencia y reducido los costes para la producción de carburantes sostenibles a partir de estos organismos.
Científicos de la Universidad de Córdoba han combinado algas y bacterias para producir biohidrógeno. La unión del alga verde unicelular y la bacteria Escherichia coli les ha permitido obtener un 60 % más de producción de este combustible del futuro. Esta fusión también podría usarse en residuos industriales y aguas contaminadas para aumentar la producción a la vez que descontaminar.
La producción del biocombustible de aceite de pepita de uva y bioetanol, ambas materias obtenidas durante el proceso de producción del vino, podría alcanzar alrededor de 20 kilotoneladas, cerca del 2 % del biocombustible consumido actualmente en España. Esta es una de las conclusiones que se desprenden de un estudio que propone un nuevo método para elaborar biocombustibles a partir de los residuos de la industria del vino.
Investigadores de la Universidad de Córdoba han creado un sistema para predecir el sonido de los motores diésel a partir de la composición fisico-química del combustible. Modelos computacionales están detrás del avance.
Imitando a las hojas de los árboles, investigadores de la Universidad Rovira i Virgili han creado un dispositivo que absorbe CO2 a alta velocidad y lo transforma en productos como el metanol, uno de los ingredientes del biodiésel. El prototipo realiza una fotosíntesis artificial que, algunos aspectos, mejora la de las plantas, consiguiendo energía limpia diez veces más rápido que con la biomasa.
El hueso de aguacate –la cuarta fruta tropical más vendida del mundo– constituye una fuente de energía térmica con calidad superior a la cáscara de almendra y al hueso de aceituna, que se emplean en la actualidad como fuentes de biomasa. Así lo confirma un estudio que considera por primera vez las posibilidades energéticas de este fruto. Los científicos de las universidades de Córdoba y Almería utilizaron los huesos que se desechan en la elaboración del guacamole en varias fábricas de Málaga.
Investigadores de la Universidad de Huelva comprueban por primera vez cómo las aguas ácidas y ricas en metales pesados favorecen la acumulación de ácidos grasos y fortalecen a una microalga del río Tinto en Huelva para que pueda ser producida a escala industrial. Los resultados del estudio suponen un avance en la búsqueda de soluciones rentables y alternativas al petróleo.