Investigadores del Instituto de la Viña y el Vino de Ponferrada, un centro de investigación adscrito a la Universidad de León, han comenzado el desarrollo de un hongo transgénico que sirva de sustituto de otro que causa la mayoría de los aromas fúngicos del vino, un mal olor que puede reducir la calidad de este producto. El desarrollo de este organismo modificado genéticamente tiene un importante obstáculo bioético y legal: está prohibido el uso de organismos alterados por el hombre para la alimentación humana. Para salvar este problema, los científicos plantean formas para evitar que este hongo permanezca en la botella.
El corcho es el material tradicionalmente utilizado para cerrar las botellas de vino. Antes de su extracción de la corteza del alcornoque o durante el proceso industrial que convierte a esta materia prima en tapón, el corcho puede adquirir substancias de origen microbiano que causan en el vino olores desagradables, a rancio y húmedo, los primeros que se perciben. Los más importantes aromas fúngicos, como se denominan técnicamente estos malos olores, son producidos por cloroanisoles, compuestos volátiles. El mayor productor es el hongo Trichoderma longibrachiatum.