Pensamos que tomamos las decisiones de manera racional, pero no es así. La tendencia política de cada ciudadano influye en su actitud frente a las falsas informaciones. Ante datos que ponen en tela de juicio al partido en el que confiamos, somos más críticos que si perjudican a la oposición. Incluso en cuestiones científicas priorizamos nuestro referente gubernativo a las verdades contrastadas.
Las zonas cerebrales asociadas con gratificaciones, como el núcleo accumbens, actúan cuando una persona siente un acercamiento a Dios. Así lo han comprobado investigadores de la Universidad de Utah (EE UU) tras visualizar, mediante imágenes por resonancia magnética funcional, qué regiones del cerebro se activaban en un grupo de mormones sometidos a estímulos espirituales.
Hace pocas semanas Donald Trump calificaba de “poco atractivas y horribles” a las mujeres que lo acusaban de acoso sexual. Las declaraciones del polémico líder político están en consonancia con los resultados de una investigación de la Universidad de Granada. Sus resultados ponen en evidencia ciertos mitos sobre el acoso sexual. Por ejemplo, muchas personas siguen considerando que estas agresiones se relacionan con la belleza física de la víctima.
La forma en la que cada uno ve el mundo y la realidad no siempre coincide; eso lo sabemos todos. Pero, al contrario de lo que se pensaba, no somos los únicos que nos damos cuenta de que alguien tiene una idea errónea. Un estudio demuestra por primera vez que chimpancés, bonobos y orangutanes son capaces de reconocer falsas creencias como lo hace un niño.
Un reciente estudio de las universidades de Deusto y Nueva Gales del Sur (Australia) demuestra que las personas que confían en tratamientos basados en pseudociencia tienen dificultades para reconocer que otros con eficacia científicamente demostrada sí provocan efectos beneficiosos. Los resultados del trabajo se acaban de publicar en la revista British Journal of Psychology.