Todos los rasgos de exclusividad que el ser humano se atribuía a sí mismo han ido cayendo: el uso de herramientas, la empatía, la autoconciencia… En su último libro, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, Frans de Waal descubre al lector un abanico de conductas animales que empujan a concluir que, quizás, la cognición humana tampoco sea única.
El orgasmo de las mujeres pudo tener un papel fundamental para la vida humana: iniciar la ovulación. Según plantea un nuevo estudio de la Universidad de Yale, el placer femenino es un vestigio evolutivo, y en el pasado tuvo una función reproductiva que desapareció con la ovulación espontánea. Al mismo tiempo, el clítoris pasó de estar dentro del canal vaginal a su situación actual.
Hasta ahora no estaba claro el papel de los temnospóndilos –un grupo de anfibios extintos de grandes dimensiones– en los ecosistemas de hace 250 millones de años. Un nuevo estudio cierra el debate.
Algunas de las bacterias intestinales presentes en la actualidad en el ser humano y en los simios han evolucionado de forma conjunta con los homínidos durante millones de años. Según un nuevo estudio, estos microorganismos han estado conviviendo en simbiosis saltando de un ancestro a otro y dividiéndose en diferentes cepas al mismo tiempo que sus huéspedes se diferenciaban en especies.
El organismo planctónico Oikopleura dioica, un modelo animal utilizado en el estudio de la evolución y el desarrollo embrionario de nuestro filo (cordados), ha perdido la mayoría de los genes relacionados con el metabolismo del ácido retinoico, según un nuevo estudio. A pesar de ello, el organismo que no depende de la vitamina A y del ácido retinoico puede generar un corazón, lo que muestra cómo la pérdida de genes ha permitido una adaptación ventajosa.
Desde que Darwin demostró que solo los animales capaces de adaptarse genéticamente al entorno podían sobrevivir, muchos estudios han asegurado que los últimos cambios en humanos se produjeron hace unos 40.000 años. Ahora, un nuevo estudio de la Universidad de Harvard afirma que las personas seguimos evolucionando, pero más despacio. Los resultados indican que factores como el nivel educativo o la edad de la primera menstruación determinan el éxito reproductivo de las personas.
Aunque es más fácil pensar que solo cuando ganamos genes evolucionamos, ciertos seres vivos, como el organismo marino Oikopleura dioica de tan solo unos milímetros de longitud demuestran que perdiendo muchos genes, algunos esenciales para el desarrollo embrionario, se puede sobrevivir con éxito. Un grupo de la Universidad de Barcelona estudia a este animal para entender qué genes son prescindibles y por qué ciertas mutaciones son irrelevantes y otras son dramáticas para la salud.
Todo aquel que se acerque hasta el Museo Nacional de Ciencias Naturales situado en Madrid podrá ver, a partir de hoy, las 41 nuevas piezas de la exposición ampliada Minerales, fósiles y evolución humana, donadas por la Fundación Bancaria ”la Caixa”. Entre ellas destacan los restos fósiles de un oso cavernario adulto y su cría, y la reproducción hiperrealista a tamaño natural de cuatro especies de homínidos.
La secuenciación del ADN de la jirafa aporta las primeras pistas sobre los cambios genéticos que dieron lugar al cuello excepcionalmente largo de esta especie, una proeza de la evolución que intriga a los científicos. La investigación también revela el genoma de su pariente más cercano, el okapi.
Al estudiar más de 50.000 variaciones de un gen de medusa, investigadores del Centro de Regulación Genómica en Barcelona han dibujado un retrato detallado de cómo los cambios en ese gen afectan a su función. El estudio, que se ha llevado a cabo en colaboración con científicos en Rusia, los Estados Unidos, Israel y España, se publica en la revista Nature.