Un adulto mira a un recién nacido y gesticula para atraer su atención. Abre la boca, saca la lengua y, de repente, la criatura parece devolver el guiño. O quizá no. Un nuevo estudio tira por la borda la teoría de que los niños de pocas semanas imitan nuestros gestos. Pero, aunque su reacción es fruto de la curiosidad, la capacidad de imitar se aprende con el tiempo.