Un estudio español demuestra cómo un metabolito de la flora intestinal incrementado en personas obesas facilita la inflamación crónica y origina alteraciones metabólicas propias de la obesidad y otras enfermedades asociadas. Los niveles circulantes de dicho metabolito producido por algunas bacterias, el succinato, son un buen biomarcador metabólico de control glucémico y lipídico en la obesidad.
Investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas han demostrado por primera vez que la inmunoglobulina M, secretada por el intestino humano, desempeña un papel fundamental para mantener la diversidad de la flora intestinal mediante la inclusión y mantenimiento de microorganismos beneficiosos para nuestra salud. Estos resultados se publican en la revista Immunity.
Una investigación, en la que ha participado la Universidad de Córdoba, ha descrito cómo la posible alteración en la flora intestinal se relaciona directamente con el desarrollo de la esclerosis múltiple recurrente-remitente. Para ello, han utilizado dos biomarcadores indicadores de cambios en la microbiota, que han servido para trazar el proceso en el que la alteración en la barrera intestinal desencadena el proceso inflamatorio que afectará al sistema nervioso y provocará el daño neurológico.
Tomas una píldora para aliviar la ansiedad. Lo que no te esperas es que su principio activo sea una bacteria que vaya directa a tu intestino y desde ahí avise al cerebro para calmar tus nervios. Es un psicobiótico. Investigaciones en modelos animales han demostrado el potencial de algunos microorganismos para tratar diferentes trastornos mentales, pero los científicos advierten que es un área de estudio muy incipiente, donde escasean los ensayos con humanos.
La gran pregunta es cómo llegan los psicobióticos a tener efectos sobre la psique. Lo explicamos en esta infografía. José Antonio Peñas | SINC
Científicos del Instituto de Investigación Vall d’Hebron (VHIR) han avanzado en el diagnóstico de la enfermedad de Crohn y el diseño de su tratamiento. Los expertos concluyen que se podría diagnosticar esta patología –un proceso inflamatorio crónico del tracto intestinal principalmente– por la determinación de ocho biomarcadores microbianos.
Un estudio español, publicado en PLoS ONE, describe cómo la activación de la proteína TLR2, el principal elemento que reconoce los cambios en la cantidad y calidad de la flora intestinal, condiciona los niveles disponibles de serotonina. Para los autores, el trabajo mejora la comprensión sobre la conexión entre intestino y cerebro a través de la microbiota.
Científicos del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, la universidad de esta ciudad y otras instituciones internacionales han utilizado el gusano Caenorhabditis elegans para investigar el efecto que la microbiota intestinal ejerce en el proceso de envejecimiento. El trabajo sugiere, a diferencia de lo que se cree, que el uso excesivo de antioxidantes podría causar el acortamiento de la vida.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han diseñado un dispositivo portátil y autónomo para captar partículas del aire. El prototipo es capaz de recolectar y analizar la biodiversidad bacteriana, vírica y fúngica del aire, así como el polen, en diferentes zonas urbanas y estaciones del año.
Investigadores del Vall d’Hebron Institut de Recerca han analizado la microbiota de más de un centenar de pacientes –el mayor publicado hasta la fecha– con intestino irritable. El estudio demuestra que el tratamiento debe ser diferente en cada paciente según su tipo de síndrome.