Cuando dos láminas de trióxido de molibdeno se giran con un ángulo crítico se consigue que unas ondas mitad luz y mitad materia, llamadas polaritones, viajen en una determinada dirección. De esta forma se puede controlar la propagación de nanoluz, un avance con aplicaciones en sensores biológicos, nanoimagen y tecnologías cuánticas.
Un trabajo liderado por investigadores del Instituto de Microelectrónica de Madrid, perteneciente al CSIC, propone emplear sensores bológicos para localizar proteínas secretadas por tumores en sus primeros estadios. La técnica ofrece un límite de detección 10 millones de veces más sensible que los métodos actuales y una tasa de error de dos de cada 10.000 ensayos.