Investigadores de la Universidad de La Laguna han hecho un seguimiento de 240 familias biparentales para observar el impacto que tiene la permanencia de los hijos e hijas en el hogar familiar durante la adolescencia y la adultez emergente (de los 18 a los 25 años). Según sus resultados, si los vástagos conviven con sus padres en esta última etapa, los conflictos en casa aumentan.
La tasa de niños prematuros se mantiene, e incluso aumenta, a lo largo de los años. Esto acarrea posibles secuelas neurológicas, sensoriales, respiratorias, de inteligencia o de psicomotricidad al pequeño, tanto a corto como a medio plazo. Estas secuelas también conciernen a psiquiatras y psicólogos infantiles, ya que actualmente se sabe que la evolución del bebé prematuro y la aparición o no de problemas depende en gran medida del entorno familiar, sobre todo de cómo interactúa la madre con su hijo en sus primeros meses de vida.