Un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona ha descubierto en Tarragona una muestra de arte rupestre de hace 12.500 años en la que se representan dos figuras humanas y dos pájaros. Hasta ahora, solo se conocían dos escenas comparables en Europa. Este hallazgo sitúa este yacimiento español dentro de las corrientes de producción artística del Paleolítico Superior en el Mediterráneo.
Con la ayuda de expertos talladores, científicos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana han analizado de forma experimental las relaciones entre la anatomía de los brazos y la energía que gastaban nuestros antepasados prehistóricos cuando fabricaban herramientas líticas. Los resultados revelan que aquellos con antebrazos más cortos gastaban menos energía al tallar debido a la mayor eficacia de la palanca del brazo en el momento del golpe.
Arqueólogos de España e Israel han demostrado que nuestros antepasados más remotos organizaban la producción de sus herramientas de manera estratégica. Los resultados se basan en el estudio de bifaces encontrados en yacimientos madrileños.
Investigadores del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana participan en un trabajo que destaca la importancia de los Valles de los ríos Manzanares y Jarama en el estudio de la relación entre los grupos humanos anteriores a nuestra especie. Además, en estas localizaciones se encuentra una de las mayores concentraciones de restos de elefantes y mamuts de Europa.
Los orígenes de la actividad artística se remontan a una antigüedad hasta ahora insospechada. Un equipo de científicos, entre ellos varios españoles, estudió la datación de pinturas rupestres en tres cuevas de Málaga, Cantabria y Cáceres. A partir de esas figuras se ha puesto fecha al arte más antiguo conocido, hace más de 64.000 años, y se ha determinado su autoría: es neandertal. Además, por otro estudio en una cueva de Cartagena sabemos que las conchas con pigmentos halladas en su interior también son de nuestros primos extintos.
La escasez de vegetación en el Paleolítico obligaba a restringir el uso de la madera. Un estudio llevado a cabo en la cueva de Coímbre (Asturias), en el que ha participado la Universidad Complutense de Madrid, ha demostrado que los seres humanos de hace 25.000 años, además de para fabricar herramientas u obras de arte, aprovechaban al máximo los huesos de los animales como combustible para aumentar la durabilidad de sus hogueras.
Durante el Paleolítico los asentamientos de cazadores y recolectores de las Muntanyes de Prades recorrían hasta 22 km para obtener las materias primas de sus herramientas. Esta es la principal conclusión de un estudio que ha aplicado un nuevo método de investigación desarrollado por el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social para determinar la abundancia de recursos en un territorio.
Restos de huesos humanos grabados procedentes de Gough's Cave. / Bello et al (2017)
Por medio del análisis de restos de leña conservados en dos yacimientos valencianos, un equipo de investigadoras ha constatado que los neandertales seleccionaban el combustible para encender fuego y producir humo para hacer ahumados de carne o pescado, tratar pieles o repeler a los mosquitos. En el estudio se ha analizado las alteraciones anatómicas producidas por hongos en la madera de las hogueras.
Al final del Pleistoceno se produjo un cambio en la cuenca mediterránea que llevó a sus habitantes a alimentarse con animales más pequeños, como los conejos. Estas variaciones en la dieta pudieron deberse a cambios ecológicos que afectaron a las comunidades de grandes mamíferos, reduciendo su población o incluso haciéndolas desaparecer. Esta es una de las conclusiones de un estudio en el que ha participado el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos.