En la carrera hacia el descubrimiento de un noveno planeta en nuestro sistema solar, científicos de todo el mundo se afanan en calcular su órbita con las pistas que ofrecen los pequeños cuerpos que se mueven más allá de Neptuno. Ahora astrónomos españoles y de la Universidad de Cambridge han comprobado, con nuevos cálculos, que las órbitas de los seis objetos transneptunianos que han servido de referencia para anunciar la existencia de un Planeta Nueve no son tan estables como se pensaba.
Los movimientos de los objetos transneptunianos (como el ilustrado a la derecha) sugieren que en los confines del sistema solar existe un planeta desconocido (izquierda). / José Antonio Peñas (Sinc)
El prototipo LISA Pathfinder de la Agencia Espacial Europea ya ha demostrado una tecnología que se podría usar en 2034 en el observatorio LISA de ondas gravitacionales. Los primeros resultados del experimento, presentados este martes en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) cerca de Madrid, revelan que se ha conseguido inmovilizar sus masas de prueba en el entorno más aislado jamás diseñado por el ser humano, donde la única fuerza que actúa es la de la gravedad.
Michael H. Wong et al.
Un nuevo trabajo con participación española describe al detalle la multitud de colisiones que han sufrido los asteroides durante su formación, hace 4.565 millones de años. Cada uno de ellos ha recibido impactos de proyectiles de más de veinte centímetros al menos unos cien millones de veces.
Las formas poligonales que aparecen en la superficie de Plutón, como las que se observan en la llanura Sputnik Planum, probablemente se han formado por procesos de convección bajo su gruesa capa de nitrógeno helado. Así lo señalan dos estudios estadounidenses, donde se analizan estos peculiares polígonos, de hasta 40 kilómetros de diámetro. Procesos térmicos parecidos podrían estar ocurriendo en otros planetas enanos del sistema solar.
Científicos del Centro de Astrobiología y otros organismos de investigación europeos han detectado por primera vez la molécula de fósforo y oxígeno (PO) en zonas del espacio donde nacen las estrellas. Esta molécula prebiótica desempeña un papel clave en la formación de la estructura del ADN y, por tanto, está directamente relacionada con el origen de la vida.
El Telescopio Europeo Extremadamente Grande (E-ELT) ya cuenta con el contrato para su construcción, el de mayor cuantía hasta la fecha en astronomía basada en tierra. Lo han firmado esta semana en Alemania los responsables del Observatorio Europeo Austral y el consorcio que fabricará la estructura y la cúpula de este gigantesco telescopio, tan grande como la Sagrada Familia de Barcelona. También se ha dado a conocer el diseño que tendrá la edificación, cuyas obras comenzarán en Chile en 2017.