Miguel Canela (Figueres-Gerona, 1948) es Jefe de Operaciones de Observación de la Tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA) en el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial (ESTEC) de Noordwijk (Holanda), pero esta semana ha dejado su trabajo para presentar en España el lanzamiento del satélite CryoSat-2. SINC habla con este experto de la ESA en las instalaciones del Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC), en Villanueva de la Cañada (Madrid).
Antes que nada, ¿qué falló exactamente en el lanzamiento de CryoSat-1 en 2005?
Lo que ocurrió es que coincidió el comando de apagado del motor de la segunda fase del lanzador con el de separación de la tercera fase -normalmente hay un tiempo intermedio-, lo que provocó un conflicto en el software. El ordenador fue incapaz de solucionarlo y se perdió el control del lanzador que llevaba el satélite.
CryoSat-2 va a estudiar los hielos, pero ya hay otros satélites que lo hacen ¿no?
ERS y Envisat son dos satélites de la ESA que han estudiado la extensión de la capa de hielo. Hubo también otro satélite de la NASA, el IceSat que intentó hacer por medio de un láser –algo muy complicado en el espacio- lo que realiza CryoSat, pero no resultó, y se convirtió en un radar altímetro como ERS-1, ERS-2 o Envisat.
¿Qué novedades aporta CryoSat-2?
Es el único satélite que estudiará el volumen de la masa de hielo, de momento. Hasta ahora tanto la NASA como nosotros sabemos sobre “la extensión”, pero a partir de ahora podremos medir cómo evoluciona a lo largo de los años “el volumen” de los hielos de las capas polares, de las montañas y de los glaciares. Además, en las capas polares va a analizar la calidad del hielo, que puede ser también un dato relevante.
Para ello el satélite cuenta con el instrumento SIRAL ¿en qué consiste?
Es un radar altímetro como todos los demás pero incorpora dos funciones muy importantes: SAR (radar de apertura sintética) e INSAR (interferometría SAR). Se concentra una gran cantidad de energía en una franja de 250 m de largo por 4 ó 5 m de ancho, y el eco devuelve el perfil de ese terreno, lo que es importante para evaluar de forma precisa el volumen que hay debajo de esa franja, aunque el hielo sea rugoso.
Además los módulos del instrumento van duplicados, incluidas las antenas. En esas áreas de límites de hielo o partes con hielo flotante aislado (banquisa) se activan las dos antenas y se ven en tres dimensiones (interferometría), de forma parecida a cuando vemos con nuestros propios ojos. Así se deduce mucho mejor la calidad, el volumen y el contorno del hielo.
¿Y qué va a ocurrir a partir del lanzamiento?
En dos semanas se empezarán a tomar los datos, aunque el periodo de calibración durará alrededor de tres meses. Se empezará entonces a distribuir los datos en tiempo real (cada 100 minutos), aunque los de las zonas más complicadas, como mucho, pueden estar dentro de seis meses. Los usuarios serán centros de investigación del clima y de meteorología, sobre todo de Europa, pero también de otras partes del mundo.
Si el lanzador inyecta de forma estándar el satélite en su órbita, éste se puede operar hasta cinco años, pero si la inyección es perfecta incluso más. Una vez que finalice su función se está ya analizando cómo apartarlo de su orbita –bastante ocupada por otros satélites en operación- y colocarlo en otra donde no moleste. Desde ella reentrará en la Tierra en un plazo de 15 a 20 años. Ahí se destruirá por el calentamiento al contacto con la atmósfera, y no caerá ninguna pieza.
¿Qué va a aportar CryoSat al estudio del cambio climático?
Hasta ahora sabemos los fenómenos que ocurren, pero no los hemos cuantificado. Existe bastante confusión en este tema y varias teorías, pero se necesitan datos sobre la mesa para enfocarlo de forma más precisa. La misión CryoSat dará valores reales y ayudará a los científicos a conocer mejor los procesos implicados, a descartar ciertas teorías o apoyar lo que dicen otras sobre el cambio climático o el calentamiento global.
También hay intereses económicos detrás…
En los Polos, sobre todo en el Polo Norte, se sabe que hay grandes cantidades de petróleo, gas e incluso minerales y, como son zonas donde no están claras las fronteras, hay cierto interés de países limítrofes para que queden expeditas las rutas y poder acceder a esos recursos. En principio deberían ser recursos de uso internacional o de ningún uso. En el Polo Sur, de momento, ningún país puede declararse propietario de ninguna parte de la Antártida, según lo declarado por la ONU.
Aprovechando que viene de ESTEC, ¿cómo valora el traslado del Laboratorio de Radiofrecuencia de Alta Potencia desde ese centro holandés a Valencia?
Es un laboratorio punta para analizar el efecto “multipactor” (descarga eléctrica inducida que puede perturbar las funciones de los satélites en el espacio). Mientras estuvo en ESTEC se investigó bastante este fenómeno y se ha madurado el tema. Ahora pasa ya a una fase operativa para dar soporte a empresas que fabrican dispositivos -como guías de onda, microondas o amplificadores-, y que quieren garantizar que los aparatos que fabrican están libres de “esa contaminación”.
Como el objetivo principal de la agencia es investigación, no operación de algo que puede convertirse en negocio, cuando las cosas están maduras se deja a la industria que lo coja. En este caso, de todas formas, puede haber todavía aspectos de investigación laterales, y se ha acordado trasferirlo al consorcio en el que participan las dos universidades de Valencia. Han propuesto una oferta muy aceptable. Los estudiantes podrán aprender e investigar, pero también puede ser un foco de crecimiento de industrias alrededor.
A pesar de lo que ha aparecido en algunos medios, este laboratorio no va a servir para arreglar ningún satélite. También se ha hablado de la creación de 800 puestos de alto nivel, y supongo que se refiere a que el laboratorio pueda ser la simiente de una actividad empresarial en el entorno que los pueda generar, pero en el laboratorio propiamente dicho puede haber de 20 a 25 personas dentro de cinco años.