Fyodor Kondrashov, nacido en Rusia, es el segundo de cinco hermanos. Todos se mudaron a los EE UU cuando su padre, un biólogo evolutivo, fue allí a hacer una estancia postdoctoral. Desde entonces, el biólogo no ha pasado más de tres años seguidos en la misma ciudad. Ya antes de crear en 2008 su propio grupo de investigación en genómica evolutiva en el CRG, había ganado varios premios y había obtenido un gran reconocimiento científico.
Lleva la ciencia en la sangre, ¿verdad?
Bueno, he publicado un artículo con mi padre -mi primer artículo y el más citado- y uno con mi abuela, la cual, con 83 años, aún es una investigadora bioquímica en activo.
Así pues, debía de ser un buen estudiante.
Siempre saqué malas notas en la escuela. De hecho, dejé el instituto a medias y fui al Simon’s Rock College, una especie de universidad temprana, pero allí tampoco me fue muy bien. Mientras estaba allí, hice una estancia en el laboratorio de Eugene Koonin, en el NIH, y cuando acabé la carrera me ofreció quedarme a trabajar con él. Yo sólo tenía 20 años y él me ofreció la mejor descripción imaginable de un trabajo: tan sólo dijo "haz cosas que encuentres interesantes".
Tres años más tarde hizo un máster en la University of California Davis.
Y una vez más demostré como soy de mal estudiante. Se suponía que no teníamos que hacer investigación durante el máster, pero yo continué con algunos trabajos que había comenzado con Koonin. Durante este año publiqué dos artículos en Nature. Pero suspendí el examen.
Así que decidió evitar los exámenes para siempre.
Hice un pacto con el departamento en relación con mi tesis doctoral. Me prometieron libertad y no tener que hacer ningún examen, a cambio de que les asegurase diez publicaciones. Cuando mi comité de tesis se reunió y yo les mostré mis catorce artículos, sólo me hicieron una pregunta: "¿Ninguno en Nature?"
¿Por qué vino al CRG?
Era la única oferta que recibí. Acababa de terminar el doctorado, y en la mayoría de puestos no consideran como un buen candidato para jefe de grupo a alguien que no ha realizado una estancia postdoctoral. Pero durante la mayor parte de mi carrera he sido independiente, así que para mí no tenía sentido hacer un postdoc. Y estoy muy contento con la decisión. En mi laboratorio he contratado gente joven, sin mucha experiencia, para poder inspirar a hacer investigación de la misma manera que yo: sólo por el hecho de hacer investigación.
¿Qué es lo mejor de la ciencia?
La libertad de estudiar lo que te parece interesante, y esto es una gran ventaja de estar en el CRG. No tenemos la obligación de producir unos resultados específicos, mientras sean excelentes. También es fantástica la sensación de descubrir algo que es nuevo para toda la humanidad. Esta sensación es la que determina la forma en que hago investigación, y para mí es una forma de vida, es cosa de familia.
¿Y lo peor?
El alto nivel de competitividad. Quizás hasta 300 personas presentan solicitudes para el mismo puesto de trabajo, y al menos las 20 mejores probablemente serán científicos excelentes. Así pues, ¿cómo eliges? Al final, aunque sea de manera subconsciente, aparecen prejuicios, ya sea de género, edad o área científica. Básicamente, el mercado laboral no es lo suficientemente grande para que todo el mundo haga investigación académica.
¿A qué se dedica además de hacer investigación?
Ahora estoy estudiando español por las mañanas. También estoy implicado en un proyecto financiado por la UNESCO para describir comunidades ecológicas del norte, incluyendo especies amenazadas. Este verano, por ejemplo, iré durante uno o dos meses al Ártico con una expedición de campo. Pero los fines de semana trabajo. Mi trabajo es intelectual, por lo que no puedo apagar el cerebro y no pensar en ello...