Con motivo del Foro Internacional sobre Prácticas Tradicionales Perjudiciales que se desarrolla estos días en Gambia, hablamos con Adriana Kaplan, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona y experta internacional en mutilación genital femenina (MGF), cuyo trabajo es pionero en España.
¿Qué podemos entender por mutilación genital?
La ablación, o mutilación genital femenina, es definida por la OMS como todos los procedimientos quirúrgicos que consisten en la extirpación total o parcial de los genitales externos, u otras intervenciones practicadas en los órganos genitales femeninos con una finalidad no terapéutica, es decir, llevada a cabo por razones sociales y culturales.
Esta mutilación se clasifica en tres tipos principales: la clitoridectomía o tipo 1, que es la resección parcial o total del clítoris y, más puntual, también del prepucio (pliegue de piel que rodea el clítoris); la excisión o tipo 2, que es la resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin excisión de los labios mayores; y la infibulación o tipo 3 que es el estrechamiento o sellado de la abertura vaginal mediante el corte y recolocación de los labios menores, y a veces también de los labios mayores, con o sin resección del clítoris. Se cierra totalmente la vulva dejando sólo dos orificios, uno para la salida de la sangre menstrual y otro para la salida de la orina.
También puede haber otros procedimientos lesivos de los genitales externos con fines no médicos, como la perforación, incisión, raspado o cauterización de la zona genital.
Aunque en el siglo XIX y XX ya se practicaba la circuncisión femenina en los países occidentales para prevenir la masturbación, los excesos sexuales, la histeria y la epilepsia, hoy las cifras siguen siendo espeluznantes: más de 130.000.000 mujeres han sufrido, siendo niñas, alguna mutilación sexual; 200.000 la padecen cada año; 6.000 cada día y 5 cada minuto. ¿Cuáles son los riesgos de esta práctica?
En el aspecto físico es común el riesgo de hemorragias, anemias e infecciones en el momento de la operación, porque las condiciones higiénicas suelen ser nefastas. Además son rituales que suelen hacerse con varias niñas a la vez, por lo que si alguna de ellas posee alguna enfermedad que se pueda transmitir (como sida o hepatitis), corren el riesgo de padecerlas las demás. Además depende del tipo de mutilación. Mientras que el tipo 1 no tiene a medio o largo plazo ninguna consecuencia para la mujer, el tipo 2 puede provocar infecciones urinarias y cicatrices que en el momento de los partos pueden producir desgarros. El tipo 3 (que se practica sobre todo en Etiopía y Somalia) puede inducir todas estas afecciones y además hematocolpos, es decir, retenciones de la sangre menstrual en el interior de la vagina. A estas mujeres hay que “desinfibularlas” muchas veces para que puedan tener relaciones sexuales y en el momento del parto, ya que están cerradas completamente.
¿Y las consecuencias psicológicas?
Hay que tener en cuenta que en los países donde se practica, la ablación forma parte de “ser mujer”. Es por ello que las consecuencias psicológicas no son tan altas como podría esperarse. Para las mujeres de estos países no tiene la carga psicológica que tendría para nosotras. Ellas piensan que está bien, creen que es mejor. Piensan que una mujer circuncidada es más limpia. Las madres piensan que están haciendo lo mejor para sus hijas, de manera que ellas luego repetirán la historia. Las familias no lo practican por hacer daño a sus hijas, lo hacen porque piensan que es lo mejor para ellas. Además el mito del retorno tiene mucho peso: si vuelven a África, han de hacerlo igual que las mujeres que están allí porque la tradición tiene mucho peso. A largo plazo están los miedos y terrores a la primera relación sexual o al parto. Además, en el tipo 3, cuando hay fístula después de parir debido al desgarro, se las margina en los poblados porque huelen mal.
Debido a los flujos migratorios el problema de la MGF es de ámbito mundial…
Las poblaciones migran con sus culturas y dentro de estas culturas están estas prácticas, que se dispersan. Es un problema que se añade a la percepción que tienen los países enriquecidos de las migraciones y en concreto de las poblaciones africanas. Estos estereotipos de barbarie y de salvajismo hay que abordarlos desde el contexto, desde cómo se construye la realidad de esta práctica.
¿Por qué hay tan poca investigación sobre esta práctica?
Porque es un tema extremadamente difícil, sensible, complejo y es más fácil legislar y mandar a la policía. Es un tema delicado porque has de formar a los profesionales de la salud, para trabajar la prevención. Pero creo que desde la atención primaria se está haciendo un trabajo extraordinario. Si se hace prevención, las familias viajan aquí y las niñas vuelven sin tocar. Cuando puedes abordar el tema con respeto, cuando puedes explicar a las madres y padres las consecuencias que trae consigo esta práctica, lo entienden. Llevamos 20 años trabajando y construyendo dos observatorios transnacionales (uno en España y otro en Gambia), haciendo formación, elaborando materiales y propuestas metodológicas de iniciación sin mutilación.
La educación y la sensibilización son la clave…
En España nos falta formarnos, posicionarnos e implicarnos, saber que las poblaciones con las que trabajamos tienen estas prácticas tradicionales perjudiciales. Como estas familias van a consulta, deberíamos incluir en la revisión métodos para intentar evitar esta práctica. A partir de un determinado conocimiento de la familia, puedes comenzar a hacer actividades de prevención. Que no se tomen acciones sólo porque la familia va a viajar, que sea una parte de la prevención dentro del protocolo de niñas y niños sanos, y una práctica en las consultas de ginecología y urología.
¿Cómo es la situación en España?
Según el mapa de mutilaciones hecho en 2001 y actualizado en 2005 (ahora estamos haciendo el mapa del 2008), calculamos que hay unas 5.000 niñas en riesgo de ser mutiladas en España.
Hasta ahora, España ha apoyado la vía judicial y policial, pero las familias implicadas no son criminales. Esperamos contar con el apoyo del gobierno español para poder trabajar desde la propia realidad y de forma respetuosa.
El proyecto que desarrollamos en los observatorios de Gambia y de España tiene el apoyo de ambos gobiernos, y esperamos que se convierta en el programa nacional de prevención de las mutilaciones en España (en Gambia ya está aplicado), formando a profesionales de la salud que, además de la malaria o la mortalidad en los partos, podrán trabajar la mutilación como una cuestión más de salud.
En Cataluña se está trabajando con el compromiso preventivo, que deja reflejada la intervención que se hace con la familia en la que le explicas los riesgos a los que se enfrentan si mutilan a sus hijas. Ese documento se les da a las familias para que cuando viajen a su país de origen puedan enseñarlo y sepan que aquí está prohibido y que ellos han adquirido el compromiso de no mutilar a sus hijas. Y eso funciona, este documento se está utilizando con peso jurídico desde hace un año.
Desde hace más de 20 años, Adriana Kaplan combate la práctica de la mutilación genital educando a la población de países de origen africano, y de países de acogida como España, donde en la actualidad hay 5.000 niñas en riesgo de ser mutiladas.