Mijail Santos, técnico de comunicación de la OMS

“La desinformación profesional complica aún más distinguir lo verdadero de lo falso”

Los bulos en salud representan una amenaza global que socava la confianza en la ciencia y pone vidas en riesgo. El experto en comunicación Mijail Santos contribuye desde la Organización Mundial de la Salud a desmentir noticias falsas, proteger la salud pública y garantizar decisiones informadas.

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Presentación en Mijail Santos en el congreso de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud. / Mapi Muñoz

Mijail Santos (Querétaro, México, 1989) comienza sus charlas sobre desinformación en salud citando un estudio de psicología social según el cual deslizamos unos 90 metros de información diarios en nuestras pantallas, una extensión como la altura de la Estatua de la Libertad en la que caben muchos contenidos erróneos o directamente maliciosos.

Este experto, que trabaja desde 2020 en Ginebra como técnico de comunicación, estrategia, planificación y coordinación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), explicó recientemente en Santander, durante el congreso de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), cómo abordar este desafío en un contexto de creciente desconfianza en los medios de comunicación tradicionales, como alertan el barómetro de confianza de la consultora Edelman y el Instituto Reuters, añadido a los retos que plantea la inteligencia artificial, territorio que conoce bien.

Tras estudiar ciencia política en México, Santos completó un máster en políticas públicas en Singapur. “Ahí empecé a trabajar en una empresa que utilizaba inteligencia artificial para analizar cómo la comunicación puede influir de manera positiva en las políticas públicas; la OMS era uno de nuestros clientes”. Como explica a SINC por videoconferencia, el ámbito de la salud también se enfrenta a la polarización porque “la desinformación afecta no solo la toma de decisiones de los individuos, sino también la de los gobiernos””.

¿De quién se fían las personas para informarse sobre salud?

Según el barómetro de salud Edelman de 2024, la fuente de información más confiable es su médico de atención primaria. En segundo lugar, los farmacéuticos y en tercero, la familia y amigos. Después están los gobiernos y, en última posición, los periodistas, que caen diez puntos respecto al informe previo. Los canales predominantes varían según el país, la edad y la accesibilidad, pero se confía cada vez más en las redes sociales. Según este barómetro, cuatro de cada diez personas se arrepienten de al menos una decisión sobre salud basada en desinformación.

Cuatro de cada diez personas se arrepienten de al menos una decisión sobre salud basada en desinformación, según el barómetro de salud Edelman de 2024

¿Qué tipos de desinformación existen?

Primero, la denominada en inglés disinformation, información falsa creada con intención de engañar por motivaciones políticas, económicas o sociales. Según estudios sobre redes sociales, aunque sólo el 3 % de las cuentas activas son tóxicas, producen el 33% de todo el contenido.

Por otro lado, está la llamada misinformation, que se difunde sin intención de engañar, creyendo que puede ser beneficiosa. Predomina entre la compartida por familiares o en redes sociales y se transmite sin comprobar las fuentes, pero puede tener incluso mayores efectos porque viene de alguien en quien se confía. Tomamos decisiones en función de nuestras emociones y, aunque una información sea falsa, si existe un vínculo emocional, tendemos más a creerla.

Durante la pandemia se creó también el término infodemia.

Sí, es la propagación de informaciones falsas en cantidades extremas y conlleva ambos tipos de desinformación. También afecta la toma de decisiones porque la gente ni siquiera sabe cómo identificar la verdadera, dada la cantidad de datos que le llegan por redes sociales, los medios, los amigos o WhatsApp. Nosotros intentamos proveer información accesible, fácil de entender, pero también que sea empática porque las personas tenemos diferentes sistemas de valores o distintos conocimientos previos y todo eso afecta la manera en que la recibimos. La forma en que nos comunicamos con distintas audiencias también tiene que ser distinta.

La OMS detecta desinformación en áreas clave como vacunas, educación sexual, tabaco, salud de la mujer, acuerdos internacionales para pandemias y supuestos intereses de farmacéuticas

¿En qué áreas ha identificado la OMS más desinformación?

En casi todas, pero en particular en vacunas, educación sexual integral, mpox [antes llamada viruela del mono], productos del tabaco (incluidos los vapeadores), salud de la mujer (como en anticonceptivos), sobre acuerdos entre naciones de preparación ante futuras pandemias y sobre el papel de las farmacéuticas o los intereses de algunas organizaciones internacionales por quitar soberanía a los estados, lo cual es absolutamente falso.

¿Quiénes son más vulnerables a la desinformación?

Todos lo somos. Con la tecnología y la profesionalización de la desinformación, se ha dificultado más aun distinguir lo verdadero de lo falso, aunque algunos sesgos nos hacen más vulnerables. Uno es el de confirmación: si ya escuché cierta información falsa, traigo esa creencia que solo espero que alguien confirme, sin importar quién sea; otro, el de accesibilidad, que implica que, a menor diversidad de fuentes disponibles, mayor vulnerabilidad (por ejemplo, si solo accedo a la de redes sociales); por último, está el sesgo de repetición: Si me reiteran en lenguaje simple que la covid se cura con ajo, puedo no necesitar contrastarlo.

Incluso científicos expertos en un tema son vulnerables porque la desinformación puede usar lenguaje científico. Recomendamos comprobar las fuentes, revisar que haya citas bibliográficas, si hay patrocinio, etc. 

Pero incluso los expertos en un tema pueden ser vulnerables porque la desinformación puede usar lenguaje científico. Recomendamos comprobar las fuentes, revisar que haya citas bibliográficas y cómo fue patrocinada la investigación o quién está detrás, pero cada vez es más difícil. Debemos tener empatía porque al final no es que alguien no sea cuidadoso o tenga la culpa de caer en desinformación, es que se ha creado un sistema muy complejo.

Mijail Santos es técnico de comunicación, estrategia, planificación y coordinación de la OMS. / Justas Gumbrevicius

¿Cómo afecta la desinformación a gobiernos y decisores de políticas públicas?

Están expuestos como cualquiera a informaciones falsas. Muchas veces nos contactan para saber si alguna información que les llegó ya ha sido contrastada por la OMS porque están evaluando determinada política pública. A través de nuestras oficinas de países y oficinas regionales, nos comunicamos con los ministerios de salud para facilitarles nuestras guías al respecto, pero vemos que hay otros actores implicados en esa toma de decisiones que están más expuestos a la desinformación, lo que genera debates importantes y hace que también se vaya polarizando el tema de la salud, lo que afecta a la decisión final.

Hemos desarrollado un proveedor de salud digital que ofrece información fiable y resumida. Se llama Sarah y recomienda consultar a un profesional de salud para tratamientos específicos

 Además de peligrosa, ¿la inteligencia artificial podría ser beneficiosa?

Ambas cosas. Así como un riesgo es tomar decisiones tras plantear ciertos síntomas a ChatGPT y obtener respuestas no basadas en la ciencia, podría ser beneficioso obtener respuestas de otras herramientas entrenadas con estudios científicos. En la OMS hemos creado un proveedor de salud digital llamado Sarah que tiene acceso a fuentes fiables y aporta información resumida, veraz y que conoce sus limitaciones. Si se pregunta por tratamientos en función de síntomas, Sarah contesta que para eso hay que consultar a un proveedor de salud. También responde a información sobre preservativos o riesgos del alcohol o el tabaco.

¿Cómo aborda la OMS la desinformación en salud?

Hay tres estrategias principales. La primera es la de inoculación, que consiste en prevenir, como con las vacunas. Evaluamos las potenciales áreas de desinformación y distribuimos información verdadera para que impregne a las personas antes de que llegue la desinformación. Aquí trabajamos mucho con los medios de comunicación.

La segunda es la mitigación de desinformación que ya circula. Si la identificamos de forma temprana, podemos corregirla respondiendo mediante fact-checking [verificación de hechos], incluso en redes sociales directamente a algunas publicaciones. Sabemos por investigaciones en psicología que los jóvenes no solo leen la publicación original, sino también los comentarios y así tienen también nuestra versión.

La tercera forma es ignorar alguna desinformación mientras monitoreamos su evolución, como hacemos con ciertas teorías conspiracionistas que no han cobrado mucha popularidad. Es complejo porque si nos involucramos más de lo necesario, podríamos estar echando leña al fuego.

Para evitar convertirnos en propagadores de bulos podemos seguir estos pasos: verificar la fuente, leer todo el artículo, analizar el contenido, comprobar imágenes retocadas y vigilar errores ortográficos, frecuentes en la desinformación

¿Cómo podemos evitar convertirnos en fuentes de desinformación?

Para evitar convertirnos en fuentes de desinformación, podemos seguir el acrónimo SHARE (Source, Headline, Analyse, Retouched, Error). Primero, hay verificar la fuente para asegurarnos que sea confiable, a veces con una simple búsqueda en internet. Luego, leer todo el artículo y no dejarse llevar por titulares sensacionalistas que buscan apelar a tus emociones.

Además, hay que analizar el contenido y su coherencia, recordando que correlación no implica causalidad. Mantener alerta ante imágenes retocadas o sacadas de contexto, lo cual se puede comprobar con una búsqueda inversa de imágenes. Finalmente, prestar atención a errores ortográficos o gramaticales, comunes en la desinformación.

Por último, debemos vigilar errores ortográficos o gramaticales en el texto, frecuentes en la desinformación o en informaciones manipuladas.

Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons
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