La especialista en linfocitos Almudena Ramiro (Madrid, 1971) ha ganado el VIII premio Banco Sabadell a la Investigación Biomédica por su carrera dedicada a la inmunología molecular y celular. Este galardón recompensa la trayectoria de un científico joven que haya desarrollado su carrera en España y que cuente con una importante proyección de futuro.
¿Por qué ha recibido el premio Banco Sabadell a la Investigación Biomédica?
El premio se da a gente que ha destacado en un campo vinculado a la biomedicina y que es relativamente joven, 42 años o menos. No me lo han dado por un solo trabajo, lo trabajo, sino por mi trayectoria en su conjunto, que se ha centrado especialmente en el estudio de los linfocitos B, unas células encargadas de producir anticuerpos, fundamentales en la defensa contra las infecciones.
¿Qué aplicaciones tiene la investigación con linfocitos B?
Las aplicaciones más inmediatas son en el contexto de la autoinmunidad y el cáncer. Las enfermedades autoinmunes cada vez son más frecuentes en la sociedad.
¿Cómo se relacionan los linfocitos B con estas enfermedades?
Los procesos que generan anticuerpos introducen cambios en el ADN que pueden producir lesiones con efectos colaterales como el cáncer. Además, a veces los anticuerpos, en lugar de reconocer un patógeno perjudicial, pueden reconocer elementos de nuestro propio organismo. Cuando eso ocurre, puede surgir un proceso autoinmune.
Sus estudios se podrían calificar de ciencia básica. ¿Qué importancia tiene este tipo de investigaciones?
Creo que son los cimientos en los que se sustenta el resto de la ciencia. En cierto modo es la ciencia más conceptual, trata de contestar una pregunta simplemente por curiosidad. Sin embargo, los resultados que se obtienen en investigación básica muchas veces tienen aplicaciones impredecibles en tecnología, salud y otros aspectos.
Usted hizo su trabajo posdoctoral en la Universidad Rockefeller (Nueva York, EEUU). Es una de esas científicas que pudo volver a España tras su estancia en el extranjero.
Lo que yo hice es lo habitual, desarrollar una parte de mi carrera científica en el extranjero. Creo que un componente esencial de la carrera científica es la movilidad. Te abre nuevos horizontes, eres capaz de contrastar las maneras de trabajar en distintos países y contextos. Enriquece al investigador y al sistema científico español, pero después el sistema debe permitir el retorno. No es lo mismo la movilidad que la fuga de cerebros.
¿La fuga de cerebros existe?
Sí, yo creo que está pasando, sobre todo ahora, acentuada por los recortes. Mucha gente se fue a trabajar fuera en una etapa posdoctoral, como hice yo, pero no ve la manera de volver. El sistema invirtió un dinero en que esa persona estudiara una carrera universitaria y realizara una tesis doctoral, pero no hace posible el retorno después de la etapa en el extranjero. Esto va a acarrear consecuencias a largo plazo, llevará mucho tiempo recuperar el nivel que había hace tan solo dos años.
Usted antes trabajaba en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). ¿Cómo fue la transición al CNIC?
Tanto en el CNIO como aquí, yo trabajo en el campo de los linfocitos B, que pueden ser el origen tanto de enfermedades oncogénicas como inmunológicas. En el CNIC hay un mayor componente de investigación inmunológica, que es más acorde con mi trayectoria anterior.
¿Cree que el premio tendrá repercusión en su trabajo?
Creo que un premio como este es un sello de calidad y aporta confianza en tu trabajo presente y futuro. A nivel personal, es un orgullo por el reconocimiento y por el prestigio que lleva asociado. Otra implicación es que da visibilidad a la ciencia, hace que salte a los medios y tenga mayor trascendencia social.
¿Ha hecho alguna vez divulgación?
Solo de manera puntual. Por ejemplo, en una ocasión me hicieron un minirreportaje en el que expliqué mis líneas de trabajo. Era una iniciativa de la Comunidad de Madrid que salió en el programa de televisión La aventura del saber. He hecho solo pequeñas cosas.