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Gösta Esping-Andersen, catedrático de sociología de la Universidad Pompeu Fabra (UPF)

“Las parejas con mayor educación son más estables”

El modelo del estado de bienestar en España busca un sistema sostenible tras la crisis. Gösta Esping-Andersen, reconocido sociólogo que participa activamente en el diseño de políticas de primera infancia en varios países y profesor de la Universidad Pompeu Fabra, habla con SINC de su investigación sobre economía, bienestar social y estructuras familiares que le ha valido el reconocimiento del ERC Advanced Grant.

Gösta Esping-Andersen
Gösta Esping-Andersen

¿En qué consiste la “polarización de las dinámicas familiares” de la que habla en su estudio?

El proyecto Stratified family dynamics: polarizing trends in couple behaviour and parenting está focalizado en lo que denominamos “tendencias de polarización” en el mundo familiar que es, en parte, una consecuencia del nuevo rol de las mujeres. Destacamos que este cambio de rol es muy incompleto en países como España, Italia o Alemania en comparación con otros como Suecia y Dinamarca.

¿Qué tipo de estructura familiar se vincula al estado de bienestar que usted defiende?

Hay una dualidad en el tipo de familia. En España, por ejemplo, el 40% de las familias se basa en el ama de casa y el ‘preceptor’ masculino tradicional. Desde el punto de vista social, está muy claro que las mujeres con educación alta promueven el progreso y las de menor educación hacen que cambie mucho menos. Además, las familias con dos progenitores con alta educación se distancian de la media porque tienen ingresos mucho más altos, en comparación con la familia tradicional.

¿Y esto pasa solo en los países mediterráneos?

Pasó también en los países escandinavos y EEUU, pero ahora experimentan una disminución de este efecto. Prácticamente todas las mujeres en Escandinavia están plenamente empleadas, con contratos a tiempo completo. Es decir, hay más igualdad entre las parejas como consecuencia del nuevo papel de la mujer. Es en los países que pasan por un período de transición en los que hay esos efectos “polarizantes” de las rentas familiares.

En un país envejecido como España, ¿qué otros componentes intervienen en esta tendencia?

Hay varios componentes importantes. Uno de ellos es la fecundidad. Lo primero que hay que tener en cuenta es que, aunque continúa la tendencia de querer tener de media dos hijos por pareja, en la actualidad la capacidad de llegar al número deseado de hijos está cada vez más polarizada. En Europa Norte y en EEUU la fecundidad más alta se concentra entre mujeres con dedicación más fuerte a la carrera profesional, y el nivel de fecundidad es mucho más bajo en mujeres con poca educación. Por ahora, este hecho no se observa en países como España o Italia, pero es bastante probable que llegue a darse aquí también.

¿En qué situación estamos en comparación con otros países?

Desde el punto de vista del bienestar social es fundamental, al menos, llegar al número deseado de hijos. Es decir, que los ciudadanos podamos realizar nuestras preferencias de familia. El diferencial entre número deseado y el número realizado de hijos es probablemente el mejor indicador sobre el malestar familiar en nuestras sociedades.

Es evidente que en España existe un abismo muy profundo entre preferencia y realidad. El porcentaje de mujeres de cuarenta años que no tienen ningún hijo es un 50% más elevado en España que, por ejemplo, en Dinamarca.

¿Cómo afecta este diferencia entre preferencia de número de hijos y realidad en la estabilidad de las familias?

El enfoque principal de nuestro estudio no es solamente sobre estructura familiar o disposición de la renta. También estudiamos el efecto intergeneracional y la calidad de vida de los niños. Un tercer componente importantísimo es este, la estabilidad de las parejas. Aquí vemos la misma tendencia. Cada vez está más claro que las parejas con mayor educación son mucho más estables que las parejas con baja educación –que experimentan más divorcios –. Además, las primeras dedican el doble de tiempo a actividades que estimulan a los niños como jugar o leer con ellos, tareas que tienen importancia también en las capacidades que desarrollan en la escuela.

¿Y cómo realizáis el seguimiento de las familias?

Hacemos estudios comparativos seleccionando unos cuatro o cinco países que representan contextos muy diferentes. En esta investigación incluimos el seguimiento de los primeros años de vida de los niños –la etapa preescolar–. Observamos si hay una inscripción generalizada en guarderías, por ejemplo, porque la inestabilidad de los problemas familiares puede compensarse a través de programas preescolares de alta calidad.

También seguimos a las familias a través del tiempo para ver, por ejemplo, qué impacto tiene un divorcio en niños y niñas pequeños en su posterior carrera escolar. Las personas implicadas en el proyecto somos fundamentalmente especialistas en demografía familiar y economistas.

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Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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