Comer es un placer para la mayoría de la gente, pero, ¿cómo y por qué se convierte la comida en un trastorno? Esto es lo que está estudiando Palmiero Monteleone, investigador de la Universidad de Salerno, en Italia. Este profesor de psiquiatría visitó el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB) para explicar sus trabajos sobre la regulación de los comportamientos de alimentación, los sistemas de recompensa endógenos y la relación entre ambos.
¿Cuál es la prevalencia de los trastornos de la alimentación?
La anorexia nerviosa se da entre el 0,5 y el 1% de la población general y es nueve veces más frecuente en las mujeres. La bulimia nerviosa afecta aproximadamente al 1,5-3% y los trastornos por atracón al 3-4 % de la población –o hasta un 30% si nos fijamos solo en las personas obesas–. Pero lo preocupante es el aumento de la incidencia en los últimos años, así como la reducción de la edad de inicio. Normalmente hay un primer pico de anorexia alrededor de los 14 años de edad, pero ahora vemos muchos casos a partir de los ocho o nueve.
¿Cómo aparecen estas enfermedades?
Cerca del 80-90% de los casos de trastornos de la alimentación empiezan con una dieta. Cuando la "buena sensación" de ver los resultados de la dieta entra en acción, algunas personas no pueden controlarse y siguen con la dieta a pesar de que la pérdida de peso adicional podría ser peligrosa para su salud. Otros, en cambio, pierden el control del consumo de alimentos y se dan atracones, especialmente cuando se sienten mal. Compensan sus sentimientos con el placer de la comida.
¿Y qué se puede hacer al respecto?
Estos trastornos de la alimentación deben ser considerados como síndromes relacionados con la recompensa. Hemos encontrado que algunos de los mecanismos implicados en la regulación de la ingesta de alimentos también están involucrados en los procesos de recompensa, como la adicción a las drogas.
Cuéntenos más...
Hay tres compuestos principales que funcionan como moduladores del apetito: la leptina, que es una señal de saciedad, la grelina, que aumenta la ingesta de alimentos, y algunos endocannabinoides. Y resulta que todos ellos están también involucrados en los mecanismos de recompensa. La leptina, la grelina y los endocannabinoides se encuentran desregulados en las personas con anorexia y bulimia, y esto puede potenciar el impulso de comer, aunque en el caso de la anorexia el rígido control de la persona sobre la alimentación se sobrepone a esta señal. Y creemos que este fuerte control psicológico se produce porque los pacientes perciben el control de su ingesta de alimentos como algo gratificante.
Pero no todos los alimentos afectan por igual, ¿verdad?
Hemos comparado la ingesta homeostática, aquella necesaria para mantener nuestro equilibrio de energía, con una alimentación hedónica o emocional, como comer un pedazo de pastel después de estar harto, por ejemplo. Cuando los voluntarios veían y olían la comida, la concentración de grelina en sangre aumentaba, pero después de comer se reducía de nuevo. No obstante, cuando comían su alimento favorito, la grelina no se reducía, sino que aumentaba aún más. Creemos que la alimentación hedonista podría estimular comer en exceso a través del sistema de recompensas, y esto tendría un efecto sobre la obesidad.
Muchas personas se ponen a hacer dieta, ¿por qué solo algunas acaban sufriendo anorexia?
Creemos que hay una combinación entre factores ambientales –la idea cultural de Occidente que estar delgado es bueno– y factores de predisposición psicológica y genética. Actualmente nuestro grupo de investigación participa en un consorcio internacional para conocer qué genes están implicados, pero hay muchos y cada uno aporta una pequeña parte de la predisposición.
¿Existe tratamiento?
La psicoterapia es el enfoque más importante. Puede ser necesaria la rehabilitación nutricional y cuando los pacientes también sufren trastornos mentales –el 50-60% de los casos– algunos antidepresivos pueden funcionar.