La COVID-19 se ensaña sobre todo con las personas más frágiles, como los habitantes de las residencias, donde se han concentrado todos los factores de riesgo. El director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC afirma que sería necesario un registro informatizado de sus usuarios ante un posible rebrote.
El SARS-CoV-2 ha afectado más a los mayores de 70 años, a los hombres más que a las mujeres y a las personas con patologías previas, como la diabetes o la presión arterial. El riesgo ha sido incluso mayor cuando estas personas han necesitado atención, cuidado y contacto físico, incrementando la posibilidad de contagio.
Con una de las poblaciones más envejecidas del mundo, España, donde más del 20 % tiene más de 65 años, ha sufrido el impacto de la enfermedad, sobre todo en las residencias y centros de mayores. Pero su caso no ha sido excepcional y el patrón se ha repetido en muchos otros países del mundo.
Desde la Plataforma Salud Global, que coordina la actividad de unos 200 grupos de investigación dentro del CSIC, van a analizar ahora, entre otros proyectos, cómo el confinamiento por la pandemia ha afectado a estas personas mayores, cómo han sentido el aislamiento y el estrés vital de verse desprotegido.
Diego Ramiro Fariñas (Madrid, 1968), director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC coordina dentro de la plataforma las áreas de prevención e impacto de la pandemia.
¿Cómo ha impacto la COVID-19 en la sociedad española?
La enfermedad ha afectado al conjunto de la población, lo que pasa es que en personas mayores ha habido una mayor mortalidad. Pero eso no significa que en el resto de grupos de edad no haya tenido efectos. Los iremos viendo en los estudios que se están realizando sobre la salud de esas personas a corto, medio y largo plazo.
¿Ya hay algunos resultados al respecto?
Todavía no sabemos cuáles son las consecuencias a medio y largo plazo de la COVID-19. La enfermedad crea una serie de problemas dentro del organismo y afecta a diversas partes del cuerpo. Siempre hay que transmitir que aunque a las personas más jóvenes no resulta en la muerte, sí provoca unos problemas de salud que en algunos casos, en los más graves, se arrastrarán a largo plazo.
¿Cómo han afrontado la pandemia las personas mayores?
Se han sentido las más frágiles de toda la población española al ver que por encima de los 70 años las probabilidades de morir eran mayores, y al vivir confinadas sin el apoyo social vital. Desde el punto de visto psicosocial ha sido una situación muy estresante. Han visto morir a sus coetáneos y han pensado que en algún momento se podían infectar.
Luego hay un porcentaje de la población, dentro de las personas mayores, que necesita ayuda física, atención y cuidados, y eso favorece que haya un mayor contacto con cuidadores que los atienden. Esto hace que haya más probabilidades de que adquieran el virus. Es el caso de las residencias y no solo en España.
Parece que las residencias han reunido todas las condiciones para la catástrofe…
Sí, nos hemos encontrado con una situación aún más extrema con una media de edad en torno a los 86 años en el caso español y alrededor de unas 320.000 personas viviendo en residencias. La mayoría de estas personas no pueden valerse por sí mismas y tienen varias comorbilidades, como diabetes o hipertensión.
Todos los factores de riesgo se han concentrado en estas personas. Muchas de ellas tienen necesidades de atención física por algún tipo de demencia, pero requieren del contacto con sus cuidadores, que pueden ser asintomáticos y contagiar el virus. Además, las residencias son ambientes cerrados, lo que contribuye al contagio.
¿Cómo se podrán gestionar estos centros de mayores en el caso de futuras olas?
Primero hay que conocer el número de residencias que hay en España, tenerlas localizadas y saber sus características. Ahora no hay un registro informatizado que reúna toda esa información, como tampoco tenemos un censo de todas las personas que están institucionalizadas en estos centros. No sabemos cuándo han entrado o salido. No existe un censo de residentes y esto es muy importante a la hora de conocer cuál es la población en riesgo si ocurre algo.
En una situación como la actual, podemos tratar de ver perfiles de personas que puedan tener mayor o menos riesgo. En el caso de que hubiera un rebrote habría que intentar tomar actuaciones concretas con grupos de población con mayor riesgo. Habría, por ejemplo, que hacer una estimación de cuántas vacunas serían necesarias, si llegara pronto, para proteger a esta población de riesgo. Según un artículo que hemos publicado en EnvejecimientoEnRed la cifra alcanzaría las 486.820 vacunas en España.
Hasta entonces, ¿cómo se protege a estas personas?
Teniendo las máximas precauciones en general. En el conjunto de la población, no solo dentro de las residencias, hay que llevar las mascarillas, mantener las distancias de seguridad y lavarse frecuentemente las manos. Esto hay que grabárselo en la cabeza para los próximos meses hasta que llegue la vacuna. Ahora mismo es la única medida. En el caso de las residencias hay que extremar el cuidado al máximo. Dada la situación tan estresante que han vivido, se están tomando todas las medidas necesarias, y aun así tendremos brotes puntuales donde haya aglomeración de personas frágiles.
A nivel demográfico, ¿cómo han repercutido estos fallecimientos?
Ha afectado de manera diferente en función de cada Comunidad Autónoma. A principios del siglo XX España tenía 35 años de esperanza de vida, ahora estamos en unos 83 años de media. Antes, cuando afectaba una pandemia o una crisis de mortalidad, sobre todo a jóvenes o niños, las pérdidas en esperanza de vida eran relevantes. De la gripe de 1918 se perdieron hasta 12 años de esperanza de vida.
En la pandemia actual está afectando a los últimos grupos de edad de la población, por lo tanto, el número de años perdidos que quedaban por vivir no son tantos, aunque el volumen de fallecimientos es muy alto. Se estima que se pierden 0,7 años en esperanza de vida en las zonas más afectadas.
Lo que no sabemos es cómo va a afectar a la perspectiva de vida en el futuro de estas personas que han estado enfermas por coronavirus, si esto va a crear algún tipo de fragilidad y si estas van a tener una esperanza de vida más reducida de la prevista. Esto ya se estaba estudiando antes con el efecto de la obesidad o la diabetes.
¿Qué datos se constataban antes de la COVID-19?
La esperanza de vida ha ido creciendo en España de forma regular, de unos 2,5 años cada diez años de calendario. Pero ese crecimiento se ha estancado en algunos países antes de la epidemia, como en Reino Unido y EE UU. El incremento de la obesidad o de la diabetes limita el crecimiento de la esperanza de vida en el futuro.
¿Con la pandemia qué comunidades han perdido una mayor esperanza de vida en España?
Son Madrid, Castilla-La Mancha y partes de Castilla y León. Ya hemos pasado la primera ola. En la gripe del 18 la primera ola fue en mayo y junio. En otoño hubo un rebrote que empezó a finales de agosto y que fue el peor.
Lo que tenemos que ver ahora es si hay una segunda ola y, si la hay, tratar de que tenga el menor efecto posible. Cuando el Instituto Nacional de Estadística recopile de forma precisa todos los datos de los registros civiles conoceremos el efecto real de la primera ola de la pandemia, siempre con algún tipo de ligero sesgo. Siempre habrá un pequeño porcentaje de mortalidad que no sabremos si corresponde al coronavirus o no.
En su opinión, ¿las medidas de confinamiento con el cierre de los colegios han sido las adecuadas para evitar la extensión del virus?
Estas son las medidas que se suelen tomar en momentos de pandemia en el pasado y ahora. Ya se había demostrado en estudios anteriores que el cierre de colegios tenía un efecto importante en la detención de la expansión de una epidemia. Fue el caso de la gripe A. Es una medida que había que tomar.
Lo que pasa con este virus es que hay muchos aspectos que no conocemos todavía bien, sobre todo en cuanto a la transmisión entre personas que son asintomáticas, entre grupos de edad, etc. Ante el desconocimiento cualquier precaución es poca.
¿Qué otras problemáticas surgirán a raíz de la pandemia?
Hay muchos factores adicionales como son la educación de los niños y cómo va a afectar a su formación, y qué ocurriría si hubiese una segunda ola. Nos afecta en todos los niveles de la vida, como en el caso del teletrabajo, que nos hace trabajar mucho más que antes y habrá que ver cómo se compensa. Hay además costes, como el aire acondicionado, que se están asumiendo por parte del trabajador en lugar de la empresa. La plataforma de Salud Global creada en el CSIC va a poder abordar todos estos aspectos desde la vacuna, el virus en aguas residuales hasta los aspectos psicológicos en personas mayores…